Al sur de la memoria

Por Víctor José Guindo Singh




Cuando uno parte hacia una guerra, sucede que nunca regresa del todo...
106-928... 106-928... aquí, 49 29 36... aquí, 49 29 36...

A la mañana, pasó la “Caravana Diamantera”; se le llamaba así a una larga caravana de potentes camiones Mack, Volvo y de otras marcas que avituallaban las minas de diamantes del Norte Angoleño, decían, en las provincias de Lunda Norte y Lunda Sul.

Cuando atravesaron el Dispositivo Defensivo camino del Sur, hacia Malanche y de regreso a sus bases, quizás en Luanda, hicieron un alto a la entrada del Dispositivo y los soldados se desbandaron a luchar la pacotilla que era ese tipo de intercambio de esto por lo otro y Kuanzas, para el sueño del regreso a Cuba y los regalitos que les llevarían a Mamá, La Noviecita, Papá, Tíos y Hermanos y otros de la Familia aquella que nos mantiene vivos en la peligrosa distancia de La Guerra que nos envuelve y que nunca llega a pertenecernos por completo; esa guerra en la que morimos, vivimos; sobrevivimos; somos heridos o vemos de todo eso en los que nos rodean y que nos lleva a preguntarnos, en algún momento: ¿Qué hago aquí? o ¿Cómo he llegado a formar parte de todo esto? o, Si escapo con vida de todo esto: chirrín chirrán; qué va; si yo ni me la he comido ni me la he bebido y los hijos de aquellos Mandantes aquí no vienen ni de visita. Y, para colmo, estos a los que vinimos a “salvar” y a “liberar”, el grueso de ellos, se las pasan bebiendo Coporoto (aguardiente de maíz), con dos o tres mujeres que trabajan para ellos, de sol a sol, y que nos miran como a unos peligrosos intrusos en su intimidad tribal. ¡Qué hartura de aquella Vida inútil de Pito Pérez! desperdiciada en la flor de la vida, por una tierra extraña, con sangre común de los ancestros, quizás, pero que nada más allá. Pero las guerras se harán por algo más que la libertad, y la liberación; y la liberalidad; quizás se hagan para propiciar el Libertinaje Rapaz de los libertadores en jefe y de sus contrapartes:

¡Sirvan una ronda para Todos los Cocotuses; pagan los imberbes soldaditos con su pura sangre de niños recién destetados!

Antes de mediodía, la caravana prosiguió su marcha y la pusimos en olvido apenas se precipitaron a tierra las últimas nubes de polvo y se apagó el sordo tronar de los potentes motores de la camionada bufante. Cuando comenzó a anochecer comenzaron una especie de carnavales distantes, con bengalas; intermitentes de las balas trazadoras y el pum, pum; trac, trac, trac en la distancia; posiblemente en ese lugar mítico llamado El Sartén, donde freía la UNITA (fuerzas de Jonás Sabimbi, opositor armado) a los caravaneros que pasaban por allí, situado quizás entre X y Y kms Sabana abajo.

Al día siguiente, una Columna de Infantería Ligera de las FAPLA (ejército angoleño) con no más allá de Morteros de 60 mm cruzó el dispositivo hacia El Sartén; llevaban algunos camiones soviéticos que aprovisionaron con algún combustible en la base nuestra y prosiguieron su rumbo después del correspondiente ritual pacotillero con nuestros aguerridos soldados criollos, expertos en el cambalache. Todos eran Angoleños y se distinguían, más de la cuenta, algunos jabaítos y mulatos ablancaos del tronco africano portugués; uno de ellos, chofer de un camión, como cualquier muchacho del barrio Cubano, era demasiado blanco para ser negro y su pelo era demasiado áspero para ser de un blanco; que un jaba´o es un jaba´o ya sea de la blanca ó el blanco que se hayan cruzado con los negros o negras que sean, el idioma que hablen no importa.

Si bien casi que vimos y más que oímos el carnaval aquel que la UNITA le dispensó a la Caravana Diamantera, cosas del viento predominante tal vez, no volvimos a oír nada después de pasado un buen rato que la Columna FAPLA pasó por nuestro enclave camino de El Sartén. Pero como a las 22:00 Horas, se sintieron frenazos, imprecaciones y ráfagas de AKs en el Punto de Control de los Sectores 3 y 4 del Dispositivo, cerrado a cal y canto y minado ya mucho antes de esa hora porque había órdenes de la MMCA (Misión Militar Cubana en Angola) de cortar radicalmente el paso a través de la carretera que atravesaba el Dispositivo porque La UNITA, decían, iba de ataque en ataque al compás de los cantos de cierto Gallo Prieto al acostarse y levantarse; demás está decir la confusión que se formaría de noche, en medio de una penetración enemiga dentro del Dispositivo y el consecuente golpe de mano:

Bengalas, Alarma de Combate... !
...
-¡Ocupar posiciones!...
...
-¡¿Qué pasa; qué pasa?!...

-¡Nos están metiendo mano!...

Después resultó que a los que les habían atacado fueron a la Columna FAPLA y traían heridos graves (que murieron sin asistencia médica esa noche, porque no los dejaron entrar; que no había santos ni señas que valieran para casos como el atardecer, la noche, y la madrugada.)

El recuento de la mañana siguiente “nos convenció a todos de la posibilidad real del hecho” como dijera algún otro, por ahí,  al que también terminaron de convencer para siempre por suerte:

-Más de 10 muertos, no recuerdo cuántos exactamente; el jaba´o, chofer, que pudo ser muy bien de mi barrio, tenía un exacto hueco en el pecho, como la vulva de una mujer, probablemente conectado con su joven corazón; la herida estaba seca y ribeteada por los discretos girones de la camisa desgarrada por la metralla; él estaba del color de una vela, pálido, y el resto de sus camaradas negros estaban así como cenizos. Todos estaban tirados en el terraplén de tierra que servía de helipuerto y todos mirábamos hacia abajo, sin saber qué hacer; y no podíamos levantar la mirada de aquellos cadáveres.

-Número indeterminado de heridos. Balazos dados de todos los colores: uno que abrió un canal en el tabique de la nariz, atravesándola de parte a parte sin tocar los pómulos; otro balazo que, caprichosamente, trepó en espiral pierna arriba y salió por la rodilla. Balazos e impactos de metralla coleccionados en brazos, piernas, vientre, tórax, espalda, nalgas: Y un molesto olor a sangre mezclada con sudor y desinfectantes: Y unos rostros angustiados por el miedo y la derrota. Y los ojos perdidos en el vacío, preguntándose, tal vez: ¿Cuándo será la próxima y qué pasará conmigo? pero sobre todo aquella pregunta fatal: ¿Cómo he venido a caer yo en esta pesadilla y por qué; y qué gano aquí, alejado de todo y de todos, por una miserable paga que no me paga ni los disgustos ni el temor a caer el próximo?...


Epílogo.
   Ecos.

Recuerdos por sonidos...

Aves, floresta, insectos y reptiles...
Las flores, las palomas y tu pelo.
El olor de tu cuerpo, de tu falda; humedades y gemidos...

El Viento, La Sabana...
Los disparos.

Créditos musicales: Daniel Cabrera Pérez.
Declamación de  poema: Ana López.