Aceite de caléndula para masaje: hazlo tú mismo

Por Fcv
La caléndula es una humilde flor de un vivo color naranja que crece salvaje en caminos y montes. Apreciada desde antaño por las abuelas, tiene buenos efectos y se ha consumido en infusión como remedio para un sinfín de molestias. Pero todo su potencial curativo se puede llevar al uso externo y enriquecer un aceite corporal o de masaje. Las flores son gratis. El enriquecimiento del aceite, también. ¿A qué esperas para fabricarlo?

Esta es la caléndula. Seguro que la has visto a menudo.

El aceite de caléndula es el resultado de la maceración de las flores de caléndula en una base grasa vegetal. Las sustancias útiles de la caléndula son liposolubles, es decir, se disuelven en grasa. He utilizado como base un aceite de almendras dulces, de uso muy común y excelentes propiedades para la piel. La preparación es muy sencilla:
→ Despositar las flores en un frasco de cristal.
→ Cubrir completamente con el aceite.
→ Cerrar el frasco y dejar macerar.
Dicen que con unos 20 días o un mes es suficiente para que el aceite absorba los nutrientes de la caléndula. Pero las prisas no son buenas y lo voy a dejar tres meses macerando. No se va a estropear sino al contrario: exprimirá muy a fondo el potencial de las flores.
Durante el tiempo de maceración es conveniente que el frasco repose en un lugar de temperatura estable, sin fuentes de olores ni ruidos cercanas, con poco movimiento y en penumbra. Sin embargo, una vez al día podemos moverlo suavemente y viene bien exponerlo un par de horas a la luz solar (para ayudar al trasvase de nutrientes por fotodescomposición). Hay quien le da al asunto un cariz más místico o ritual y lo expone a la luz del Sol y de la Luna para que se cargue de energía Yin y Yang.
Pasados los tres meses o el tiempo que hayamos designado, hay que filtrar el aceite para separarlo de cualquier partícula sólida y envasarlo en frascos de vidrio opaco. Y ya está listo para usar. El aceite de almendras dulces es un excelente medio deslizante para el masaje, es hidratante, emoliente y vagamente antiinflamatorio. Se puede usar en el cuerpo y el cabello y en todas las zonas delicadas, como la planta de los pies, las manos, el rostro y en la piel de los bebés. Es antioxidante, por lo que colabora en la regeneración cutánea y la tersura. Es apto para todos los tipos de pieles. Sólo está contraindicado en caso de alergia a los frutos secos.
La caléndula lleva un paso más allá el efecto dermatológico. Muy buen antiinflamatorio superficial y remedio contra problemas cutáneos como prurito, psoriasis u otras dermatitis, piel atópica y reacciones alérgicas leves. La caléndula vierte en el aceite sustancias capaces de inhibir las prostaglandinas, que están detrás de muchas inflamaciones dermatológicas. Estimula la regeneración cutánea y ayuda en problemas vasculares superficiales: edemas, venas varicosas, telangiectasias y similares.

La mezcla en el frasco. Ahora a esperar...


Como truco para conservar más tiempo el aceite macerado, se le puede añadir un chorrito de aceite de girasol (mejor ecológico, de herbolario, que el de cocina). El girasol es muy rico en vitamina E o tocoferol, que es antioxidante y liposoluble y funciona como conservante natural. No es que el aceite caduque, es que es un medio magnífico para el crecimiento bacteriano y por tanto pueden enranciarse. También se le puede añadir aceite esencial de árbol del té, como antiséptico, tanto para la conservación como para la piel del receptor; y/o de lavanda, como complemento a la caléndula y para conseguir efecto relajante.
Fácil, ¿no? Dentro de tres meses contaré el resultado.