Como hemos estado dos meses sin salir de casa, tiempo hemos tenido de hacer cosas, que no sé cómo hay quien se aburre. De todo ha habido, música, libros, cocina, dibujos y acuarelas entre otras perversiones. En la entrada anterior casi todo eran dibujos; en ésta todo acuarelas. Casi todas ellas salen de una foto, incluso un cactus que tenía a mano en el balcón, pero me resultó más cómodo usar el punto de vista de la fotografía ya hecha. La anterior es la última que he pintado, viendo una foto de mi amigo Luis Piqueras de un camino rodeado de encinas en La Mejorada, un parque de Alpera, en Albacete. Un encinar centenario. No he podido resistirme, entre otras cosas, porque resulta que yo viví casi diez años en Alpera, en una calle que se llamaba como el parque porque terminaba precisamente es ese encinar. Aunque lo disfrutábamos con frecuencia cuando lo teníamos tan a mano, tal vez sea desde que cambiamos ese paisaje por el de mi calle en Albacete cuando percibimos del todo la magnitud de la tragedia y empezamos a considerar que habíamos estado muchos años acostumbrados a ese lujo de la naturaleza. La costumbre hace con frecuencia que ciertas cosas cotidianas no se aprecien en lo que valen. De forma que pinto esas encinas y mientras lo hago me parece que estoy paseando por ese camino tan conocido.
es la primera vez que la pinto. Ni la segunda ni probablemente la última.
Y terminé el reto con esta séptima acuarela sobre unos árboles de Aranjuez, de una foto propia y que ya hemos pintado anteriormente. Sería curioso poner juntas las acuarelas que salen de una misma foto, totalmente diferentes.