Para crecer en la vida no debemos tomar como referencia nada externo a nosotros, no debemos aplicar comparaciones, que nos hagan sentir menos o que nos hagan alimentar nuestro ego. Lo que realmente debemos hacer, es hacer un viaje interior y conocernos; y a partir de allí plantear la meta de ser mejores personas día a día, mejores con respecto a nosotros mismos.
¡El crecimiento requiere de humildad, paciencia y de aceptación más no de resignación!
Podemos entender que tengamos situación adversas a nuestros propósitos, pero “no debemos nunca verlas como limitaciones”. Debemos aprender a darle la vuelta y rescatar lo positivo, indagando en los “para qué” en lugar de en los “por qué”.
“La humildad consiste en saber que tenemos debilidades, que estamos en un camino de evolución, aprendiendo a manejar nuestros recursos, que cometemos errores, que algunos pueden hacer cosas mejor que nosotros y podemos reconocerlo sin sentir incomodidad, envidia o resentimiento”.
La paciencia nos permite tomar la mejor actitud mientras esperamos que algo ocurra o trabajamos por un resultado.
Cuando somos pacientes logramos mantener la calma, entendemos los ciclos y procesos de las cosas y vamos disfrutando del camino, mientras llegamos a donde queremos.
La aceptación nos permite hacer un ajuste de nuestro alcance, identificar hasta dónde podremos actuar y los cambios que podemos generar.
Una vez que aceptamos alguna situación dejamos de drenar nuestra energía y podemos utilizarla para cosas más provechosas.
Compararnos con otros nunca debe ser el punto de partida para nuestro crecimiento, estaríamos acotando nuestro alcance, sin saber a ciencia cierta a dónde podemos llegar. Démosle a cada quien el lugar que le corresponda y utilicémoslos como fuentes de inspiración si queremos, pero sin perder la idea de vista de que todos somos diferentes, todos tenemos capacidades distintas, talentos diferentes y ritmos distintos y que el verdadero éxito lo obtenemos cuando nos superamos a nosotros mismos.
Trabajemos por lo que queramos, visualicémonos en la cima más alta, pero sin que en nuestra proyección haya sido necesario superar a alguien más, pudiendo haber ocurrido; no debe ser resaltante.
El mensaje es creer que podemos, visualizarnos en donde queremos estar, enfocarnos, planificarnos e ir por aquello que queremos, haciendo cada día lo que nos toque para estar más cerca de la meta y formando siempre la mejor versión que podamos hacer de nosotros mismos, guiados por nuestra intuición, que no es más que nuestra alma susurrándonos el camino que debemos elegir.
Es importante en el trayecto, no perder de vista que no debemos dejar de apreciar el camino, que es lo que realmente es la vida, nuestro presente, nuestro eterno presente.
“El no disfrutar el presente, esperando que algo ocurra a futuro; es sin duda una pérdida importante de la visión de la vida”.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet