Alegoría del deseo misterioso en el ocaso de una vida longeva en el Arte.

Por Artepoesia


En el museo de Historia del Arte de Viena, Kunsthistoisches Museum, existe una misteriosa y sublime pintura del extraordinario pintor veneciano Tiziano, La Ninfa y el Pastor. Es Tiziano uno de los casos más sorprendentes en el Arte: mantuvo su genialidad por casi cien años de vida. Nacido en 1477 en Cadore y fallecido en Venecia en 1576. Por tanto, vivió un periodo además de lo más revulsivo, inspirador y creativo en el Arte, el renacentista y el manierista. Ver sus obras es ver una evolución magistral, algo muy lógico en el devenir temporal tan prolongado de un genio y creador tan excelso como Tiziano. Por eso, cuando observé esta obra navegando virtualmente por imágenes de Arte, no sabía, al pronto, de qué autor era la pintura sobrecogedora... Si conocemos más o menos las obras representativas de Tiziano, sus Dánaes, sus Venus, etc..., era imposible identificar esta sugerente obra con su autoría. Pero, es casi mejor que la ignorancia del autor no condicione el gusto inicial por ver una obra de Arte. Y es imposible porque los rasgos faciales de las protagonistas femeninas de sus desnudos de obras compuestas diez o quince años antes son muy diferentes. También el paisaje y la pincelada mucho más gruesa ahora, así como el tono más sombrío, el acabado más suelto o más creativo, es decir, todo menos perfilado o correcto, como a cambio era antes, siguiendo las normas renacentistas más clásicas, y, por lo tanto, con un cierto modernismo ahora para la época, algo muy sugerente e innovador.
Interesante obra, sin duda, donde la Belleza estará en otras cosas... Pero, ¿dónde? Eso es parte del Arte más original llevado a cabo con un lienzo en las postrimerías del Renacimiento, entre los años 1570 y 1575. Y realizado además  por uno de los creadores más paradigmáticos en cuanto a Belleza renacentista fijada en un lienzo. En un paisaje no muy sugerente o atractivo, más por la textura y acabado y trazos artísticos que por el espacio elegido, se sitúan dos personajes muy manidos en la historia de la pintura: una ninfa y un pastor. De hecho, se ha tratado de identificar su relación con algunos personajes mitológicos conocidos, por ejemplo, en el caso de ella, Diana o Venus; en el caso de él, Endimión o Eneas. Pero, nada, no hay posibilidad más que de una arbitrariedad interpretativa de hacerlo. La realidad iconográfica es que no se puede elegir un nombre mitológico cualquiera para asociar una personalidad literaria mítica a unos representados que, en principio, no tienen esas características de un modo expreso. Son lo que parecen, no lo que pensamos que podrían parecer. Y lo que parecen son: una ninfa y un pastor. Ella no tiene pinta de diosa y el no la tiene de héroe. No hay más que mirar. Y al final de su vida, Tiziano fue en todo eso más simple, aunque fuese más complejo en la interpretación de su contenido. La figura de la ninfa, porque es una ninfa lo que parece, nos muestra todas las características de este tipo de personajes mitológicos anónimos: sugerencia erótica evidente, una cierta vulgaridad, desinhibición y naturalismo (personajes más campesinos o naturales que urbanos o sofisticados). En el caso del pastor, porque es un pastor lo que parece, el cuadro señalará los elementos propios de estos personajes: vestidos con ropajes simples, posición servil (impropio de héroes), los cabellos adornados por ramas y una flauta en ristre.
La representaciones de ninfas desnudas y sugerentes, solas, interactuando con un pastor, tienen una connotación erótica evidente. En este caso, además, el gesto de la ninfa es claramente seductor. ¿Hay un objeto iconográfico más deseable cuando se expone así? Independientemente de la belleza. Porque aquí son los símbolos eróticos no otra cosa. Pero esos símbolos, evidentemente sobresalientes en la ninfa, son acentuados por la posición, el gesto y la mirada. Es lujuria, es deseo..., no otra cosa. En el caso de él, sin embargo, hay una interpretación diferente. Aislemos el personaje: no es más que un pastor que desea tocar su flauta y mira embargado de amor... no de deseo. Es amor el proceso de su actuación contenida. No hay impulso, no hay contacto, no hay gesto exaltado de pasión. Pero en ella sí. La insinuación y la disponibilidad son evidentes. Hay un contacto expresivo de comunicación no verbal que indica un deseo inevitable. Pero no hay contacto ni intención. Tanto es el deseo que el pintor siente la necesidad de tocar ese cuerpo femenino. Y lo toca él... La mano que toca el brazo derecho de la ninfa, ¿de quién es? ¿Del pastor? Imposible. ¿De la ninfa? ¿Es ella misma la que se toca a sí misma? Pero, es que no parece ser su muñeca ni su mano, ¿o sí? Aunque es la única posibilidad real. No hay nadie más que ellos dos. Sin embargo, no es muy conforme a la belleza de los gestos renacentistas esa torsión tan forzada. Pero, aun así, ese gesto de ella misma reforzaría el deseo, aumentaría la emoción lujuriosa de ese momento. Siente ella la necesidad de tocarse para, así, comunicar la sintonía erótica que siente de ser tocada.
Pero hay otras cosas en la obra de Arte que representan erotismo o lujuria: las pieles, o vivas o muertas, de animales salvajes. En un caso sobre la que ella descansa, la piel de un tigre bajo su formidable cuerpo deseoso, en otro la piel viva de una cabra que se apoya, enhiesta, en un tronco roto. ¿Por qué el árbol está así, roto por la mitad? En otra obra muy anterior de Tiziano, Alegoría de las tres edades de la vida, se observa también un árbol así, roto y deteriorado. Pero entonces había que representar los diferentes momentos temporales de una vida humana: entre ellos la finitud, el fin de la vida. Por eso la figura simbólica de un árbol raído y a punto de morir... Pero, ¿y ahora, aquí, en esta obra de ninfa y pastor, dónde está la decadencia? En el pintor. Un creador que fue capaz de sentir tanto la belleza, la emoción física de la atracción de la belleza, ¿cómo puede conciliar esa fuerza arrolladora de años de irrefrenable inspiración con el lógico apaciguamiento de su deseo? Hay que pensar que, al menos, el pintor tendría ochenta y cinco años al pintar esta obra. Tal vez por eso compuso esa visión no armonizada con el deseo. El pastor admira y quiere agradar con su música -su Arte- la belleza inconteniblemente erótica y salvaje de su adoración. Sólo eso. Ella, sin embargo, es la modelo más deseosa e insinuante de todas las que el pintor crease en su larga y creativa vida. Un homenaje más que una alegoría al deseo de la belleza que el pintor pudo componer al final de su elogiosa y fértil carrera artística.
(Óleo La Ninfa y el Pastor, 1570-75, Kunsthistoisches Museum, Viena; Pintura Dánae recibiendo la lluvia de oro, 1565, Museo del Prado, Madrid; Óleo Venus recreándose con el Amor y la Música, 1555, Museo del Prado, Madrid; Todas obras del pintor renacentista Tiziano.)