Alergias: atacan con especial virulencia la piel y provocan reacción a los alimentos

Por Fat


Ha dejado de ser un clásico de la primavera. Hoy en día, las alergias se «solapan» a lo largo del año. Y su incidencia aumenta un dos por ciento en España cada 365 días. De hecho, una de cada cuatro personas sufre algún tipo de trastorno alérgico (en torno a diez millones de individuos).


Y el responsable no es otro que el tiempo, o mejor dicho, los cambios tan bruscos de temperatura y la contaminación acumulada por la escasez de lluvias. Porque, si bien «hasta ahora la evolución había sido favorable para los alérgicos gracias al agua caída a finales de abril, y que provocó un efecto de limpieza atmosférica y un descenso de las concentraciones de polen, este mismo tiempo lo que ha hecho es retrasar la polinización de gramíneas, por lo que se espera que sea más elevada», afirma Francisco Feo Brito, coordinador del Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Además, con el tiempo seco y soleado de estos días pasados, «el riesgo será más alto, porque el polen de gramíneas es dominante y hace que las alergias a otros pólenes se agraven, y mucho más que el año pasado, ya que en 2011 llovió de forma más continuada», matiza el coordinador de la SEAIC. 
Los alergólogos pediátricos reunidos en el Congreso de la Sociedad Española de Inmunología Clínica y Alergia Pediátrica, celebrado esta semana en Cádiz, también han advertido del previsible aumento de las visitas a urgencias de niños alérgicos al polen durante esta primavera.
Polisensibilidad
Ana Pérez Montero, jefa de Alergología del Hospital Universitario Quirón Madrid, explica que «este año está siendo extraño, y es probable que el retraso en la aparición del polen de gramíneas haga que en julio nos encontremos con síntomas de alergia». De ser así, podrá juntarse, por ejemplo, con los pólenes de quenopodiáceas, una polinosis asociada al cambio climático por la sequía y las elevadas temperaturas, y que suele mantener sus concentraciones más altas entre junio y octubre. «Esta especie se da sobre todo en Aragón, Valencia, y Castilla-La Mancha», dice Feo Brito. A ellos se sumaría un clásico que suele despertar entre marzo y octubre, y que se da en el área mediterránea: la parietaria que, según señala Feo, «es muy alergénica». 
También son preocupantes los pólenes que emergen en zonas en las que no eran nada frecuente hasta la fecha. Joaquín Quiralte, director de la Unidad de Gestión Intercentros Valme/Rocío, y jefe del Servicio de Alergología del Hospital Universitario Virgen del Rocío, apunta que «por ejemplo, el polen salsola kali es común en la zona del levante, pero en Andalucía era poco habitual y cada vez hay más». Lo mismo ocurre con el del ciprés, característico del invierno. «Es de altas montañas, pero al  desplazarse al nivel del mar, estamos encontrando polinizaciones secundarias en junio», dice Quiralte.
Y todo debido al cada vez más desértico clima  que sufrimos. Consecuencia de ello es el aumento de polución, cuya peor consecuencia en el terreno de las enfermedades alérgicas es que facilita que el polen sea más sucio, se traslade con mayor facilidad a través de las partículas de diésel y se adapte mejor a las mucosas. De esta forma permanece más tiempo en el organismo del individuo. 
Según aclara Anna Cisteró, responsable del Servicio de Alergias del Hospital USP Dexeus, «lo curioso del paciente alérgico es la dificultad que tiene a la hora de eliminar estas partículas contaminantes. Lo hace de forma más lenta, por ello se sensibiliza a otro pólenes que vienen detrás, es decir, que corresponden a la siguiente estación. De esta forma, los pacientes son cada vez más «polisensibilizados». «La contaminación exterior y la aparición de nuevos alérgenos, sumado a la predisposición genética, hará que en unos 10 años, la mitad de la población sea alérgica», apunta Pérez Montero.
«Nuevas» afecciones
Pero no sólo aumenta la virulencia de la alergia, sino que están cambiando los patrones sintomáticos. A la clásica tos, dificultad para respirar, moqueo e irritación, este año hay que sumar «la afectación de la piel», especifica Cisteró. «Lo estamos viendo bastante en la práctica clínica. Entre un 30 y un 50 por ciento de pacientes que presentan síntomas en la piel y no es una época habitual. Debutan con picores (prurito) y tienen urticaria. 
Tienen sensación de quemazón y de tener las manos más hinchadas. En algunos casos les salen ronchas», matiza Cisteró. Los ojos son otro punto diana. «La conjuntiva también se ve afectada debido a la sequedad del entorno y a la polución. El paciente tiene una sensación de cuerpo extraño en ambos ojos, y molestias por la afectación de las mucosas», comenta la experta del Hospital Dexeus.
Alimentos
Pero no sólo debutan con problemas cutáneos. Al parecer, según explica Quiralte, «en nuestra unidad estamos teniendo experiencia con una patología emergente, la esofagitis eosinofílica, una afectación de la mucosa esofágica de origen alérgico asociado a las proteínas de los alimentos. Los pacientes llegan a consulta con dificultad al tragar, reflujo, ardor, etc. Y son individuos que generalmente también tienen alergia a pólenes y a ácaros. Es un debut digestivo que antes se desconocía». 
La alergia a los alimentos ligada a los pólenes también es un síntoma con el que conviven algunas personas. Se debe, tal y como señala Cisteró,  a que las alergias comparten una serie de proteínas, es lo que se conoce como «reactividad cruzada». Y es que hay fuentes de alérgenos (como el polen, los ácaros o el huevo) que comparten las moléculas que producen alergia, de forma que una persona que esté sensibilizada a uno de estos alérgenos responderá a todas las fuentes que los contengan. «En el 20 por ciento de los casos, cuando evoluciona el proceso alérgico, el paciente desarrolla también alergia a los alimentos, como el melocotón, la sandía o el melón, es decir, a las frutas de verano», añade Feo. Uno de los más conocidos panalérgenos son las profilinas, proteínas estructurales de las plantas. Pueden estar en el polen o en otras partes y son responsables de que muchos pacientes con alergia al polen tengan picor o irritación e hinchazón de boca o labios cuando comen algunas frutas o verduras. 
Al respirar
La aparición de estos «nuevos brotes» no han desterrado las tradicionales señales de alarma, como la rinitis. Feo señala que «en torno al 40 por ciento de los pacientes que tienen rinitis, evolucionan a asma, una afección que en 20 años ha pasado a una forma crónica».
Para atajar todos estos síntomas, en función del grado de afectación, puede recurrirse a los antihistamínicos, broncodilatadores, corticoides e inhaladores. Todos ellos son tratamientos sintomáticos. Es la vacuna (inmunoterapia) la única que puede desterrarlos. «hoy en día las hay sublinguales y orales muy cómodas de usar. Pero deben seguir el tratamiento durante tres o cinco años de forma continuada», aclara Pérez Montero.
Por su parte, Joaquín  Quiralte concluye que «en pacientes muy graves, no polínicos, pero sí polisensibilizados, con un largo tiempo de evolución, obstrucción bronquial severa que dependen de corticoides para sentirse bien, se están aplicando tratamientos biológicos». 
Controlada desde el  teléfono móvil
Pese a que la inmunoterapia es una herramienta eficaz en la lucha contra la alergia, se estima que la mitad de los españoles no sigue de forma adecuada este tratamiento. En la mayor parte de los casos, el responsable no es otro que el desconocimiento de la enfermedad y la falta de constancia, ya que, aunque sienten la mejoría con la terapia, al año sólo continúan seis de cada diez individuos, y, a largo plazo, la mitad restante lo abandona, según apuntan desde la SEIC. Por ello, han lanzado dos aplicaciones para smartphone: Alergo Alarm (para médicos de primaria), y Alerta Polen. «Son gratuitas y dan información sobre los niveles de polen», explica el coordinador del Comité de Aerobiología de la SEAIC. Cuentan con un sistema de alarma para avisar al usuario cuando algún nivel de polen rebasa el umbral marcado por la sociedad. «Tienen un geolocalizador, por lo que podrá saber el estado polínico en la ciudad en la que se encuentre», concluye Feo.
**Pubblicado en "LA RAZON"