Cúpula de la basílica de Nuestra Señora de los Desamparados, 1697 - 1701
Antonio Palomino - Fuente
El barroco español se prolongó durante la primera mitad del siglo XVIII y sólo la llegada de la corte francesa de los Borbones a partir de 1700 supuso la introducción progresiva de novedosas innovaciones en el campo de las artes que, sin embargo, tardarían tiempo en extenderse al resto de la sociedad española fuera de los círculos íntimos de la nueva monarquía francesa. En este contexto, en el ámbito provinciano todavía triunfan las preferencias de los clientes, anclados en una estética arcaica y completamente desfasada. Mientras, en Madrid, a partir de la segunda mitad del siglo XVII y especialmente durante el reinado de Carlos II, monarca español desde 1665 hasta su muerte en 1700, triunfan los modelos flamencos de vivos y alegres colores que tienden a ocultar la triste realidad de un reino y una sociedad descompuesta incapaz de responder adecuadamente a los desafíos de su tiempo. En este complejo panorama, un pintor cordobés de complejo nombre, Acisclo Antonio Palomino y Velasco, nacido en 1655 y muerto en 1726, jugaría un papel fundamental en la renovación del estilo pictórico en muchos de los núcleos artísticos de la península Ibérica.
Alegoría del aire, h.1700, Antonio Palomino
Museo del Prado, Madrid - Fuente
Aunque nacido en la localidad de gran tradición alfarera de Bujalance, siendo muy pequeño se trasladó con toda su familia a la ciudad de Córdoba. Allí recibió una esmerada educación que incluía aspectos legales, teología o cuestiones filosóficas entre otras muchas materias. Sin embargo, pronto sintió la atracción de la carrera artística, relacionándose su etapa de formación juvenil con las obras de Antonio del Castillo que copió, o con Valdés Leal, una de las principales figuras pictóricas de la Andalucía de finales de siglo gracias a su peculiar estilo, quien le animó a seguir la carrera pictórica. Fue precisamente en esta época cuando entra en contacto con el discípulo de Velázquez, Juan de Alfaro. Y será bajo su protección que Palomino llegue a Madrid en el año 1678 bajo la protección de su nuevo mentor. La llegada a la sede de la corte se convertiría en revulsivo fundamental de su arte ya que allí entra en contacto con los maestros madrileños del momento que desarrollan ya con plenitud los nuevos aires triunfales del barroco de segunda mitad de siglo, más atento a las evoluciones flamencas, llenas de colorido y exultantes en sus temas y la manera de representarlos, a los que se une el tradicional gusto por el especial colorismo veneciano que tanto triunfa en la pintura española del momento.El éxito llegaría en 1688 cuando obtiene el título de pintor del rey. Haber conocido y formar parte del círculo de Juan Carreño de Miranda o de Claudio Coello le había posibilitado colaborar con alguna obra que finalmente facilitaría su entrada en la corte. Y es allí cuando se produce el momento fundamental en la vida de Palomino. En 1692 llega a la corte madrileña el italiano Luca Giordano que lleva consigo una pintura decorativa mural novedosa, llena de luz, abigarrada de multitud de formas y figuras que ocupan los escenarios etéreos que crea el maestro en sus pinturas al fresco. La admiración por Giordano convirtió a Palomino en el primer y más destacado fresquista de su tiempo, asimilando perfectamente la técnica y las nuevas formas que el italiano introduce en la corte madrileña.
La batalla de Orán, h.1699, Antonio Palomino
Colección Fundación Banco Santander - Fuente
José María Quesada destaca de Palomino dos aspectos fundamentales que definen la carrera del cordobés: la primera hace referencia a su papel como tratadista, fundamental para conocer el arte pictórico español del XVII en la historiografía artística; y por último, ser el introductor del barroco triunfal y colorista en las provincias españolas. Palomino trabaja grandes decoraciones murales al fresco en Valencia (cúpula de la basílica de Nuestra Señora de los Desamparados, iglesia de los Santos Juanes, decoración destruida durante la Guerra Civil española), Salamanca (el Triunfo de la Iglesia militante en San Esteban) o Granada (cúpula del Sagrario de la Cartuja). Palomino sufre el rechazo de los nuevos gustos de inspiración francesa de la nueva corte de Felipe V (1700 – 1724) lo que le permite atender encargos en muchos puntos de la Península y convertirse en el introductor de la nueva estética colorista y luminosa que, como señala Pérez Sánchez en su Pintura barroca en España (1600 – 1750) publicado en 2000 y citando a Gaya Nuño, sirve del precedente más inmediato a los gustos rococós.
Cúpula del Sagrario de la Cartuja de El Paular, Granada
1723 - 1725, Antonio Palomino - Fuente
Por último, no puede dejar de mencionarse el importante papel de Palomino en el campo de la historiografía artística al ser el autor de uno de los principales escritos sobre la pintura barroca del siglo XVII. En su obra, después de analizar la teoría y práctica del arte de la pintura, Palomino redacta la biografía y semblanza de los artistas españoles del XVII, convirtiéndose en fuente fundamental para conocer este periodo. Se trata de El Museo Pictórico y Escala Óptica (1715 – 1724), conjunto de tres libros, el último titulado El parnaso español pintoresco y laureado.Luis Pérez Armiño