La segunda foto (en esta ocasión, todas son mías), corresponde a un jurel en escabeche ligero, tomates deshidratados y canónigos de Bagos. Bagos (Fernando y Adri) representa para mí la quintaesencia de este post: un lugar para nada lujoso en el centro histórico de Pontevedra, donde todo se invierte en pasión y reflexión sobre la comida y los vinos gallegos. Su estilo es inclasificable, pero siempre andan persiguiendo el toque perfecto entre el sabor del producto y su combinación con otros que lo realcen. El ejemplo del jurel con el tomate es bueno: pura armonía, suave y sabroso y con un toque de alcaparras genial. El otro gran ejemplo, puede ser una sardina marinada en vinagre (al estilo de un boquerón, con agua, vinagre y sal) con la que estaban experimentando cuando estuve: el primer día me la dieron a probar sobre un lecho de fresa. Esa sardina mutada había marinado demasiado y la carne no reventaba en todo su frescor en la boca. La fresa, sin duda, no era lo suyo: introducía una acidez distinta y despistaba. Al día siguiente, el plato había cambiado por completo: fuera fresa y pura esencia en la boca. Genial. Gente inquieta, gente que sabe hablar y sabe escuchar, gente que conoce su tierra como pocos y que domina el panorama del vino, para servirte, siempre, lo más adecuado. Tienen, además, sus tesoros: hay que preguntar y charlar, antes de decidir! Cuidan mucho también los quesos: su tetilla gallega es punto y aparte. El día que me pierda, buscadme allí.
No quiero terminar sin hacer un brindis y una recomendación por un sitio especial y por un tipo único. Algo canalla (quizás), muy generoso, profundo conocedor del mundo del vino (en Galicia y fuera de ella), amigo de sus amigos, siempre con los brazos abiertos y la sonrisa a flor de labios, Miguel Anxo gobierna la cubierta más atractiva de Sanxenxo. A Curva, en los límites del pueblo, donde ya pierde su nombre para ser Portonovo, A Curva se encuentra, en efecto, en la última curva antes de darte de bruces con el mar y el puerto. En un lugar que te recibe con la calidez del vientre de la madre, un pequeño local y una terraza que se abren a cielo y mar permiten a Miguel Anxo ejercer de lo que mejor sabe: extraordinario anfitrión y mejor consejero de vinos. Es otro nivel de comida, más sencillo pero no menos suculento y sabroso: zamburiñas a la plancha brutales; sardinas rebozadas de ensueño; pimientos de Padrón ricos ricos. Pero lo mejor es su carta de vinos y su compañía. Tiene un listado de ensueño: ¿Sanxenxo? pensaba yo...esto más bien parece París o Londres. Todos los vinos interesantes gallegos, un montón de cosas del resto de España, gran atención por Francia y Alemania (capítulo aparte para una de sus pasiones: los champañas), aconsejados y servidos con frecuencia a ciegas (le gusta jugar, al chaval!!!), ofrecen un ambiente y un lugar ideales para los grupos de amigos que saben cómo disfrutar de la comida, la bebida y la compañía sin mirar el reloj. Gran sitio, mejor gente. No se lo pierdan.
Postscriptum. Esta entrega completa mi profano #Iter Gallaicum. La indulgencia plenaria no la habré ganado, pero un montón de amigos y de sitios a los que volver, sí. Y otro montoncito de sitios a los que quiero ir, también. Eso valdrá dinero pero no tiene precio. Millón de gracias a todos los que habéis hecho posible la redacción de estas notas.