Alimentos transgénicos frente a enfermedades: las vacunas del futuro

Por Barzana @UMUbarzana

El uso de la ingeniería genética para desarrollar plantas genéticamente modificadas sigue teniendo bastantes detractores. Algunos de ellos (los menos) son coherentes y, si dicen que NO a esta tecnología, es que NO a toda. Pero otros dicen que NO a los productos alimentarios obtenidos por ingeniería genética, y un SI rotundo a la insulina u otros fármacos (aunque se obtengan por la misma metodología).  -No es igual, no se come-, alegan. Pero les parece bien que se inyecte.

Quiero recordar que las aplicaciones de la ingeniería genética en plantas (comestibles) no se limita únicamente a la soja resistente a glifosato o el maíz Bt. Las aplicaciones son muy amplias: resistencia a sequía, salinidad y otros estreses que afectan a los cultivos, resistencia a enfermedades y herbicidas, mayor producción, mejor rendimiento, mejora de las propiedades organolépticas y nutricionales, etc.

El Molecular Pharming, es una de las aplicaciones de esta tecnología. Normalmente implica el uso de plantas (aunque también de animales y otros sistemas) como medio para la producción de compuestos de interés terapéutico o farmacológico, tanto para humanos como animales de granja o domésticos. Estos compuestos pueden ser desde anticuerpos, vacunas, hormonas, proteínas humanas, etc.  Aunque ninguna está comercialmente disponible aún, hay muchas en desarrollo y actualmente se encuentran en distintas fases de ensayo clínico. El uso de plantas para expresar proteínas suele ser más práctico, seguro y económico comparado con otros sistemas biológicos. Las plantas permiten la producción a un bajo coste ya que no se requiere el equipamiento tan caro usado para los sistemas microbiológicos.

De hecho, desde el año 1982 los sistemas más usados han sido los cultivos de células microbianas o animales, pero dado que los biorreactores eran extremadamente caros y que ha aumentado la demanda de productos terapéuticos, el molecular pharming actualmente se centra en la producción de medicamentos asequibles y seguros utilizando como medio principal las plantas. Ya se han obtenido muchos compuestos utilizando  sistemas vegetales como patata, alfalfa, soja, tabaco, arroz, trigo, maíz, guisante, colza, fresa, lechuga, plátano, manzana, entre muchas otras.

A grandes rasgos y basándonos en un esquema muy general y básico, la producción del biofármaco sería así:

Pero qué pasa si nos quitamos de un plumazo o facilitamos los dos últimos pasos del proceso? Con la producción de proteínas recombinantes en plantas comestibles y frutas, se abordó la idea de poder desarrollar vacunas comestibles, que, a través de la absorción en las mucosas de las proteínas recombinantes en la dosis adecuada, consiguieran activar la respuesta inmunológica. La administración oral de las vacunas es una atractiva alternativa a las inyecciones, dado su potencial para disminuir costes en la cadena de frío (conservación), facilidad de administración y de distribución, lo que permitiría el acceso masivo a la vacunación en lugares más desfavorecidos. Además, sería una forma viable de facilitar la prevención de las enfermedades incluidas en el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) de la OMS (ver el siguiente cuadro). Ya hay varias vacunas obtenidas de plantas transgénicas cuya vía de administración es por inyección, pero dando un paso más allá, se han desarrollado vacunas comestibles cuya administración es oral en patata (Enfermedad de Newcastle), patata y tomate (cólera), lechuga y patata (hepatitis B), etc.

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