Estos días estoy leyendo "Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje", del médico y pintor alemán Carl Gustav Carus (1789-1869). Por su formación, Carus expone sus ideas básicas sobre el paisajismo pictórico: la relación entre arte y ciencia, entre el hombre y la Naturaleza. Evidentemente, estos conceptos nos llevan a hablar directamente de la pintura de paisaje del Romanticismo, donde gustaba de representar al individuo rodeado de una naturaleza eterna e ilimitada. Ésto podemos verlo, sobre todo, en las pinturas de Caspar David Friedrich, del cual Carus era un gran admirador y amigo. No sólo se nota en sus pinturas, muy influenciadas por él, sino también en sus escritos, impregnados totalmente de la estética romántica. En un bellísimo pasaje del libro, que ahora mismo paso a reproduciros, describe poéticamente esa sensación de inmensidad que el hombre siente al encontrarse de lleno con la Naturaleza. Y es que para los románticos alemanes, la Naturaleza tenía un carácter místico y religioso; sagrado. Al leer ese fragmento, no pude dejar de evocar la ya tan conocida "Caminante sobre un mar de niebla" (1818), de Caspar David Friedrich, cuyas pinturas no pueden entenderse sin conocer ese carácter simbólico-religioso impregnado en el paisaje:
Carl Gustav Carus: "Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje. Diez cartas sobre la pintura de paisaje con doce suplementos y una carta de Goethe a modo de introducción". Madrid, Visor (La balsa de la Medusa, 54), 1992, pp.70-71.