Algo pasa con la asistencia sanitaria (iii)

Por Carlos

En medio de la vorágine de políticas sanitarias basadas en los recortes de prestaciones y copagos quizás hayamos olvidado que al margen de esas medidas discutibles existen otras menos llamativas pero más importantes y sencillas. Quizás simplemente poniéndonos de acuerdo y explicando que un colesterol de 230 mg/dl puede no ser una enfermedad, que un PSA normal no es necesario repetirlo en cada análisis, que la periodicidad anual de algunos análisis, pruebas o revisiones no tiene sentido, que el ácido úrico por encima del límite establecido por el laboratorio no siempre tiene que tratarse con fármacos, que no siempre “el disconfort” se soluciona con pastillas, que la artrosis asintomática puede no precisar tratamiento, que la menopausia y el embarazo no son enfermedades, que los tapones de cera en los oídos no precisan ser derivadas al especialista siempre, que la mayor parte de los catarros no necesitan la toma de antibióticos “por si acaso para que no se baje al pecho”, que no todo lo que se vende en las farmacias tiene utilidad reconocida, que los límites mínimo y máximo de los intervalos de los parámetros clínicos en ocasiones son sencillamente una cuestión estadística… en fin multitud de cosas sobre las que los usuarios reciben informaciones contradictorias y que deben ser tenidas en cuenta en el trato diario con el paciente en nuestras consultas basado en la confianza cada vez mas deteriorada por una multitud de presiones e intereses ajenos a la salud.

La atención primaria es el “coche escoba” que recoge todo aquello que no puede extirparse, coserse, escayolarse o incluso medicarse y aunque todos coinciden en la teoría de que una atención primaria bien estructurada y dotada puede resolver el 80% de los procesos patológicos comunes, pocos son los que se lo creen y además son esos mismos que utilizan estos argumentos en las grandes convenciones los que adolecen habitualmente de la actitud y aptitud necesarias e indispensables para que sea una realidad terminando casi siempre por adoptar conclusiones como responsabilizar a la primaria del gasto farmacéutico sin tener en cuenta los condicionantes que todos conocemos y que no repetiré, como considerarnos incompetentes para determinar la duración de una incapacidad transitoria, como indicar al paciente que consulte con su farmacéutico sabiendo que el usuario no tiene recursos para distinguir entre titular y mancebo, como no habilitarnos para prescribir determinados tratamientos que por unas u otras circunstancias nos están vedados. Poco importa que ni especialistas ni inspectores incluyan entre sus tareas la visita domiciliaria y sea un familiar quien vaya a explicar la situación ante las instancias oportunas para fiscalizar dichos tratamientos.

Tenemos una buena sanidad a pesar de todo, a pesar de los políticos, de las políticas sanitarias, de los recortes, de las listas de espera, del déficit de financiación y de la desigual distribución de recursos entre niveles asistenciales.

Algo pasa con la atención sanitaria y parece que no importa.