Antes que nada, me gustaría delimitar de manera clara lo que entiendo por maestría y sus derivaciones. Muchos de nosotros, tenemos la falsa creencia de que la maestría está al alcance de unos pocos privilegiados y “eruditos”, cuyas excelsas capacidades permiten crear una dinámica y realidad inigualables. Nada más lejos de la realidad.
Esta perniciosa creencia es la que origina la desidia, la falta de esfuerzo y de compromiso necesarios para emprender un objetivo o tarea determinados. La sociedad de hoy en día, por lo general, no cree que se pueda conseguir una maestría o un dominio en una o diversas facetas, y se contenta con controlar de manera más o menos acertada los acontecimientos y realidades que suceden. Se asume una postura de control y no de indagación, de cumplimiento y no de mejora continua. De esta manera, resulta difícil lograr una sociedad que vele por el bien común y por el crecimiento real de todos los que la integran.
La maestría real no depende del grado de capacidad innata que posee una persona, sino más bien del grado de interés, coraje y responsabilidad de la persona en cuestión. Es el compromiso inquebrantable lo que propicia establecer los mecanismos que generen una verdadera maestría. La maestría produce una vibración especial, ofrece esperanza, desafía nuestro ser y es provocativa y resolutiva. Nos recuerda además nuestras grandes posibilidades como seres humanos.
Para lanzarnos decididamente a lograr la maestría debemos tener en cuenta ciertos aspectos. Debemos aprender a soltar la mochila emocional del pasado, y a no tolerar bajo ningún concepto la negatividad. La negatividad rompe toda ilusión, ganas y progreso; dinamita nuestro afán de ser mejores, más grandes y más sabios. Nos deja en una posición de inactividad y duda que impide nuestro progreso y excelencia. Cada uno de nosotros posee muchas más opciones y alternativas de las que percibimos actualmente, y si somos audaces, empezarán a abrirse puertas que ni siquiera sabíamos que existían.
Otro requisito fundamental para alcanzar la maestría es ser excepcional en lo que uno hace. La maestría requiere entrega, ganas, decisión y responsabilidad. El dominio de cualquier oficio o faceta requiere altas dosis de entrega y de pasión. Sin pasión resulta literalmente imposible llevar tu vida, tu empresa y tu organización al siguiente nivel. Es una conditio sine qua non. Debemos adoptar también una manera de ser excepcional. Convertirnos en personas cordiales, compasivas, creativas y comprensivas a cada momento y en cualquier circunstancia. Que tu alrededor note el calado, la profundidad y la verdad con la que profesas las cosas. Eso marca la diferencia y es lo que te catapultará al siguiente nivel de excelencia.
En definitiva, la maestría logra sacar a la luz lo más genuino y verdadero de nosotros. Nuestra naturaleza ilimitada de poder llegar a cualquier cota que nos propongamos, conseguirlo, experimentarlo y disfrutar de ello. Debemos crear una cultura y una sociedad en la que la maestría logre ser el pilar de las experiencias y las relaciones humanas, y con ello, propiciar la mejora constante e ilimitada de cada ser humano. Seamos grandes y aspiremos a ello, porque es lo que conformará nuestra verdadera realización y felicidad. Es nuestra naturaleza, es lo que nos pertenece.
¡Feliz semana a todos! ¡Intensidad y pasión en todo lo que emprendamos!
“La vida te ofrece diariamente oportunidades para brillar; para pulir tus dones; para cortar tus cadenas; para alcanzar la maestría personal. Sé grande porque tu naturaleza es grande.”
(Robin Sharma)