A los cuatro años sufre un grave ataque de meningitis, que sumado herencia de neurosífilis adquirida de uno de sus padres, hace que el dolor no lo abandone nunca. Este sufrimiento podría explicar una obra paranoide y fatalista que es lo que, precisamente la hacía genial, lo que convertía a Artaud en un "poeta maldito".Una mente artística privilegiada que surge del dolor. La enfermedad, la muerte de su hermana, las eternas crisis de fe que sufre o en desengaño frente una sociedad para el decadente, lo precipitan a pasar largas temporadas en instituciones mentales. La estancia más larga es de 10 años, entre 1937 y 1946. Quizás lo difícil sea identificar los límites de la locura y el arte. Como ya hemos dicho en algún otro post, ¿quién tiene autoridad para juzgar la locura o la cordura de las personas?En este caso la respuesta es... El doctor Gastón Ferdière, que diagnostico a Artaud de esquizofrenia aguda, lo ingresa en una preciosa institución psiquiátrica para que se cure "por arte de magia" gracias a una magnífica reclusión y aislamiento social. Pero Ferdiere se apiada de él, y temiendo que muriese de desnutrición en 1943, consiguió su admisión en Rodez, animándole a escribir y a dibujar. Artaud es un ejemplo destacado de escritor de categoría con graves trastornos de la personalidad. Lo dicho, no hay genialidad sin locura.Fragmentos de la obra de Arnaud:
Para acabar con el juicio de dios o Para acabar de una vez por todas con el juicio de diosDonde huele a mierda huele a ser. El hombre bien habría podido no defecar, no abrir nunca el bolsillo anal, pero escogió cagar como habría podido escoger la vida en lugar de consentir en vivir muerto. Puesto que para no defecar, habría tenido que consentir en no ser, pero no pudo resolverse a perder el ser, es decir a morir en vida. Hay en el ser algo particularmente tentador para el hombre y ese algo es justamente LA MIERDA. (aquí rugidos.)
Antonin Artaud, Pour en finir avec le jugement de dieu, 1947Los Tarahumaras
De lo que es el Yo, yo no sé nada. ¿La consciencia? una repulsión espantable de lo innominado, del mal urdido, pues el YO viene cuando el corazón lo ha añudao por fin, lo ha elegido, lo ha halado fuera de esto, para aquello, a través de la eterna supuración de lo horrible, cuyos no-yo, demonios todos, asaltan lo que será mi ser, el ser que no ceso de ver cómo decae ante mis ojos, mientras Dios no haya pasado la llave por mi corazón.
Antonin Artaud