Yo tardé bastante tiempo en aceptarla, y os puedo asegurar que éso generó un sufrimiento innecesario. Por otra parte, me imagino que todos tenemos que pasar por nuestros propios procesos internos, y que eso lleva tiempo. Aunque estoy convencido de que, aceptar la ansiedad, es el kilómetro cero de toda recuperación.
Muchas veces confundimos la aceptación con otras cosas. En ocasiones, pensamos que estamos aceptando algo cuando en realidad no es así. Aceptar NO es resignarse. La resignación implica pasividad, abandonarse a la deriva. Y para salir de la ansiedad se necesita una acción serena por el camino adecuado y con las herramientas precisas. Aceptar NO es resistir. Cuando nos resistimos hay tensión, hay una lucha que en sí misma está produciendo más ansiedad. Aceptar no es atrincherarse, apretar los dientes y aguantar. Además, ello provoca un desgaste tremendo, que sólo te lleva al agotamiento. Aceptar NO es ignorar lo que sentimos, pensamos o acontece. De la misma manera que al mirar al cielo, no podemos ignorar las nubes. Queramos o no están ahí. Aunque hay que ser conscientes de que en el cielo, no sólo hay nubes.