Otro error se comete durante la hora del recreo en el colegio, cuándo el niño toma un bocadillo demasiado abundante, difícil de digerir y, en vez de estirar las piernas o conversar con sus amigos, se ve obligado a "engullir" (comer a toda prisa), con lo que se crean problemas de digestión y se pone en peligro la comida del mediodía.
Hay problemas cuándo el niño no tiene horario para la distribución de las comidas, o toma bebidas gaseosas, dulces y golosinas en exceso; en la mesa solo come los primeros platos y, en cambio, come entre horas. Resultado: el niño aumenta de peso, fracasa en la gimnasia y no la hace con gusto, con la perspectiva de convertirse en un adulto obeso, fácilmente predispuesto a la diabetes y otros trastornos del metabolismo.
La solución está en manos de nosotros, los adultos que controlamos su alimentación. Son preferibles los alimentos crudos. En la preparación de diferentes platos deberemos disminuir, incluso evitar, las salsas y los condimentos, ya que las grasas cocinadas son de difícil digestión; en cambio, las grasas crudas se toleran bien, particularmente, el aceite de oliva, que se recomienda en las curas de hígado. Aporta gran cantidad de vitaminas A, D, E y K. La mantequilla fresca en los desayunos y meriendas es muy adecuada para jóvenes.
Nunca deben faltar en el menú de los jóvenes frutas y verduras frescas, hortalizas y legumbres, variándolas para darle al organismo las sales minerales, vitaminas, ácidos orgánicos y fibra que necesita. Se desaconsejan los quesos fermentados y las salsas picantes, los embutidos demasiado fuertes y, por supuesto, las bebidas alcohólicas.