A Hitler no sólo le hedía su verborrea

Publicado el 08 febrero 2010 por Joaquim

Una odontóloga alemana ha tenido la humorada de hacerle un chequeo a Adolf Hitler cuando falta poco para que el interfecto cumpla sus primeros 65 años muerto. Transcurrido tanto tiempo desde su fallecimiento es obvio que la salud general del paciente es francamente mala, a Dios gracias y por suerte para el género humano.

Con todo, la doctora Menevse Deprem-Hennen, que así se llama la odontóloga, ha descubierto varias cosas interesantes en relación con el Führer nazi, a saber: que tenía halitosis, que sentía pánico cuando debía ir al dentista, que se alimentaba muy mal y que sufría parodontosis (piorrea, en cristiano). Semejantes conclusiones las publicaba este fin de semana el dominical alemán Bild am Sonntang, junto a informaciones no menos curiosas como que el dentista personal de Hitler fuera un general de las SS, lo que dicho sea de paso explicaría los terrores del susodicho a la hora de ponerse en sus manos; y es que Adolf Hitler sería un asesino de masas, pero de tonto no tenía ni un pelo. La información la extrajo la doctora Deprem-Hennen de las actas odontológicas del Führer, que al parecer se han conservado cuidadosamente, así que sus conclusiones parecen estar bien fundamentadas.

Que el aliento de Hitler hedía a muerto, es algo que muchos nos barruntábamos desde hace tiempo. La Naturaleza tiene su propia manera de hacer las cosas, y una de ellas es desvelar las miserias de los presuntos grandes hombres con pequeños ensañamientos en sus carnes o en su psicología: César era calvo sin remedio desde joven, cosa que al parecer le afligía bastante; Napoleón sufría de fuertes dolores intestinales, quizá porque queriendo o sin querer le estuvieron envenenando durante años con algún tipo de medicamento; Franco iba por la vida con un testículo menos y vocecilla de vicetiple, consecuencia de un balazo recibido en África; y en fin, el propio José María Aznar debe usar gafas graduadas para leer esos magníficos discursos en los que sitúa a su país en la diana de los especuladores financieros internacionales. Defectos los tiene cualquiera, de acuerdo, pero cuando uno es un dios viviente el hecho de ser calvo, sufrir de la tripa, tener voz amariconada, ser corto de vista o como en el caso de Hitler, padecer halitosis, reduce al personaje en cuestión a una dimensión tan de estar por casa que acaba moviendo a la risa.
Y eso, el reírse de tipos como Adolf Hitler, al que por cierto todavía algunos imbéciles veneran como el especímen culminación de la raza humana, es un impagable y sanísimo ejercicio que nos devuelve la exacta proporción de las cosas. Que a Hitler le apestara el aliento le convierte en un hombre como otro cualquiera; lo peor que le puede ocurrir a un personaje como él.
De modo que Adolf Hitler era un ser humano hecho de barro, en su caso maloliente. De lo que se entera uno gracias a la ciencia.
La imagen que encabeza el post es una ilustración anónima que anima a los seguidores de Hitler a imitar el último gesto de su líder.