Éramos tan felices, que corríamos distraídos desafiando a nuestra buena suerte. Nos imaginábamos tan diferentes, que nos comportábamos como fantasmas errantes en busca de un deseo. Y sentimos el don de la diferencia como un triunfo y no un privilegio mientras soñábamos con ser aventureros que juegan a custodiar un cómplice secreto. Pero llegó un día, en el que sin darnos cuenta, nos convertimos en unos amantes sin palabras.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel