Anécdotas romanas (XIII): Las últimas palabras de César Augusto

Por Esteban Esteban J. Pérez Castilla @ProfedLetras
No cabe duda de que una personalidad como Augusto, que fue tan complicada, tan querida, tan cambiante y tan crucial para la historia de Roma y del mundo, tenía que tener unas últimas palabras a la altura de las circunstancias.
En público, las últimas palabras que pronunció hacen referencia a la reconstrucción total y al mejoramiento al que sometió la capital romana, mejorando sus construcciones públicas y servicios en todos los aspectos, embelleciéndola además. Este testimonio, como viene siendo habitual, nos lo transmite el historiador Suetonio, y Augusto dijo así:
Marmoream relinquo, quam latericiam accepi

Dejo una (ciudad) de marmol, aunque me la encontré de ladrillo.

Sin embargo, el Princeps murió el 19 de agosto del año 14 d.C., curiosamente en el mes que él mismo había bautizado con el nombre que le había otorgado el senado, y Tiberio y Livia, además de algunos íntimos, se hallaban presentes en su lecho de muerte.
Allí no dejaba de preguntar si el pueblo estaba enterado de su estado y de si estaba armando algún jaleo en el exterior, debido a la angustia y la incertidumbre, quizá. Para que no se notara cómo estaba, pidió un espejo y arreglarse el cabello.
En sus últimos momentos de lucidez, a sus amigos les preguntó "si había representado bien la farsa de la vida". En latín:
ecquid iis videretur mimum vitae commode transegisse, adiecit

Y para terminar de comparar el vivir con representar una obra de teatro, agregó, se dice, en griego la frase con la que acaban las comedias:
εὶ δέ τι
Ἐπεὶ δὲ πάνυ καλῶς πέπαισται, δότε κρότον
Καὶ πάντες ἡμᾶς μετὰ χαρᾶς προπέμψατε.

Que se puede traducir, más o menos, como
*
Sin embargo, después de mandar a todos retirarse excepto a Livia, su tercera esposa y, seguramente a pesar de todo a quien más quiso, le dedicó unas palabras exclusivas:
Livia, nostri coniugii memor vive, ac vale

Livia, recuerda nuestro matrimonio, y adiós.

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