En el año 1964 se convocó un concurso internacional de arquitectura para un teatro de ópera en el Paseo de la Castellana de Madrid. Las propuestas presentadas fueron expuestas por los organizadores.
Oiza, que no se presentó al concurso, se pasó por la exposición con un compañero para ver los proyectos presentados.
Tan hablador y apasionado como siempre, comentaba con su amigo en voz alta todos los que iba viendo:
-Mira el proyecto de Rafa. Tan pulcro como siempre1
-Juan Daniel. Qué fuerza, ¿verdad?
-Antoñito y sus plataformas. Qué bueno.
-Fernando Higueras. Esta plasticidad, esta corona. La planta radial...
-¡Hombre, Don Miguel Fisac! Parece que ha endurecido un poco su organicismo1.
Un hombre que estaba viendo también la exposición y que llevaba un rato oyendo hablar a Oiza (oír hablar a Oiza era inevitable) finalmente se dirigió a él y le dijo:
-Oiga, perdone. ¿Pero no se han presentado todos los trabajos bajo anonimato? ¿Cómo es que usted conoce a los autores?
Oiza le contestó con una pregunta:
-¿Le gustan a usted los toros?
-Sí. Mucho.
-¿Y si Antonio Bienvenida, El Cordobés y Paco Camino torearan un día en Las Ventas con antifaz usted sabría quién es cada uno?
-Hombre; por supuesto.
-Pues ya está.
Oiza, como digo, no se presentó a ese concurso. Si lo hubiera hecho, ¿cómo habría sido su propuesta? Porque una cosa que le obsesionaba era no repetirse, no ser reconocible, torear siempre con antifaz.
El anonimato y el carácter. Qué buen tema (que no desarrollaré).
Otra historia que escuché en la escuela, pero esta ya apócrifa y seguramente falsa fue que un arquitecto joven nada conocido se presentó a un concurso de arquitectura, y para generar cierta confusión y expectativa en el jurado eligió como lema (tenía que ser un número) 0174.
Dibujó el cero como una circunferencia, el uno como un palote recto, el siete con la vírgula muy baja y asimétrica, cargando algo más a la derecha que a la izquierda de manera que pudiera sugerir una Z y el cuatro muy abierto, con la barra horizontal también baja y sobresaliendo apenas nada a la derecha, de modo que pudiera recordar una A.
La cosa es que el 0174 pudiera leerse como OIZA. Y también añadió los típicos hombrecillos de Oiza en las secciones y los alzados.
Porque, en efecto, el estilo de Oiza era difícilmente reconocible, pero sus hombrecillos eran proverbiales y característicos.
De este modo, según contaban en la escuela, este joven se quiso revestir de prestigio prestado y así tal vez llamar la atención del jurado durante unos segundos más que sus competidores.
1.- No sé qué decía Oiza de cada propuesta. Lo he supuesto. Me lo he inventado. He intentado ser breve y muy vago para no inventar de más. He pretendido dar la sensación de cómo Oiza hablaba libremente de cada autor, no que dijera precisamente eso. Tal como nos lo contó era una celebración en cada caso, una especie de: "¡hombre, Fulano!" cada vez que veía un proyecto, y es eso tan solo lo que he querido representar.