En septiembre, pasamos unos días en este pequeño pueblo granadino que te encuentras subiendo por las faldas del Mulhacén, en la llamada Alpujarra Alta.
Es un lugar ideal para perderse y encontrarse. De hecho me impactó comprobar cómo muchas de las personas, artesanos, restauradores que nos encontramos en nuestro viaje, eran forasteros. Gente que se había trasladado a vivir allí con sus familias desde muchas partes de España y Europa, pero ¿por qué? ¿Qué hay allí que resulta tan seductor y adictivo? Yo ya lo pude comprobar en persona. Ahora te lo cuento…
1.Es el pueblo más alto de España.
<<En Trevélez, tocarás el cielo.>> Así reza el primer mirador a la entrada de este pequeño pueblo blanco de La Alpujarra, donde pasamos unos días en septiembre.Trevélez se levanta a más de 1600 metros de altitud sobre el nivel del mar. Roza lo impensable para un pueblo habitado, e irrumpe con pasión en un territorio que bordea el infinito.¿No te parece maravilloso gozar de la sensación de estar entre el cielo y la tierra, a las puertas del templo de los dioses?2. El jamón de Trevélez. Un motivo muy interesante para los paladares exquisitos. Este jamón es un majar único, suculento, saludable, exquisito. No solo tiene denominación de origen, sino que es apreciado y premiado por varios países. Un jamón que destaca por ser poco salado ya que las condiciones climatológicas de la zona le permiten estar menos tiempo en salazón. Está delicioso.
Por cierto en la cima, se puede divisar África, y es el punto de España donde más estrellas fugaces pasan por minuto. Un sitio alucinante.
5. El alojamiento (ya sea casa alquilada, apartemento u hostal) es muy económico y confortable.
Nosotros estuvimos en un pequeño hotel llamado La Fragua de la mano de un familiar, y nos encantó. Creemos inmerecidas sus dos estrellas, puesto que por las instalaciones, el servicio y la ubicación, se merece muchas más. Los detalles, nos cautivaron.
6. La oferta de restauración, para ser un pueblo tan pequeño es muy recomendable y de nuevo los precios muy económicos. Será que estoy acostumbrada a vivir en Mallorca, donde una infusión en un bar no baja de los 2 euros. Buenísimas, por cierto, las pizzas al horno de leña.
7. Su agua, ese preciado tesoro natural que mana de sus fuentes virgen y cristalina, hija de las cumbres nevadas que se alzan esplendorosas.
Si ya el agua de Lanjarón es mundialmente conocida, y brota de un pueblo que se considera la puerta de la Alpujarra, imagina cómo debe ser el agua de Trevélez, muchos más metros arriba, pureza.
Hemos disfrutado mucho de estar allí. Estoy deseando volver.
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