Alvar Aalto, Villa Mairea

Por Marcelogardinetti @marcegardinetti

Villa Mairea 1937-1939

La pareja que hizo el encargo, Maire y Harry Gullichsen, y su arquitecto, Alvar Aalto, no pudieron sustraerse a la fascinación de la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright, publicada en esa época. La sensibilidad de los dos acomodados jóvenes, como la de tantas personas atentas a la vanguardia, había captado el mensaje de Fallingwater, si no la mejor pieza de Wright, sin duda sí una de las más emblemáticas de una nueva manera de estar en la naturaleza. Su arquitecto se dejó llevar en un principio por las claves mágicas, y propuso buscar un arroyo en el bosque de los Ahlstrom que hiciera las veces del Bear Run, para colocar sobre él Villa Mairea.

Pero de este prólogo wrightiano emergió pronto una nueva síntesis. Aalto detuvo la obra en cimentación, subió las tierras y la casa elevada se tomó una casa posada en un claro del bosque. Frente a las terrazas voladas de Wright que habrían de caracterizar toda una generación de casas, Mairea es un ejercicio a ras de suelo, sobre una loma, y la casa se prolonga en tapias, pérgolas y construcciones para configurar ese importante centro vacío del prado con la piscina lacustre, alrededor del cual se organiza todo.

La nueva sensibilidad de Alvar Aalto, que se transmite a una generación de vanguardia, utiliza el concepto de articulación de la arquitectura de los modernos, enriquecida asimismo por una novedosa actitud hacia los materiales y un concepto muy distinto del lujo.

La mirada nueva de Aalto sobre las piezas domésticas aprecia lo natural y lo artesanal por encima de lo industrial, y lo eleva a la categoría de una elección exquisita. El arquitecto finlandés siguió así una tradición del romanticismo finés y al mismo tiempo su propia noción de la estética japonesa.

Esta síntesis es evidente en su proyecto para la marquesina o la escalera, sustentadas por un haz de bambúes que luego se tomaron fustes de pino rojo. La aspiración a lo oriental es evidente en el techo de Mairea, tomado literalmente de los manuales del jardín japonés, pero es mejor en el cierre del patio con el pabellón de la sauna, que es un trasunto del mirador de la luna de Katsura.

En síntesis, la actitud que Mairea hizo universal es el aprecio de los materiales simples y directos, madera, cristal, cuero, como texturas que matizan el espacio vacío y luminoso de los modernos. La propuesta de un interior espacioso de tabla, cerámica y ladrillo, donde junto a una millonaria colección de arte moderno aparecen muebles de madera laminada casi escolares, es una propuesta de nuevos valores para la vanguardia de clase más alta. Esta sensibilidad pasará también a las Case Study Houses de California y a la Europa de posguerra.

Como la Casa Eames y la Maison de Verre, Villa Mairea es rigurosamente moderna en cuanto organismo articulado y en cuanto su espacio se ofrece completo al visitante desde su centro.

Sólo que con Aalto las articulaciones de los espacios llevan importantes referencias de texturas naturales, e incluso las claves de su construcción metálica o de hormigón adoptan formas aleatorias y tacto orgánico, como esos pilares negros caprichosamente duplicados o triplicados que se visten de cuero y cuerda.

Justo Isasi

Maire Ahlström, una pintora de vanguardia perteneciente a una rica familia del área de Turku, descubrió en la casa-estudio de los Aalto la expresión arquitectónica de sus intereses plásticos, cercanos a Picasso, Matisse o Léger. En 1935, Maire y su marido, Harry Gullichsen, fueron presentados al joven arquitecto por N. Gustav Hahl, el primer director de Artek. Este contacto cristalizó en una relación amistosa y profesional. En 1937 les encargaron la construcción de su casa en Noormarkku, en un lugar próximo al palacio victoriano del abuelo de Maire y a la casa Art Noveau de su padre. Como ellas, la nueva casa habría de plasmar los ideales de su época.

El recorrido de un espacio de evocaciones naturalistas es el argumento principal en los edificios grandes de Aalto. Aunque villa Mairea es un proyecto de escala menor, se organiza también de esta forma. Desde el camino de ascenso, la casa aparece flotando sobre un zócalo de granito negro desbastado que la hace ligera.

Dos ondulantes marquesinas señalan la entrada. El pavimento va perdiendo su rugosidad, pasando de piedra a barro, a cerámica abrillantada y finalmente a madera. Desde el vestíbulo se entrevé el jardín, algo elevado, entre los palos que esconden la escalera como un bosque de abedules. Subiendo unos pasos se llega a la zona de recibo, chata y amplia, que se abre al claro jardín con piscina sinuosa como una charca. Entre ambos median dos grandes paños de vidrio y el hogar, cuya blanca capota se derrite como la nieve.

Los elementos estructurales, dobles, triples o sencillos, metálicos o de hormigón, revestidos de madera o cáñamo, se ordenan a conveniencia de las estancias superiores, sin seguir la estricta retícula propia de los modernos.

La búsqueda personal de Aalto consigue enraizar los valores de la modernidad en la tradición.

Alberto Pieltáin

Villa Mairea, extracto de Isasi, Justo y Pieltáin Álvarez-Arenas, Alberto "Historia de tres casas: Maison de Verre, Villa Mairea, Eames House", Arquitectura Viva N° 31 (1993), 17-23 ISSN 0214-1256.

Fotografías: ©Maija Holma - ©Alvar Aalto Museum

TECNNE | Arquitectura y contextos ©Marcelo Gardinetti. Todos los derechos reservados