Amanece (que no es poco) otra vez y casi inmediatamente vuelve a sonar el teléfono. La vida parece querer ofrecer otras puertas a las que llamar.
Llorar un poco está bien. Descarga nuestro cuerpo de viejas e inservibles tensiones. Pero una vez cumplido su efecto terapéutico no tenemos más remedio que volver a empezar.
Como siempre fue.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com