Hoy me vuelvo a calzar el traje de Félix Rodríguez de la Fuente, y me propongo hablar de uno de los fenómenos sociales más embrutecedores de nuestra extensa piel de toro y el resto del mundo entero, dicho sea de paso. Conocido entre los jóvenes de distintas edades y generaciones con nombres tan variados como “fiestuki”, “marcha”, “farra”, “juerga”, “movida” y similares… Con las consecuentes variaciones locales.
Para la mayor parte de estas juventudes, dicho fenómeno consiste en la ingesta desmedida de todo tipo de sustancias con las que embotar sus mentes, en busca de una “liberación” que muchos declaran “ser incapaces de conseguir por sí mismos”. Este comportamiento responde a la necesidad de evadirse de una vida de mierda, según declaran la mayor parte de los especímenes observados desde tiempo atrás.
Es habitual encontrarse con todo tipo de personas, entre las cuales las “normales” prpcuran pasar camufladas si son capaces. Tenemos para escoger: contando con los “juerguistas”, los “yonkis”, los “broncas”, y también a los “ligones”; entre otros. Ya se han hecho hasta canciones y monólogos sobre sus insalobres costumbres.
De un tiempo a esta parte, ha florecido entre estas faunas -en especial en los adeptos más acérrimos de esta “doctrina”- la creencia de que todo el que no comparte su modo de ver la vida y no la malgasta en su mismo modo; “no tiene vida social, y es un friki”.
Ya puedes estar descontento con el enfoque comercial de prácticamente todos los sitios de “fiesta”, con las mismas canciones alienantes y repetitivas del momento (la mayor parte de las cuales sólo son basura pegadiza), con los abusivos precios de las copas dentro o de las entradas de los locales, con el ambiente asquerosamente cargado y molesto que hay por el ruido, los suelos pegajosos y los fuertes aromas a humanidad en pleno descubrimiento del uso de los pulgares…
En cualquier caso, para la mente de estas personas sigues siendo un friki. Y espera, que ay de ti como te toque tratar de razonar con estas personas. Son más cerradas que el ojo izquierdo de Popeye. O en su defecto, que el ojete de un homófobo.
No puedes decir que prefieres quedarte en casa con algunos colegas, o irte a las suyas, montar salidas por ahí, quedarse de tranquileo en un parque o en la calle, montar cenas en casa o en algún restaurante, e incluso en la playa o en el campo.
No puedes decir tampoco que conoces mejores, más sanas, menos costosas y más bonitas formas de divertirte y conocer personas. No puedes decir que prefieres no ir como nuestros amigos los que asedian a las mujeres (y no sólo por internet), y conocer a las personas realmente lejos de un ambiente tan empobrecido y lleno de fachadas, apariencias, y esas mierdas que tan poco gustan a la gente auténtica.
De cualquier forma, cierro este escrito con una canción del gran Nach:
Saludetes, mis pequeños Howard Wolowitz. Y abrazos para mi gente.
Kheldar