Cuando hablamos de artistas, entendemos generalmente por estilo a las características que le identifican de otros colegas. Recíprocamente, hablaríamos de ausencia de estilo cuando nos referimos, bien a creadores que han intentado constantemente buscar nuevas maneras de expresarse o bien a otros que nunca han encontrado su lugar bajo el sol.
En arquitectura (como en cualquier otra disciplina artística) conviven arquitectos con una voluntad de estilo propia que los hace fácilmente identificables, con otros en los que cada uno de sus trabajos supone una nueva intención de avanzar.
Recuerdo en la escuela de arquitectura la pregunta que un día dejó en el aire uno de mis profesores:
- ¿Por qué los arquitectos, una vez que han alcanzado la nota máxima en una de sus obras (una vivienda unifamiliar, por ejemplo) no se suelen conformar con repetirla en otro lugar? ¿Por qué esa necesidad de cambiarlo todo, casi todo o la mayoría de las cosas en cada nuevo encargo? ¿Sería lícito volver a visar planos casi idénticos? ¿Les cobramos a nuestros clientes exclusividad o nuestros honorarios implican sólo atención, dedicación, competencia y responsabilidad?
Pudiera venir a cuento todo esto del concierto que Caetano Veloso nos ofreció en Madrid el pasado 21 de julio (Veranos de la Villa 2010).
Frente a músicos que repiten constantemente sus melodías o incluso sus letras, Caetano (67 años), no contento con vivir confortablemente en el lugar que le ha hecho mundialmente famoso (la bossa nova), se ha reinventado completamente.
Es evidente que el público madrileño (hacía 7 años que el cantante no actuaba en Madrid) tiene derecho al desconcierto y al asombro, pero pasada esa primera impresión queda en el recuerdo la voluntad de experimentación de un hombre que ya ha pasado la tradicional edad occidental de jubilación.
Quizá no asistiesemos al mejor concierto de Caetano Veloso. Quizá no sea su mejor disco. Quizá no estemos hablando del más poético, del más glorioso. Pero no hay duda de que allí, rodeado de 3 músicos a los que doblaba sobradamente la edad, había un artista que todavía tenía muchas cosas que decir.
Fisac, Higueras, Saiz de Oiza y muchos otros arquitectos se reinventaron constantemente. Algunos lo llaman ausencia de estilo. Para mí se trata, simplemente, de genio, capacidad creativa y muchas ganas de vivir.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com
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