Antoni Miralda, Altar Ego, 2012, Bòlit. Foto: Camilayelarte
Mucho antes de que Rirkrit Tiravanija invitara al público a saborear su noodles tailandeses, Antoni Miralda (Terrassa, 1942) ya cuestionaba el objeto artístico, los límites del espacio expositivo y de la relación de ello con el público a través de performances e instalaciones donde los alimentos y el arte culinario adquirían una categoría semiótica más allá de su función nutricional. En el caso de Altar Ego, la exposición en el Bòlit de Girona, Miralda ofrece un despliegue de esta capacidad suya de entender el arte y la cultura como un proceso abierto y permeable, en una exposición que se ofrece a la ciudad de Girona como un experimento donde intercambiar las múltiples identidades que ella misma contiene.
Antoni Miralda, Altar Ego, 2012, Bòlit. Foto: Camilayelarte
Si la liturgia culinaria puede entenderse como una forma de palimpsesto, esta misma convergencia de tiempos históricos y tradiciones culturales se da en la exposición a través de los distintos elementos que le dan forma. Por un lado en el espacio que ocupa, la Capella de San Nicolau del siglo XI, por otro en la figura de Sant Cosme, una talla del siglo XVIII, protagonista de la exposición que invoca la búsqueda de su complemento, su otro, San Damián, al que podemos substituir en un photocall instalado en el ábside que le quita gravedad al asunto y añade ese punto de narcisismo al que como público nos encanta caer.
Antoni Miralda, Altar Ego, 2012, Bòlit. Foto: Camilayelarte
Antoni Miralda, Altar Ego, 2012, Bòlit. Foto: Camilayelarte
La elección de la presencia y ausencia de las figuras de San Cosme y Damián como ejes conductores de la exposición no es gratuita, ambos santos venerados por sus capacidades taumatúrgicas son conocidos por un milagro que simboliza de algún modo la idea subyacente de la exposición: ante un enfermo con la pierna gangrenada los santos procedieron a cortarla y sustiuirla por la de un negro muerto recientemente, el cuerpo del enfermó aceptó de forma milagrosa el injerto. Tal vez no de injertos pero sí de coexistencia y dependencia nos hablan las ofrendas en los ábsides de la capilla y los objetos en las vitrinas de la Taula Infinity que preside la talla de San Cosme sobre un lecho de ositos de golosina. Latas de pimentón y tajine, braseros y especies mapuche, recetarios, cazuelas, tripas del diablo, todo ello conforma un retrato de las aportaciones de los habitantes de Girona y alrededores, un cuadro de la existencia de múltiples tradiciones y en un territorio reducido, de cómo desde lo local se puede llegar a lo global. Una pizarra a disposición de todos se ofrece como escenario para intercambiar dichos de raíz culinaria o recetas familiares, de la comunicación y el diálogo como forma. Mientras que en las entrañas de la capilla, en la cripta, se alza un Tótem formado por objetos alrededor del cual gira proyectado sobre el muro de piedra el video Oyeyá, un ritual haitiano que nos recuerda cuan cercano a la religión y a lo mítico se encuentra el acto de proveerse de alimentos.
Altar Ego, de Antoni Miralda, hasta el 16 de setiembre de 2012
BÒLIT-SantNicolau
Plaça Santa Llúcia, 1
17007 Girona