Ha sido mi restorán de referencia en la estancia de Buenos Aires. Podía no haberlo sido pero se encontraba en los bajos de mi hotel (por otra parte, un establecimiento muy recomendable, en las estribaciones de San Telmo, junto a Belgrano: Moreno Hotel Buenos Aires, en Moreno 376) y algunas cosas en mi primera visita me encantaron: el local es agradable y tiene la luz correcta (lleva apenas cuatro meses abierto); la selección musical es la del mejor soul y jazz americano (es una música que me gusta) y tienen una carta con más de 400 vinos argentinos. Parece, casi, una pequeña alma gemela de Monvínic: la carta de vinos se presenta en una tableta informatizada (en este caso, iPad); la música; la gente que atiende es joven, muy amable, cómplice y, en algunos casos (aquí está la primera y mayor diferencia: en Monvínic todos saben mucho), suficientemente preparada. La segunda diferencia es que, a pesar de las 400 referencias, hay una clara decantación hacia la gran industria y poco cuidado hacia el pequeño e independiente viticultor. De esas referencias, demás, no más de diez se sirven por copas. Esa selección se mantiene a lo largo de toda la semana...La tercera diferencia es la cocina: muy correcta, con pequeños detalles porteños de calidad (la milanesa de pollo, por ejemplo, es deliciosa), pero muy lejos de la creatividad, elegancia, técnica y cuidado por la identificación del producto, que exhibe Sergi de Meià. En cualquier caso, es un local que llena cada noche y que, a lo que me pareció, está en el buen camino para convertirse en uno de los buenos restoranes de/con vinos de Buenos Aires. A poco que se lo propongan, mejorarán seguro y se convertirán en una referencia. No hay muchos sitios así en la capital.