Acerca de lo grupal

Por Pilarrojas
Cuadro: Viejo y vieja tomando sopa. Francisco de Goya

Freud en 1920, en Psicología de las masas y análisis del yo, abre una nueva dimensión, un nuevo decir sobre lo grupal. Plantea que no hay diferencia entre la psicología individual y la psicología social o colectiva. Siendo, para Freud y para nosotros, la psicología individual, al mismo tiempo y desde el principio, psicología social. Esto es así porque el otro, como semejante, forma parte de cada uno ya sea como modelo, como auxiliar o como adversario. Esto quiere decir que todos y cada uno somos masa y somos individuos singulares.


Como grupo repetimos el primer grupo al cual pertenecimos: el grupo familiar y como masa repetimos la forma más primitiva de sociedad: la horda primitiva.


Y no es necesario integrarse en una aparente multitud para que se ponga en acto la psicología de las masas, pues sabemos que se puede hablar de colectividad de dos personas, baste como ejemplo la relación de los hijos con los padres, la relación con la persona amada, con los amigos.


Freud en el trabajo mencionado diferencia entre multitudes efímeras y duraderas, homogéneas, naturales y artificiales, además de sus posibles combinatorias. Sin embargo, la estructura que mantiene el vínculo y, también, lo que cohesiona es siempre lo mismo que denominamos estructura libidinal. Freud al producir la noción de libido subvierte la noción de sugestión y determina que es por el amor, por miedo a perder el amor, el amor de los otros, que el hombre llega a una cierta renuncia de sus propios deseos personales y su realización inmediata, siendo de esta manera el amor el medio por el cual el ser humano entra en la cultura.


Freud cuando nos habla de la identificación como una categoría estructurante, se detiene con la misma intención e importancia en tres modos de identificación o tres formas de enlace afectivo con «el otro» que producen transformaciones tales en el sujeto que constituyen, en él, lugares claves de su estructura: El Ideal del Yo, el objeto y el deseo.


Freud, también, nos aporta las patologías de la identificación. Todas las identificaciones van a ser posibles después del acontecimiento de la identificación primordial que produce la formación del Ideal del yo (que posibilitará todas las relaciones con el otro sexo, cuando el objeto amoroso ocupe el lugar del Ideal del yo) y la formación del yo (que posibilitará todas las relaciones con el mismo sexo que el sujeto, cuando el objeto amoroso ocupe el lugar del yo). La misma identificación que nos permite constituirnos como sujetos del deseo nos va a permitir, también, identificarnos al síntoma del otro, produciendo la estructura clínica de la histeria o bien aquella identificación que nos permite la identificación narcisística, también, nos permite identificarnos con el objeto perdido produciendo la estructura clínica de la melancolía.


En la identificación colectiva o en la grupal se ponen en juego los tres tipos de identificación y no por ello los elementos que forman el grupo pierden su individualidad, sino más bien, se multiplican las diferencias entre los integrantes ya que cada uno se identifica en grado diferente.


Pienso que en este momento de la conversación sería bueno remarcar que, sabiendo que el hombre no es un animal gregario sino un animal de horda, es decir, esclavos buscando amo, más que sed de libertad tenemos sed de ser dominados, por eso que en la mayoría de los casos fraternizar siempre acaba en disgregación, siempre en atentados contra la libertad. Por eso función primordial y, a veces, única del coordinador, es hacer entrar al grupo en la dialéctica del deseo inconsciente donde ningún amo es absoluto, ni siquiera la muerte, ya que la paradoja de lo imposible que plantea el deseo pone en cuestión toda armonía, toda circularidad, toda dependencia que no esté regida por el significante.


Ya que en el orden del significante no sólo la carencia del hombre es la misma que la carencia de la mujer, sino que la carencia del esclavo es la misma que la carencia del amo. En definitiva, para la dialéctica del deseo la propia poesía no pertenece a nadie, es decir, cualquier ser parlante puede caer en la ilusión de poseerla y esto puede resultar de suma importancia para el desarrollo de los talleres de poesía./…


Miguel Oscar Menassa. Del libro Freud y Lacan hablados 2