En pleno 2018 a uno le gustaría pensar que el mundo entero vive en un Estado de Derecho, donde todos podemos expresar nuestra opinión sin represalias, pero la realidad es dura y obras como “Nunca volveré a ver el mundo: Textos desde la cárcel” dejan claro que todavía hay mucho camino que recorrer antes de llamarnos una sociedad global pacífica y avanzada.
Altan está recluido desde entonces en la cárcel de Silivri, a las afueras de Estambul, desde donde deja volar su imaginación e intenta volver a sentir lo que es ser libre a través de la literatura. Ya que, como él mismo dice, ser escritor te hace libre y te permite superar cualquier tipo de barrera o prohibición, sin importar que esta sea física o emocional.
Leer “Nunca volveré a ver el mundo: Textos desde la cárcel” nos da una perspectiva diferente de la vida, nos enseña que mientras que en muchos países disfrutamos de una calidad de vida muy alta, que no terminamos de valorar, en otros sitios todavía están luchando por derechos fundamentales. Vivimos en una situación privilegiada que damos por sentada, olvidando que años antes fueron muchos hombres y mujeres los que lucharon para que las cosas cambiasen a mejor.