Los ejemplos de áreas de fricción abundan, como cuando se argumenta que la mutilación genital (por cierto, femenina y masculina, según sea el profeta que se siga) tiene una justificación religiosa, o cuando se segrega por sexos en los colegios, se imponen vestimentas, también etcetera.
Una parte compleja es la valoración de lo que puede hacer de los derechos de los niños el adoctrinamiento. Ya sea en el ámbito familiar, la escuela, el seminario, madrasa, yeshiva, o cualquier otra escuela confesional, el propósito central de la educación doctrinal es la inducción de principios concretos y, a menudo excluyentes, que modulan las ideas y el comportamiento en ámbitos que, en las religiones integristas, exceden el puramente religioso. Similar es, en los estados totalitarios principalmente, el adoctrinamiento político.
Los que lo hemos sufrido nos podemos considera supervivientes de la libertad. Pero no olvidamos las dificultades administrativas causadas por haber incluido en nuestra formación, en el bachillerato y en los estudios superiores, las asignaturas de Formación del Espíritu Nacional con la misma categoría que la Anatomía o la Patología Quirúrgica. Traducir el expediente académico a otros idiomas, de paises democráticos, resulta casi imposible si no se acompaña de una explicación vergonzante.
Es de lamentar que, en paises de democracia incipiente o incompleta, la utilización de los niños en actividades supuestamente políticas, ponga en evidencia limitaciones de los derechos de los niños. Hace unas semanas lo hemos manifestado en la entrada del blog dedicada a los derechos de imagen de los menores por parte del estado. Por cierto que ese post es el que más visitas ha tenido en lo que va de año: más de 6.000!!, de lo que nos congratulamos. La presencia de niños en las manifestaciones en Cataluña también merece críticas. Como las merece la denuncia de que en un sistema escolar concreto, por utilizar una lengua tan oficial como el español, se califique de adoctrinamiento la enseñanza.
Los pediatras sociales podemos y debemos hacer abstracción de muchas cosas, pero mantenemos la obligación de denunciar los abusos que afectan a los menores.
X. Allué (editor)