Las personas más ancianas hablan desde su propia experiencia. Tienen más años que nosotros y conocen a ciencia cierta que “Esto también pasará”.
Cuando el agujero es profundo tienen dichos como: “Dios aprieta pero no ahoga” o similares. Creen que al final todo saldrá bien…
Pero… ¿Por qué sienten eso?
Quizás porque han vivido y mucho. Y saben dilucidar lo realmente importante de lo accesorio.
Y todo gira entorno a una sola cosa… Viven cada día como si fuera el último.
Puede ser que algunos se lamenten de no haber comenzado antes a “disfrutar” de lo importante. Por eso muchos dan “consejos” y te animan a viajar, o a leer más...
Olvida por unos instantes la edad que tienes y las obligaciones que te has impuesto.
Ahora, imagínate hoy con 90 años.
Tu mente está lúcida y tu cuerpo te acompaña en la aventura.
Es posible que tengas alguna limitación pero has aprendido a vivir con ella.
Hoy no tienes nada que hacer.
Tan solo levantarte y respirar.
Asomarte a la ventana y volver a sentirte viva.
Visualízate a ti misma incorporándote despacio de tu asiento y realizando las tareas diarias más lentamente.
Todo está tranquilo.
Nada en tu mente te perturba.
Hay un pasado que recuerdas, pero que no te produce nostalgia sino regocijo.
No piensas en mañana. Solo en hoy.
En lo que vas a hacer sin prisas. En que vas a comer, donde vas a ir a pasear, cuanto tiempo pasarás delante de ese paisaje que tanto te gusta…
Te sientes afortunado.
Te has acostumbrado al calor, al frío o a los dolores.
Todo está mitigado.
Nada es tan importante como lo era ayer.
Y eso te relaja.
Ya no hay pensamientos recurrentes que te aten.
Ya no existen esos miedos o preocupaciones que tenías.
Todo está en calma.
Pensando en el siguiente minuto que vivirás.
Hoy sonríes sin motivo aparente.
Pero sabes que sí existe.
Hoy sabes que…
Al final todo saldrá bien.