Comencé a ejercer la profesión de arquitecto hace ya más de tres décadas. Fue después de pasar varios años intentando aprender este oficio en una Escuela de Arquitectura española. En aquel entonces las responsabilidades profesionales asignadas a los arquitectos les permitían tener un conocimiento y control amplío, casi exhaustivo, de gran parte de las disciplinas que van asociadas a la construcción de espacios.
Hoy en día la situación ha cambiado mucho y han surgido especialidades por doquier que urgen su consideración en el proceso arquitectónico y con ello, el reparto de la responsabilidad por no decir, la exigencia de liquidar completamente la autoridad de los arquitectos en la organización, proyectación y ejecución de los edificios. Han emergido innumerables nuevos tipos profesionales que reclaman un papel en el proceso de la construcción: especialistas en gestión presupuestaria, en contratación de obras, técnicos expertos en sistemas constructivos determinados, diseñadores y calculistas de la viabilidad financiera y de la organización del mismo trabajo asociado, entendidos en el marketing de arquitectura, etc.
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Por otro lado, ese universo alrededor de esta especialidad ha ido destilando durante el siglo XX, su propia mitología, casi una religión con sus profetas y santos, a la que muchos hemos dedicado nuestro tiempo para entender sus motivaciones y logros. Pero ya no podemos seguir creyendo en esa manera heroica de afrontar el hecho arquitectónico porque ha quedado completamente desfasada en el complejo mundo contemporáneo. Sus enseñanzas ya no son suficientes y aquellos que siguen propalándolas o imitándolas, reflejan únicamente su oportunismo al seguir intentando situarse en la estela de aquellas grandes figuras.
Samuel MockbeeEtimológicamente, la palabra arquitecto proviene del griego arki tekton, el obrero principal o primero, aquel que más sabe sobre la obra que se va a realizar y, por tanto, dirige la construcción. El propio término refleja el carácter profundo de esta antigua profesión, la necesidad de conocer extensamente la forma de construir, ese proceso tecnológico por el cual las formas imaginadas llegan a convertirse en realidad física. Es probablemente ahí en ese conocimiento múltiple que recorre la totalidad del hecho arquitectónico donde se encuentra nuestra máxima fortaleza frente a las visiones parciales de otros profesionales.Podemos vislumbrar otro fenómeno que nos está afectando gravemente: El gran cambio que ha experimentado nuestra profesión en las últimas décadas tiene que ver con la aparición de múltiples Escuelas de Arquitectura en muchos lugares de nuestro país. En consecuencia, están saliendo varios miles de arquitectos cada año que están condenados a engrosar las listas del paro indefectiblemente. ¿Por qué? La respuesta simple es la que se refiere a la crisis general y la explosión de la burbuja inmobiliaria. Yo pienso que esas son razones coyunturales que no reflejan la hondura de nuestros problemas. La principal desventaja estriba en la falta de visión prospectiva de las propias instituciones académicas y sus dirigentes. Siguen masivamente formando a los arquitectos para satisfacer una demanda del mercado en la que existe ya una gran saturación de oferta, y como ya he señalado antes consiste en la generación de simples visualizaciones espaciales de edificios.Por ese camino, las Escuelas de Arquitectura deberían cambiar su nombre ya que a lo que se dedican es al marketing del espacio y los profesionales que titulan son solamente unos delineantes algo más preparados. El manejo de programas 3D, renderizados, y aplicaciones de tratamiento de imágenes es un territorio profesional altamente saturado. La proliferación de programas de dibujo y representación ha obnubilado a los que se forman y a sus tutores, haciéndoles olvidar donde está la realidad productiva y la dirección de los procesos relacionados con la construcción y la economía del sector.Deberíamos exigir que los centros de enseñanza cambien radicalmente, para que formen sobre lo que realmente se necesita y con ello no generar más ineficiencia. Recuperando en primer lugar las especialidades que son parte integral de nuestra profesión: constructivas, estructurales, de diseño y cálculo de instalaciones, presupuestarias, legales, etc. La certificación energética de la edificación y las estrategias para la rehabilitación y reforma de espacios existentes son nichos que están surgiendo y a los que no les prestamos la atención que merecen. Es precisa una perspectiva transversal que incorpore la actuación de muy diversos especialistas. Porque ahí es donde somos realmente buenos, tendemos a superar las visiones estrechas y somos muy capaces de coordinar la participación de agentes y disciplinas muy heterogéneas.