Estas bacterias probióticas normalmente se encuentran en los alimentos como el yogur y algunas leches fermentadas ricas en lactobacilus y bifidobacterias, por lo que hablamos de ellos como alimentos probióticos. Estas bacterias “amigables o buenas” son las encargadas de mejorar y proteger la flora intestinal e incluso vaginal, destruyendo las bacterias “malas” y ciertos tóxicos dañinos del intestino y por lo tanto de nuestro organismo.
Este proceso ayuda a aliviar las diarreas producidas por infecciones intestinales y nutre las células del intestino grueso. Además, esos ácidos grasos son importantes para mantener la función de las células intestinales y prevenir así la posibilidad de desarrollar cáncer de colon. Por otro lado, estimulan la inmunidad del tubo digestivo para prevenir infecciones intestinales y eliminar las bacterias patógenas y sus toxinas. También mantienen a raya el sobre crecimiento de hongos del tipo cándida y otros, dañinos para nuestra salud digestiva.
Además del yogur, podemos encontrar probióticos en el kéfir, otro alimento láctico que proviene de la fermentación de la leche (normalmente de cabra). El kéfir es rico en bacterias bifidus y lactobacillus. Además es una buena fuente de antioxidantes, vitaminas y minerales. Pero ¡Ojo! mirad bien que sea de procedencia ecológica.
El chucrut (o col fermentada), muy típica en Alemania, ya sea sola o con otras verduras (fermentadas o no) también es un excelente alimento probiótico aunque no es muy popular en España.
El miso (soja fermentada) es uno de los componentes de muchos platos tradicionales japoneses y macrobióticos, utilizándose en la cocina macrobiótica como uno de los mejores alimentos probióticos. ¿No habéis probado alguna vez una sopa de miso japonesa con algas wakame y tofu? En occidente solemos tomar la sopa de miso como entrante, pero en Japón la toman al final de la comida, para ayudar a la digestión.
Besos desde mi blog!!!