Hay algo que llegamos a valorar demasiado tarde: Los abuelos. Y no me refiero a los abuelos que hacen de padres, a los que mantienen a familias con sus pensiones, o a los que se desviven porque todo fluya con normalidad. Esos no tienen el cielo ganado, tienen una parcela y una casa de lujo. Hoy hablo de los abuelos con superpoderes.
Los abuelos son esas personas que mirabas con extrañeza mientras te preguntabas por qué tenían el pelo blanco y muchas arrugas. Esas personas que te contaban cosas de cuando tenían la edad de tus padres, y te las contaban muchas veces...
Los abuelos siempre te daban cariño, aunque estuviesen tristes porque ya no estaba el otro abuelito o aunque hubiesen discutido con tus padres. Los abuelos siempre estaban ahí de manera incondicional.
Los abuelos te daban dinero y te decían "no se lo digas a tu madre" o te compraban pasteles para merendar y lo acompañaban con otro "no se lo digas a tu madre". Siempre tenían tu comida favorita lista cuando ibas a comer y aunque no tuviesen juguetes en su casa, nunca te aburrías.