Alteración emocional y procesos inflamatorios

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

PSICOTERAPIA Y RELAJACIÓN HIPNÓTICA VIII

...pero el mundo actual es diferente. El dolor, las calamidades y la maldad, provocan una honda amargura... Desde la mañana hasta las últimas horas de la noche nos acosan influencias perniciosas que perjudican la mente y reducen su inteligencia, además de dañar los músculos y la carne.

Escrito por un cronista chino hace más de 4.200 años

Respuesta de Relajación. Herbert Benson

La inflamación de tejidos corporales es una de las funciones básicas de defensa inmunitaria, o inmunológica, la cual se produce por la acumulación de proteínas, plasma, citoquinas y otros componentes defensivos sobre zonas dañadas, sea por heridas, intervención quirúrgica, infección de virus, bacterias, hongos, o malfuncionamiento en tejidos del cuerpo.

Este proceso está dirigido a fagocitar, es decir engullir, los virus y bacterias que se hacen presente, o reparar el daño de algún modo (Abbas & Lichtman, 2014) (Burg & Pickering, 2011).

Sin embargo, algunos no conocen que los procesos inflamatorios, visibles o no, son causados o propiciados, por el estrés emocional, adoptando su forma de ansiedad, irritabilidad, depresión, u otra. Es decir, la inflamación se erige como puente desde estrés a la enfermedad ( Kendall-Tackett, 2010).

Primeramente, es necesario recordar que el estrés es el desequilibrio global del organismo y la mente, provocado por la emoción extrema, surgida como mecanismo compensatorio ante las demandas para las cuales no se posee la posibilidad de respuesta eficaz. Puede estar dado por acontecimientos placenteros, eutress, o por adversos, distress, y se manifiestan en su inicio, uno u otro, a través de diversas, desproporcionadas e inespecíficas reacciones físicas y psíquicas, hasta estabilizarse como enfermedad específica. Por consiguiente, el estrés emocional no es enfermedad, pero tiene efecto patogénico, por lo cual la origina, propicia, agrava o desencadena.

La emoción extrema, causante de estrés, no es más que la elevación desmesurada del tono de funcionamiento del cerebro. Por ello, al recibirse un impacto conmovedor, causado por intensa adversidad, la activación excitatoria del órgano cerebral alcanza, entre sus efectos, la estimulación desmesurada de los sistemas hipotálamo-hipofisiario y simpático-parasimpático, entre otros. Este desbalance implica la segregación excesiva de citoquinas de efecto inflamatorio, las cuales entran al torrente sanguíneo y liquido linfático (Kendall-Tackett, 2010) (Wilson & Warise, 2008) ( Abbas & Lichtman, 2014).

Las citoquinas son células componentes del sistema inmunitario, o inmunológico, por lo cual su función es defensiva, moviéndose hacia las zonas dañadas o infectadas del cuerpo contribuyen al proceso inflamatorio del tejido afectado. Sin embargo, este proceso deja secuelas no tan saludables, paradójicamente la inflamación misma es un factor promotor de Alzheimer, diabetes, esclerosis múltiple, trastornos cardíacos, y otras muchas enfermedades. Se ha encontrado además que procesos inflamatorios, con su efecto bioquímico, propicia o agudiza la depresión severa en quienes sufren de frustración irreversible e insoluble (Wilson & Warise, 2008) (Kendall-Tackett, 2010).

El estrés severo, especialmente la depresión, al segregar desmesuradamente citoquinas proinflamatorias, implica artritis, trastornos intestinales y asma, al inflamarse tejido articular, gastrointestinal y bronquial respectivamente. Por esta vía se inflama el endotelio, el tejido que recubre internamente los vasos sanguíneos y el corazón, y sobre dicha inflamación se engrosa la placa de ateroma si se es fumador; al margen de que el estrés en sí mismo la aumenta por medio de la secreción excesiva de adrenalina. La inflamación del tejido cardiovascular, además, es crucial en la aterogénesis y la enfermedad coronaria.

Se añade que el estrés, sin promover directamente la secreción desmesurada de citoquinas ni otras substancias inflamatorias, produce por sí mismo efecto inflamatorio al crear condiciones favorables a hábitos nocivos como exceso de tabaquismo, alcohol o drogas alucinógenas. Estas adicciones se constituyen en dañina "válvula de escape" de la ansiedad, depresión, ira, pesimismo y desesperanza. Dichos tóxicos inflaman alveolos bronquiales y tejidos neumológicos en general, el hígado y otros órganos internos.

Diferentes estudios en torno a la salud de la mujer embarazada indican que el estrés sufrido durante el periodo de gestación, especialmente en forma de ansiedad, irritabilidad o depresión, propicia el parto prematuro y el aborto espontáneo a través del efecto inflamatorio ejercido por las citoquinas en los tejidos involucrados; entre otras variables.

Con todo ello se llega a hipotética concepción de que la depresión crónica, escondida en memoria, y conllevando dolor profundo durante largos años, propicia el cáncer; de hecho, las citoquinas Interleucina 1 β, Interleucina 6, Interferón γ, y Factor de Necrosis Tumoral, segregadas bajo estrés severo participan en la formación de células neoplásicas, o sea, cáncer.

Por otra parte, el cortisol es una hormona altamente relacionada al estrés, y dañina cuando se segrega en exceso, sea por eventos placenteros y alegres como si son adversos. Sin embargo, al mismo tiempo posee un efecto antinflamatorio, pero paradójicamente se restringe si la persona se encuentra en depresión. Por consiguiente, en ese estado las citoquinas aceleran la inflamación en zonas heridas, infectadas o afectadas de algún modo. En consecuencia, el trastorno depresivo por si mismo agrava o propicia enfermedad. Kendall-Tackett (2010) cita un estudio realizado por Kinder et al. (2008), donde en muestra de más de 35,000 veteranos se encontró riesgo de muerte en diagnosticados por depresión. Sin embargo, no se encontró ese riesgo en no-deprimidos.

Un estado especialmente relevante a la salud es el sueño. Es bien conocido que el estrés es el factor causal más común en insomnio y otros trastornos de esta índole, sea a través de ansiedad, depresión, hostilidad, fatiga, u otra. Pero al margen de la activación cerebral intensa que impide o desorganiza el sueño, se añade el hecho de que la secreción de citoquinas, y otros bioquímicos generados por el estrés que también contribuyen al proceso inflamatorio, implican la inflamación de tejidos y órganos que desembocan en apnea de sueño, ronquidos, hipoventilación, obstrucción respiratoria. Lo cual propicia el trastorno cardiovascular, hipertensión, e infarto del miocardio.

De todo esto se concluye que, como es conocido, el estrés se relaciona estrechamente con la enfermedad. Por una parte, deteriora el sistema inmunológico al reducir la capacidad defensiva de componentes en sangre o linfa como linfocitos T, células killer, CD4 y macrófagos. Pero al mismo tiempo deteriora la salud por medio de la secreción de citoquinas y proteínas proinflamatorias, las cuales por una parte protegen el organismo, pero afectan negativamente como efecto secundario.

Es cierto que reducir estrés supone apelar a una constelación de diferentes medidas para la solución de problemas, ajuste a situaciones irreversibles, y modos de supresión de la adversidad, pero no siempre se cuenta con suficientes herramientas psicológicas para ese logro. Sin embargo, la antinomia entre el efecto directo del estrés en los tejidos del cuerpo y la supresión del aspecto nocivo de la inflamación, visible o no, se resuelve de modo muy sencillo: ejercicio físico y apoyo sentimental. Como hemos expresado en entregas anteriores, el dinamismo muscular, de cualquier forma, y el tener una compañía cercana que nos escuche y apoye, aunque parezca reiterativo, son herramientas básicas para mantener lo mejor posible la salud.

Abbas, A. K., & Lichtman, A. H. (2014) Basic immunology: Functions and disorders of the immune system (4th ed.). Philadelphia, PA: Saunders Elsevier.

Brennfleck, Sh. J. (2002) Stress Related Disorders. Detroit: Omnigraphics

Burg, M. M. & Pickering T. G. (2011) The Cardiovascular System, in Contrada, R. J., & Baum, A. (Eds.). (2011). The handbook of stress science: Biology, psychology, and health. New York, NY: Springer Publishing Company. ISBN: 978-0-8261-1471-6

Kendall-Tackett, K. (Ed.). (2010) The psychoneuroimmunology of chronic disease: Exploring the links between inflammation, stress and illness. Washington, D.C.: American Psychological Association.

Wilson, D. R. & Warise, L. (2008) Cytokines and their Role in Depression. Perspectives in Psychiatric Care, 44, 4