Anita Delgado: la malagueña que llegó a ser princesa de Kapurthala

Publicado el 09 junio 2015 por Vintagebyl_l @VintageByL_L

Comienzos del siglo XX. Un poderoso miembro de la realeza conoce a una joven de belleza magnética pero modestos orígenes, y queda prendado de ella. Sin apenas dudarlo, le propone matrimonio. Es una historia que ha sido narrada infinidad de ocasiones en distintos formatos, pero en el caso de Anita Delgado (Málaga, 1890-Madrid, 1962), esta historia no tiene nada de ficción, sino que es el resumen de su interesante vida.

En plena juventud, dejó el mundo de los cuplés en la noche madrileña –ciudad a la que se había trasladado junto a su familia, huyendo de un futuro incierto en su Málaga natal–  para casarse con el maharajá de Kapurthala. Anita era una cupletista que se ganaba la vida trabajando con su hermana. Ambas formaban el dúo las Hermanas Camelias, y se dice que hasta el pintor Julio Romero de Torres insistió en retratarla, a lo que ella se negó.

Apenas contaba dieciséis años, pero pronto su vida iba a dar un giro radical. Con motivo de las celebraciones por la boda del rey Alfonso XIII, de camino al Palacio Real el rajá Jagatjit Singh de Kapurthala reparó en Anita. Para él, tuvo que ser un auténtico amor a primera vista; según cuenta Elisa Vázquez de Gey, biógrafa de la princesa de Kapurthala, el rajá iba en un impresionante carruaje, portaba numerosas joyas, turbante, y apenas desvió la mirada de la joven malagueña.

Pocos días después, uno de sus asistentes se presentó ante Anita con una propuesta de matrimonio. El rajá, cautivado por su belleza, no dudaba en pedirle que se casara con él. Le planteaba en su misiva que se desplazase a París junto a su familia para organizar la boda.

Ella aceptó. La capital gala, escenario de película, se convertía así en parte de esta fascinante y casi inverosímil historia. Fue en la Ciudad de la Luz donde se casaron por lo civil, antes de trasladarse a Bombay, el viaje más decisivo de su vida. Poco pareció importarle a Anita que el Rajá ya tuviera otras mujeres y varios hijos, o el hecho de renunciar a sus raíces y empezar de nuevo en un país tan diferente al suyo.

Tras su boda, se convirtió oficialmente en la esposa del Maharajá de Kapurthala. El matrimonio, que viajaba con cierta frecuencia a Europa, despertaba siempre la curiosidad de los fotógrafos. Anita fue madre de un niño, Ajit, y llevaba una vida de recepciones, viajes y estricto protocolo. Las numerosas imágenes de esa época muestran a una elegante mujer de llamativa mirada.

Durante esos años, la malagueña escribió un diario que acabaría publicándose: Impresiones de mis viajes a la India. La muerte de su hermana, a la que estaba muy unida, y numerosos problemas de salud –que incluyeron un aborto y una larga convalecencia alejada de su esposo– torcieron la que parecía, a todas luces, una vida perfecta. Anita acabó separándose del Maharajá y abandonó la India, trasladándose de nuevo a Europa. Allí llevó una vida social muy agitada, relacionándose asiduamente con intelectuales y personalidades destacadas hasta que la Guerra Civil española estalló, y poco después, Europa entró en la II Guerra Mundial.

Anita rehízo su vida con Ginés Rodríguez, a quien había conocido décadas atrás en Málaga y con quien se reencontró al separarse. Junto a él pasó los últimos años de su vida, siempre con la idea de escribir sus memorias. Pero la muerte, en 1962, se lo impidió. El legado de sus escritos, fotografías, misivas y demás documentos recayó en su sobrina Victoria, quien confió en Elisa Vázquez de Gey para ser la biógrafa oficial de Anita. Su fascinante vida ha inspirado también al escritor Javier Moro, autor de la novela Pasión india. Ficción y realidad se unen por fin en la historia de esta malagueña universal.

Texto @Esther Ginés

Imágenes @María López-Linares