El actual territorio portugués hunde sus raíces históricas en la antigua provincia romana de Lusitania.
Su población autóctona anterior, de etnia desconocida, se mezcló con gentes de origen celta a lo largo del siglo VI a. C. Luego, tras la llegada de romanos y cartagineses, absorbió el imaginario cultural mediterráneo, y esa simbiosis dio nacimiento a una de las más interesantes mitologías europeas, que actualmente continúa emparentada con la región española de Galicia.
Respetando parcialmente estos mitos antiguos, en cada uno de los valles del interior de la Lusitania se van difundiendo diferentes narraciones para explicar fenómenos naturales y sobrenaturales de carácter muy oscuro, donde los protagonistas ya no son dioses. En estos relatos predominan las historias de brujas, demonios y ritos relacionados con la luna , más suaves o moralizantes. Sin embargo, estos últimos cuentos son imperantes en otras regiones de sustrato celta, como las islas Británicas, Irlanda o Bretaña. No obstante, en el Alentejo, una región al sur de Portugal que posee la mayor concentración de megalitos de toda la Península, los guardianes de aquellas construcciones no son precisamente simpáticos elfos que salgan de sus cuevas al atardecer, sino las llamadas mouras encantadas, que ahora veremos.
Megalitismo en femenino: el Crómlech de los AlmendrosDetengámonos ahora en la morada y refugio de estos seres encantados: los megalitos. Se trata de un fenómeno constructivo prehistórico de origen y función desconocidas que aparece en todos los lugares del planeta casi al mismo tiempo durante el primer Neolítico europeo (5000 a. C. aprox.) y desaparece a mediados de la Edad del Bronce (1500 a. C. aprox.).
Los últimos constructores de la Edad del Bronce se llevaron a la tumba el secreto que esconden estas faraónicas construcciones (de hecho, algunos tuvieron el privilegio de ser enterrados a sus pies). Desde entonces todas las civilizaciones posteriores han querido interpretar estos restos generando infinidad de leyendas y especulaciones sobre su finalidad. En el caso del folclore lusitano, los megalitos han sido descritos desde muy antiguo como lugares donde habitan seres del inframundo, puntos de reunión para brujas los viernes por la noche o cuevas habitadas por serpientes que guardan tesoros. Estas historias quedan recogidas en los recopilatorios de cuentos folclóricos y leyendas llevados a cabo durante el siglo XIX por varios autores interesados en rescatar la riquísima tradición oral de la Península, entre los que destaca el etnógrafo portugués Consiglieri Pedroso.
No es casualidad que el megalito más antiguo de Iberia y uno de los primeros del mundo esté en la región del Alentejo portugués. Los alrededores de la actual ciudad de Évora, su capital, albergan dos complejos megalíticos muy especiales: un inmenso dolmen de corredor en Zambujeiro (3500 a. C. aprox.) y el Crómlech de los Almendros, datado por radiocarbono en su primera fase con la increíble fecha de 4800 a. C. Para ponernos en situación, un dolmen o tumba de corredor es una estructura con forma de pasillo, creada por la superposición de losas horizontales y bloques verticales hincados en la tierra y cubiertos de piedras o tierra. Por su parte, un crómlech es un conjunto de bloques de piedra clavados verticalmente en el suelo en forma de círculo o elipse.
Lo inexplicable, tanto en los megalitos del Alentejo como los del Algarve y la Extremadura portuguesa, es que los enterramientos estudiados en sus inmediaciones recojan una proporción mayor de tumbas de mujeres que de hombres. ¿Fueron acaso ellas sus constructoras y promotoras? ¿Están las leyendas sobre mouras protectoras de megalitos basadas en una posible sociedad matriarcal jerarquizada? Todavía no hay respuesta para estas preguntas, pero la utilización continuada de los dólmenes para rituales de fertilidad y matrimonio hace pensar que su uso ha sido predominantemente femenino.
Casa dos Mouros en la sierra de Aboboreira.Cerca de la espectacular Sintra se encuentra el dolmen de Anta de Belas, donde aún hoy los recién casados pasan la noche juntos a la intemperie para poner a prueba si el matrimonio va a ser fructífero. Al norte, en tierras más agrestes, el dolmen de Serra de São Domingo sigue siendo el lugar elegido para un antiguo ritual donde las mujeres pasan la noche recostadas en la piedra como rito de fertilidad. Tampoco hace falta salir de la región central del Alentejo para encontrarse cualquier fin de semana, en mayo o junio, con celebraciones de bodas en los megalitos, donde el punto álgido de las ceremonias es dar tres vueltas en torno al dolmen o menhir local mientras la comunidad aplaude. No está documentado si estos rituales tienen su raíz en la reinterpretación cristiana de los megalitos que se dio en la Edad Media, o si tienen algún vínculo con tradiciones de la antigua Lusitania o incluso prerromanas. De cualquier modo, la Iglesia católica, que es predominante en Portugal, ha asimilado algunos dólmenes y les ha atribuido apariciones de santos y hechos milagrosos. En estos casos los dólmenes fueron bendecidos y convertidos en capillas, llamadas en portugués anta-capela. El ejemplo mejor conservado es el de Pavía y su capilla de San Dionisio. Por supuesto, no todos fueron incorporados a la tradición cristiana y muchos se destruyeron, tal como está documentado, sobre todo, en la región del norte (incluyendo también parte de Galicia), donde solían celebrarse en los megalitos muchos rituales paganos nocturnos, relacionados con cultos lunares, sin la aprobación eclesiástica.
: constructoras en forma de serpienteEl folclore lusitano, al igual que el del resto de Europa y Asia, está plagado de referencias a seres sobrenaturales que viven o se ocultan bajo el subsuelo. A veces estos lugares imaginarios tienen una puerta que conecta con el mundo de los vivos, y esa entrada suele estar en lugares remotos o inaccesibles. Señalemos que esto es común en cientos de culturas diferentes, incluida la más conocida por nosotros, la griega. En las leyendas portuguesas son dólmenes, cuevas, fuentes o arcoíris ( arco da velha en su idioma local; curiosamente, velha es el nombre de los legendarios constructores de megalitos). Los lugares de este tipo que más abundan en los bosques de Portugal son esas antiguas construcciones y las cuevas impenetrables que el imaginario colectivo ha hecho protagonistas de todo tipo de historias fantásticas. Rui Boaventura es el autor más destacado cuando hablamos de megalitismo lusitano, ya que tiene recopilados más de 3 000 megalitos hallados en suelo portugués desde mediados del siglo xix; una vastísima colección teniendo en cuenta el tamaño del país. El interés por estos temas volvió a la actualidad en 2014, cuando la Universidad de Helsinki publicó la interesantísima tesis doctoral de Henna Lindström, donde su autora hace un meticuloso estudio de la relación entre los megalitos y sus legendarias constructoras y guardianas, las mouras encantadas.
En prácticamente todas las fabulas europeas se relaciona la construcción de los megalitos con las mouras o espíritus del otro mundo. Estas misteriosas mujeres tienen cualidades similares: vida eterna, sabiduría en conocimientos ancestrales, juventud y belleza. Perfecta combinación para encandilar las mentes y disuadir a todo el que osara acercarse a los megalitos en busca de tesoros. Aunque tales leyendas se consideran de origen prerromano, la primera referencia que nos ha llegado donde aparecen mouras está en el libro de Vasco da Ponte Relación de algunas casas y linajes del reino de Galicia, publicado entre 1530 y 1535. En él se relata un viaje en busca del tesoro que custodiaban unas bellas mouras en una cueva megalítica llena de búhos. Nada quedaba al azar en aquellos relatos, pues los búhos son otra referencia a la sabiduría de las enigmáticas guardianas de tesoros (vuelta a Grecia, la lechuza de Atenea como símbolo de sabiduría, el cóndor para los Arapahotes...)
En una gran parte de estas historias, que siguen estando presentes en el imaginario colectivo portugués, también aparecen mouros; pero, al contrario que su versión femenina, ellos no son encantadores, bellos ni sabios. Son todo lo contrario, son agresivos, rudos y solo están interesados en los bienes materiales. De hecho, en las leyendas nunca son protagonistas, sino meros guardianes de los tesoros. ¿Por qué esta gran diferencia con respecto a las mouras? ¿Qué motivación hay en la zona para dar más importancia a los seres sobrenaturales femeninos que a los masculinos? Es difícil de explicar en conjunto, pero con respecto a los mouros en concreto, el hecho de que sean caracterizados de forma mucha más avara y cruel en el sur hace pensar a los investigadores que se trata de historias posteriores, probablemente tardo medievales, asociadas a la imagen negativa de los musulmanes africanos, que se extendió por los reinos cristianos tras la reconquista. El parecido lingüístico con el término "moro" ha dado lugar a equívocas interpretaciones sobre su origen, pero el hecho de que la misma palabra se utilice también en las islas británicas y en algunas zonas del norte de Europa sin conexión con las conquistas norteafricanas deja a un lado cualquier confusión.
Las apariciones de mouras y su interacción con el mundo real están relacionadas con los momentos de solsticios, equinoccios y plenilunio (casualmente, justo cuando los megalitos son utilizados de forma ritual). Es entonces cuando transmiten su conocimiento ancestral y destreza a las personas que se acercan a visitarlas con la actitud adecuada. Las manifestaciones de mouras en las leyendas pueden darse en forma de animales, como toros, vacas, cabras o serpientes. En este último caso, tal como se recoge en los estudios etnográficos de autores portugueses, son representadas cantando y peinándose largas cabelleras rubias o pelirrojas, lo cual dispara la imaginación del oyente y le crea una contradicción, ya que se mezclan las sensaciones de terror y respeto que infunden las serpientes en las zonas agrícolas con la sensualidad y la sabiduría, al dotar a estos seres de voz embaucadora y atributos femeninos. La figura de la serpiente está también asociada a las pinturas rupestres, cercanas a yacimientos megalíticos en el suelo lusitano, cuyo apogeo tuvo lugar bien entrada la Edad del Bronce. Estos se vinculan además con divinidades femeninas europeas de la fertilidad, como la minoica Rea, la fenicia Astarté y las griegas Artemis, Atenea, Hécate, Deméter y Perséfone (la reina del inframundo). Por otro lado, son conocidas las representaciones de serpientes devorando el sol; alegorías del ciclo de la vida y muerte o de las estaciones, ya que los ofidios hibernan en madrigueras en el subsuelo (el Mourama o inframundo de la mitología portuguesa) y mudan la piel, así que resultan perfectas para explicar los ciclos de muerte y nacimiento.
ConclusiónEn resumen, la función de los incontables megalitos que se yerguen sobre suelo portugués seguirá siendo un misterio en los próximos años. Aun así, tanto los nuevos estudios sobre sus alineaciones, como las excavaciones que están sacando a la luz nuevos datos acerca de la existencia de una sociedad mucho más matriarcal de lo que hasta ahora se pensaba, dejan la puerta abierta a interpretaciones antropológicas muy interesantes. Hay que apuntar que esta región no ha gozado, como otros lugares, de la inversión necesaria para sacar a la luz cuanto se esconde bajo el suelo ibérico, por lo cual esperamos impacientes nuevos hallazgos y publicaciones.
También se han hecho nuevos descubrimientos en las Azores. Estas islas situadas en medio del Atlántico que actualmente pertenecen a Portugal, a consecuencia del expansionismo colonialista del siglo xv, se creían deshabitadas hasta la llegada de los europeos. Sin embargo, en una de sus islas, Terceira, en zonas militares anteriormente vetadas, se han localizado formaciones de tipo megalítico en Monte Brasil y en la Grotta do Medo ('gruta del miedo'). Aparecen, incluso, inscripciones rúnicas y cavidades circulares que no tienen similitud con los signos del megalitismo atlántico. Por si esto fuera poco, se ha podido fotografiar en la isla formaciones tipo cart ruts; largos surcos milenarios alineados, aparentemente artificiales, cuyo origen se desconoce y que han fascinado a los estudiosos desde hace décadas. Todo apunta, si esto se confirma, a que los habitantes prehistóricos de Lusitania podrían haberse aventurado hacia las rutas del Atlántico mucho antes de lo que se tiene oficialmente constancia. No obstante, todavía hay que esperar a que los arqueólogos consigan los permisos necesarios para excavar en estas zonas.
Las mouras encantadas, sin embargo, no necesitan ningún tipo de investigación para seguir estando presentes en las conversaciones de amigos y familiares en Portugal. La cuestión del posible matriarcado prehistórico continúa en el aire. El ejemplo más cercano en la Península puede ser el de la diosa Mari de la mitología vasca; divinidad que habita en cuevas y se manifiesta bajo una espeluznante forma de cabra en las leyendas locales. Allí donde se alce un megalito, los habitantes de la región seguirán manteniendo viva la llama de las mouras encantadas protectoras que, muy probablemente, hayan conseguido indirectamente que en algunos casos este patrimonio haya llegado intacto hasta nuestros días.
He escogido hablar de Portugal ya que está llena, literalmente de monumentos prehistóricos poco estudiados hasta hace varios años. El hecho de que hayan aparecido también en una pequeña isla de las Azores es muy significativo. Podría haber nombrado cualquier cultura, megalitos en España, incluidos nuestros archipiélagos, Francia, Inglaterra (Stonehege) y así hacia oriente, en cada isla, en cada pueblo, y cruzando el estrecho de Bering, toparnos con millones en América.
El tema de las mouras es interesante ya que toda leyenda esconde un poso de verdad. Una sociedad matriarcal es sin duda mi humilde opinión. Usted tendrá la suya.