Juan González Arjones me esperaba en el concello de Crecente, parroquia de Ribeira, muy cerca del río Miño. As Furnias es su vino y su proyecto. Ha sido (¡y es!) la vida de sus padres y será la suya. Espero...Porque Juan vale, es muy joven, tiene ideas y ambición de vino y una larga tradición que proyectar hacia el futuro (las cepas de su abuela, que cuida el tío abuelo, son casi como las de la Sra. Lola, no digo más: ¡y están bien activas!). Su principal viñedo es clásico de zona de aluvión, con arena, arcilla, un fuerte componente de granito y cuarzo. Juan no cultiva la tierra. Juan tiene cubierta vegetal (que es la que la compacta) y su segadora es el rebaño de ovejas del vecino: precisión milimétrica y animal. Su marco de plantación está muy meditado: libertad para las calles, competencia para las cepas (2 x 0,8). Crecente siempre fue tierra de tintos: caíño longo, caíño da terra, brancellao, sousón, espadeiro son sus uvas. Las de su vino, el único por ahora en el mercado, As Furnias 2010. Más caíño y brancellao que sousón y espadeiro. Juan tiene la suerte de poder trabajar el viñedo del Canda (brancellao), puro suelo de fósiles y cantos rodados, que es lo más parecido al vergel de Angeli que he visto en España. Se considera el 100% del raspón: si es verde no entra, el resto todo para adentro. Prensa vertical. 50% del vino pasa 6 meses en barrica usada. 12,8%. Trasiega lo mínimo. No filtra. Su rasero de calidad: ¿les gusta a los paisanos? Vamos bien. Su vino tiende más a la reducción que a la oxidación. Conserva algo del carbónico de la fermentación, la fruta, el frescor: violeta, cereza, fresón, pimienta roja, laurel, vegetal sano. La tercera copa es mejor que la primera. Un vinazo para comer, para beber, para no cansarse.
Las dos visitas marítimas estuvieron reservadas para la bodega de Rodri Méndez, Forjas del Salnés, y para la península del Morrazo. De la primera, he hablado con cierta frecuencia en este cuaderno. El día que comimos en Sabino (¡qué restaurantazo, próxima crónica: comidas!), además del Leirana Finca Genoveva, Rodri me dio a probar el mismo vino pero brisado. Cos Pes se llamará, quizás: un vino cuya uva se pisa "con los pies", que pasa dos meses con sus brisas, trabajado con gas inerte y con un toque oxidativo. Es un vino que se perfila y empieza a beber en la parte alta de la cepa y termina en la profundidad de sus raíces. Rodri tiene sus modelos para este vino, hablamos de ellos (Fontanasanta de Foradori, no les digo más), pero en mi opinión, sin barro es mucho más emocionante que los que se hacen con nosiola. También será un vino para la emoción. La península do Morrazo. Mi amigo Antonio tenía in mente llevarme a descubrir los vinos arousáns (Vinos de la Tierra de Barbanza e Iria), pero al final cambió de opinión y me introdujo en algo más desconocido, para mí por lo menos. El Morrazo, del que Antonio ha hecho una descripción que me ahorra todo. 17 paisanos, todos ellos amateurs puros, agrupados en la Asociación de Viticultores de San Martín de Bueu, con viñedos que son vergeles (literalmente: tratamientos hacen, pero cultivo, nada de nada), orientados a la ría de Pontevedra o a la de Aldán (una maravilla de paisaje, dicho sea de paso) y sobre suelos de arena con granito y cuarzo. La variedad reina es la tinta femia (caíño da terra), junto con la albariño.
Es tierra de furancheiros: esos productores hacen vino para su consumo anual (aunque algo probamos de 2010), pero lo que no beben ellos, lo sirven en sus casas, en sus furanchos (marcados para público conocimiento con una rama de laurel en esquinas y cercanía de las casas), con vasos de sidra (sic), carolinos. Estuvimos dando vueltas con Fernando "Tourón" y terminamos en casa de su madre, donde él y su cuñado, Luis, nos sirvieron una extraordinaria empanada de maíz para acompañar esos vinos. Lo dicho: tratan el viñedo, pero una vez hecha la vendimia, el mosto se convierte en vino sin ningún tipo de tratamiento (ni trasiegas ni filtraciones, nada) ni de aditivo. Son tintos, pues, con un carbónico marcado, con una acidez brutal y con un grado que apenas llega a los 11%. Son vinos cuya uva tiene un gran potencial: los viñedos no están contaminados y el perfil organoléptico de la tinta femia que probamos (compré después otra, en el Bar Fariña, que todavía estaba mejor) es sincero, franco, hermoso, incluso con unos taninos nada bastos. La albariño de Luís fue punto y aparte. Cierto que tienen la volatil algo alta (a veces al límite), pero esa fruta tiene también un potencial grande, incluso con un perfil terpénico inusual. Si leen el post de Antonio, descubrirán también viñedos en espaldera muy baja (medio metro) y plantados directamente en la arena de la playa cercana. Se trata de una tierra descuidada por los grandes productores (no hablo de tamaño, conste) de vino gallegos y a la que no es fácil acceder. Los furancheiros están muy orgullosos de sus viñedos y de su vino. Yo diría que tienen que estar más orgullososos de haber preservado un patrimonio importante y de ser los guardianos de una fruta que podría dar nuevas e inesperadas alegrías a aficionados que no puedan frecuentar sus furanchos. Esa alianza entre gentes que puedan ayudar a hacer un mejor vino en la zona y los loureiros (el otro nombre con que se les conoce en la zona), sería para no perdérsela.
PS. Y bueno, lo siento. La pasión por el viaje, sus gentes y sus vinos me desbordó, y salió un post muy largo...Jamie Goode me va a reñir. Y todavía me falta hablar con calma de la Sra. Lola y Rodri. Y de lo que comí...
PS 2. Este post hubiera sido imposible sin los contactos, ayuda y consejos de Mariano y de Antonio. Mil gracias para ambos. Ellos demuestran, una vez más, que esto de los enoblogs va mucho más allá de la escritura.