No obstante, El negro y la gata es también la posibilidad de explorar la libertad a través del mar que le acoge a su protagonista (un rasgo muy presente en las novelas del s. XIX y principios del s. XX escritas por mujeres), y con ello, asistir a las bellas descripciones de la costa vasca, y de sus olas, y de sus acantilados, y de sus nubes…, que al unísono, nos ayudan a descubrir y describir el carácter y las costumbres de sus gentes, entre las que destaca, sin duda, el padre Azurmendi, pues aparte de ser el hilo conductor de toda la historia que se nos narra, es un gran ejemplo de cómo se debe crear un personaje, pues nadie como él expresa ese sentido que tienen el peso y la levedad, y que de algún modo, ya están implícitos en la cita de Milan Kundera que abre la novela: «El peso es la búsqueda de una continuidad…», y en cuanto a la levedad nos dice: «…es la experiencia mágica y siempre efímera de la pura belleza, del puro amor». Un anclaje, el de la magia, la belleza y el amor, que Anton Arriola explora junto a sus palabras, intentando, en cada momento, definirse como un escritor que necesita del peso de la reflexión, pero también de la belleza del amor.
En definitiva, El negro y la gata de Anton Arriola es el reflejo de la incoherencia que cada uno de nosotros arrastramos a lo largo de nuestras vidas. Una incoherencia que nos lleva a replantearnos, una y otra vez, ese «ess muss sein –tiene que ser—» al que el autor nos alude a lo largo dela novela y que, sin duda, representa la última noción de nuestro destino, siempre atribulado por el peso de la levedad.
Ángel Silvelo Gabriel.