Hacía ya tiempo que me apetecía escribir sobre el perfeccionismo y los listones que nos ponemos, ya que por exceso o por defecto, suelen ocasionar dificultades. Empezando por pasarnos con ello, una autoexigencia demasiado elevada puede verse reflejada en determinadas situaciones. Por ejemplo en el trabajo, al no sentirnos contentos pese a haber logrado terminar una tarea difícil, si pensamos que no lo hicimos perfectamente. O en una relación de pareja, si consideramos que no ofrecemos lo suficiente ¿Puedes traer a la mente alguna situación donde te hayas exigido en exceso?
En realidad el perfeccionismo es un aspecto de la personalidad que bastantes personas padecen. Como otros tantos rasgos, tiene su origen en la infancia, donde en ocasiones hay padres y entornos que exigen en exceso a sus hijos.
En muchos aspectos, desde luego es una característica positiva; nos ayuda a crecer y a superarnos, a tratar de ser mejores. Ahora recordemos el párrafo inicial… ¿en ocasiones valoras que tu nivel de exigencia es excesivo y te sientes mal cuando no llegas, cuando no das la talla? Quizás haya un problema de autoexigencia excesiva.
La tendencia al perfeccionimo puede aplicarse a una o todas las áreas de la vida. Hay quienes son autoexigentes en lo profesional, quienes lo son en lo relacional y quienes lo son en todos los aspectos. Cuantas más áreas abarque esta característica, mucho mayor es el nivel de tensión: se puede convertir en un círculo vicioso.
Para desarticular la personalidad perfeccionista, es importante que intentes hacer algunos cambios para convertir tu exigencia realista adaptada a un círculo virtuoso. Vamos a por ellas:
7 claves para evitar un perfeccionismo excesivo
1. Ten claro que la perfección no existe en la mayoría de situaciones. Puedes pasar de ser alguien dentro de la definición de persona “maximizadora – perfeccionista” a la de “satisfecha – contentada”. En el segundo caso, serás más feliz con todo lo que haces.
2. Date cuenta que el valor de una persona no depende de sus logros o éxitos. Si bien todos queremos ser aceptados y queridos, el afecto no es intrínseco al éxito laboral o económico. Quienes nos aprecian, lo hacen por lo que somos, no por lo que hacemos o por cómo nos va.
3. Equivocarse es una parte ineludible del proceso de aprender. Equivocarse es humano y natural. La mayoría de los errores que cometemos en un día no suelen tener consecuencias trágicas, sino que se pueden arreglar. Quítale hierro a tus errores: ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo que no se pudiera reparar?
4. Centra más la atención en las cosas buenas que te pasan que en rastrear lo malo. En cada situación puedes encontrar lo que de positivo había. Hay diferentes herramientas para ello, como te muestro en este video, Agradecer y valorar nuestro día a día.
5. Realiza una evaluación realista de tus objetivos o proyectos y diferéncialo del deseo y del ideal. No sólo por “querer hacer algo” vas a poder hacerlo. Incluye una evaluación adecuada de los recursos, desde las capacidades y aptitudes personales, hasta las posibilidades económicas, sociales, de tiempo y demás de las que dispones. Distingue pues entre lo que es posible en un momento dado y lo que no.
6. Hay diferentes formas de hacer las cosas: mal, regular, bien, mas o menos, muy bien, excelente. Proponte hacer las cosas “bien” o “muy bien”, no excelentes. Exígete de manera acorde a lo sano.
7. Proponte no preocuparte tanto por los resultados, si no estar más atento al proceso. Si estas aprendiendo una nueva habilidad seguramente te lleve tiempo el dominarla.
En definitiva, si quieres sentirte más satisfech@ co lo que haces, ajusta el punto de mira entre lo que deseas, lo que puedes hacer y lo que ya has hecho bien. Aquí te recomiendo estos dos artículos que te servirán para regular el estrés intrínseco a algunas actividades que nos son importantes: Psicologia Positiva y control del estres (I) y Psicologia Positiva y control del estres (II). ¡Actúa y exígete, pero aprende a gozar más con el proceso!
Antoni
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