Los recuerdos y su impacto sobre el presente. Los recuerdos y el dibujo que dejan en nuestras vidas. Los recuerdos y la barrera que representan entre realidad y ficción… ¿Qué le ocurrió al protagonista de esta novela tras la derrota del Atlético de Madrid en la final de la Copa de Europa de la temporada 1973-74? Como nos dice él: «Aquella noche, mis amigos y yo, comprendimos en unos pocos minutos qué es ganar y perder al mismo tiempo. Soñar ilusionados y despertarnos hundidos. Ficción y realidad frente a frente. Igual que si fuéramos los protagonistas de un relato literario salpicado por los sinsabores de la vida. Aquella noche Luis nos hizo hombres.»
El protagonista sin nombre de esta novela vuelve la vista atrás cuarenta años después de aquel partido. Lo hace a su infancia, a su barrio del extrarradio de Madrid —La Elipa—, y al fútbol. En él, busca de nuevo las sensaciones que el deporte rey le transmitieron cuando se limitaba a dar patadas a un balón. Y, para ello, busca el apoyo de la figura de Luis Aragonés como catalizador de sus sueños y del reflejo que la vida deportiva de El Sabio de Hortaleza ha ejercido sobre el fútbol español, pues gracias a su gran espíritu combativo e inteligencia fue capaz de cambiar el devenir de este deporte y su historia convirtiendo las derrotas en victorias. Como nos dice el protagonista de esta historia: «Las grandes victorias se generan en la adversidad que las precede. En esa soledad donde solo tienen cabida la inteligencia y el amor propio que van más allá de las modas. Allí donde el tiempo es juez y parte de nuestro destino. Allí donde nadie más que nosotros conoce el sabor amargo de esas mudas victorias que, poco a poco, se gestan en el silencio de la noche.»
Ángel Silvelo, el autor de La utopía del portero, novela con la que ganó el I Premio de Novela Breve Carlos Matallanas en 2019, nos presenta ahora un relato lleno de casualidades y anécdotas que giran en torno a la nostalgia de la inocencia de la infancia, a la fragilidad con la que un niño se enfrenta a la vida, y al recuerdo que aquellas experiencias —sin ser consciente de ello— le han ido marcando a lo largo de su existencia. Experiencias que ahora sabe que le marcaron el carácter, porque los recuerdos, en ocasiones, nos llevan a revivir historias del pasado que ya creíamos olvidadas y que, sin embargo, se proyectan sobre el presente de una forma amenazadora. En esa nebulosa, donde el paso del tiempo, el fútbol, y su mundo, ejercen de línea argumental y de argamasa de la vida es de la que parte La noche que Luis nos hizo hombres para recordarnos que el fútbol es vida, y que la vida es fútbol. Como dicen los aficionados a este deporte: toda una vida cabe en un partido de fútbol. Algo que es cierto si recordamos a Carlos Matallanas cuando dijo: «El partido sigue».
Cuarenta años después, al protagonista sin nombre de esta historia, los campos de fútbol se le presentan como espacios fronterizos entre realidad y ficción en los que anclar sus sueños y borrar los errores de su vida. Lo que de alguna forma consigue al rememorar la carrera de Luis Aragonés desde aquella mítica final de la Copa de Europa del año 1974 frente al Bayern de Munich en el estadio de Heysel de Bruselas, hasta el partido contra Alemania en la Eurocopa Austria-Suiza de 2008 que supuso un nuevo triunfo del combinado nacional cuarenta y cuatro años después. De ahí, que el mensaje que prevalece a lo largo de esta novela sea el de que la única esperanza que nos queda es la de soñar cada día, aunque se fracase. Igual que si fuéramos un portero de fútbol que, cada vez que saca la pelota de su portería, en lo único que debe pensar es en ganar, ganar y ganar. «Eso es el fútbol, señores», como dijo Luis Aragonés.