La exploración espacial ha entrado en una fase apasionante desde que se inició hace una pequeña fracción de tiempo dentro de la historia de la humanidad.
No existe el día, en los últimos meses, que no haya una noticia nueva o relacionada con algún hallazgo astronómico o alguno proveniente de las múltiples sondas que pueblan nuestro sistema solar.
Nuevos exoplanetas cada vez más similares a nuestra tierra son descubiertos a pares, algunos de ellos a una distancia relativamente razonable para poder albergar vida, Curiosity y Opportunity están llenando de datos, imágenes y mediciones los archivos de la Nasa para unos cuantos años, Cassini ha extendido de forma gloriosa su misión principal para estudiar más a fondo Saturno y algunas de sus lunas, entre ellas Titán, un maravilloso laboratorio de química con forma de planeta donde estamos empezando a comprender alguno de los misterios que guarda bajo su anaranjada atmósfera de metano.
En tiempos de crisis y penuria económica para todo el mundo de la investigación, y en el momento en el que menor presupuesto se está otorgando al espacio, una sonda, la New Horizons, está a meses de hacer un sobrevuelo sobre Plutón y el resto de planetas enanos que moran en los confines de nuestro sistema solar. Se avanza en la construcción del nuevo telescopio espacial, el James Webb, que cambiará nuestra percepción del universo como ningún otro instrumento creado por el hombre lo ha hecho jamás.
Todo esto es maravilloso para los que amamos esta parte de la ciencia, pero todos tenemos algo en mente, cada vez más, y todos sabemos que el gran hallazgo que la humanidad persigue desde hace mucho tiempo está cada vez más cerca.
El descubrimiento de vida fuera de nuestro planeta es un tema del que ya se habla, sin ningún pudor, en cada reunión astronómica, en cada círculo científico, en cada empresa pública o privada que esté implicada en la exploración espacial.
Los objetivos más a nuestro alcance, actualmente, son Marte, Europa y Titán.
El planeta rojo ha sido invadido por sondas y rovers en los últimos años, de tal forma que nuestro conocimiento acerca de nuestro vecino empieza a ser abrumador. En concreto los últimos tres rovers que la Nasa ha lanzado con éxito están aportando grandes avances en cuanto a la composición de su suelo, su atmósfera, su meteorología, sus niveles de radiación y un largo etcétera.
A tenor de los datos que nos van llegando, principalmente del Curiosity, es imposible pensar que la vida no se hiciera un hueco en un planeta del que ya sabemos que no hace muchos millones de años albergó enormes océanos de agua líquida y una atmósfera bastante más densa que la actual.
La duda está en si alguna alguna forma de vida, aunque sea microscópica ha podido sobrevivir al evento o conjunto de eventos que propiciaron las actuales condiciones que observamos hoy en día.
Si algo hemos aprendido es que la vida es muy terca, y si tiene la más minima oportunidad de seguir existiendo lo va a hacer. La reducción drástica del espesor de la atmósfera marciana y la desaparición del agua, al menos en su superficie, es un duro hándicap para los probables antiguos ecosistemas marcianos.
La radiación ultravioleta que esteriliza la superficie puede haber sido resuelta trasladando la zona habitable unos cuántos metros bajo tierra. Las cadenas alimentarias pueden haberse visto dañadas seriamente, pero tenemos numerosos ejemplos en nuestro planeta de supervivencia en condiciones muy adversas y con pocos nutrientes.
Aún en el caso de que las formas de vida que existieran cuando Marte estaba preparado para albergarlas hubieran desaparecido, el constante intercambio de material dentro del propio sistema solar hubiera podido reiniciar el proceso de la vida con otros organismos más resistentes y preparados para el nuevo medio ambiente reinante.
Europa y Titán son los otros dos posibles objetivos, en este caso no tenemos tantos datos como en Marte, pero los pocos que poseemos son muy alentadores.
estructura interna de Europa
El satélite de Júpiter posee una capa externa de agua de unos 100 kilómetros de espesor (parte como hielo en la corteza, parte en forma de océano líquido bajo el hielo), la superficie helada presenta pocos cráteres lo que nos indica que Europa es un mundo “vivo” con actividad geológica. A parte el océano interior podría mantenerse caliente gracias a las mareas gravitacionales de Júpiter.
Aún no entiendo el hecho de que no exista un proyecto serio para aterrizar en superficie. Mientras los pocos fondos que existen van destinados a otro rover gemelo del Curiosity, Europa orbita guardando sus secretos bajo una capa de hielo. Incomprensible.
Titán es otra de nuestras grandes esperanzas, ese halo anaranjado que despide su atmósfera llama la atención desde el principio. Una amalgama de sustancias químicas orgánicas hace el resto.
lagos de hidrocarburos en titán
La imagen de los lagos de metano, con líneas de playa similares a las terrestres, lechos fluviales y unas condiciones muy parecidas a las de la tierra primigenia hacen que nuestra imaginación se desborde.
Atmósfera con cambios estacionales, probables icebergs en sus oceános y la proximidad de Saturno como fuente gravitacional de energía dan a Titán una posición privilegiada en la mente de los astrobiólogos.
¿Estamos en la década donde podremos afirmar que la vida es un hecho frecuente dentro del universo?