Acequión 2013

Por Jgomezp24

Todavía recuerdo el comentario de Rafa Bernabé (Viñedos Culturales) a finales de julio, primeros de 2013: "¡estamos vendimiando moscatel en La Mata!" Me sorprendió porque en los viñedos del parque natural de La Mata (en Torrevieja, Alicante), la vendimia es de las primeras de la DO, pero tanto...No sabía yo que Rafa tenía en la cabeza algo como Acequión 2013...Si en Benimaquía. Tinajas podemos beber, oler, zambullirnos casi, en la manera más tradicional de hacer vino tranquilo en La Mata (con tinajas de barro, larga maceración con pieles, levaduras del viñedo y basta), con esa misma moscatel de Alejandría da ahora Rafa un triple salto mortal sin red. Y cae, como siempre desde que yo le bebo los vinos, de pie. Acequión es, por así decirlo, el complemento de Benimaquía. Sin tanto contacto con las pieles (prensa bastante antes), pero con fermentación también en tinajas y la misma filosofía de no añadir nada que el viñedo y la tierra de La Mata en cada añada no ofrezcan, tenemos ahora en la copa, un método ancestral. Una de las mejores y más naturales formas de proteger y conservar un vino es hacer que el CO2, el carbónico que libera la fermentación espontánea del mosto, actúe de forma inmediata y prolongada.
Eso se puede hacer con lo que se llama "método ancestral": el mosto que todavía no se ha convertido del todo en vino, se embotella (con azúcares, pues, que siguen siendo "comidos" por las levaduras del viñedo y convertidos en alcohol). Y en la botella finaliza la fermentación alcohólica conservando normalmente una buena burbuja y, a veces, algo de azúcar. Este Acequión 2013 está seco por completo y ha hecho, además, la fermentación maloláctica en botella. Conserva de forma íntegra y muy atractiva la fuerza y el encanto de la tierra donde se ha hecho la uva, junto con las cualidades de un espumoso: los sabores, los aromas con carbónico y sin más sulfito que el de la fermentación, te llegan con una nitidez enorme. Es un vino de una dualidad que sorprende y enamora: en la nariz, la moscatel de Alejandría se abre y te embriaga como la flor de azahar, como la rosa primera, como la retama. La piel de la uva se percibe al instante y su poder aromático enamora (por lo menos a mí, que soy loco de los moscateles...). En boca, la sequedad del lugar te aprisiona, la salinidad, la acidez, la astringencia y cierta nota caliza te dicen su secreto sin ambages: ¡soy de La Mata, en Torrevieja! Con una hora y un poco de oxígeno, el vino (que para nada se mostró reducido), se abre al brezo, a la mandarina de primavera, a la miel de las abejas que zumban junto al mar cerrado que refresca las cepas. Un vino que, aunque no haya nacido para eso, podrá envejecer muy bien. Un vino, sin duda, que es de placer y que se puede tomar, además, a cualquier hora y en cualquier proceso, pre- o postoperatorio.