Aprender del fallo y las historias ajenas: el efecto trinquete

Por Kheldar @KheldarArainai
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Hay algo que a los seres humanos se nos da muy bien desde que poblamos la Tierra: aprender de los demás, apoyándonos los unos sobre los otros en plan trinquete. Tan bien como de nuestras propias experiencias.

Ahora bien, quizás te suene el dicho popular que nos advierte de que nadie escarmienta en cabeza ajena. Un dicho que si sobrevivió es porque es muy cierto… Pero que al mismo tiempo contradice la propia justificación de la evolución de nuestra especie.

Somos cuentacuentos natos, y hemos crecido en base a las historias que tejemos. Por eso, hoy quisiera tejer para ti una parte de mi vida y compartírtela, con la esperanza de que aprendas algo útil.

Puede que al principio no le veas la relación con el tema por el que te interesó estar en contacto con Diana, conmigo y con nuestra Comunidad Fluyendo, y por eso apelo a tu curiosidad y tu paciencia.

Te aseguro que la recompensa lo merece.

Los seres humanos debemos nuestra expansión a los aprendizajes ajenos que logramos imitar o reproducir a nuestra conveniencia.

Sí, se lo debemos a eso. Aunque te parezca mentira, y aunque el plagio esté tan mal visto que hayamos tenido que inventar la inspiración para poder fijarnos en lo que hacen otros sin remordimientos.

Así pues, habría que cambiar el dicho popular por nadie aprende al 100% lo que viene de cabeza ajena sin experimentarlo en carne propia también… ¿No te parece?

Con ese mecanismo somos capaces de generar lo que los pedagogos (y muchos otros profesionales, ojo) llamamos un “efecto trinquete”.

¿Y qué es eso?, te preguntarás…

Permite que te responda de forma técnica, y luego aporte una historia más reveladora al respecto.

Hablemos de trinquetes…

El efecto trinquete es la evolución de una cultura en base a la acumulación y el refinamiento de habilidades, conocimientos, estrategias y técnicas que se revisan y se perfeccionan a medida que se van empleando.

En otras palabras: una mejora constante sin retrocesos.

Puede que te suene de tus clases de Historia y Ciencias Sociales, en las que te hablaron del dominio de la piedra, el fuego, el ganado, la agricultura y el metal, por ejemplo. No obstante, ¿quieres un ejemplo gráfico?

Imagínate una rueda dentada con una manivela que la hace girar, y una uñeta o gatillo, que impide que la rueda gire en cierta dirección pero permite que se desplace en otra. Algo parecido a esto:

Un trinquete para ilustrar el efecto trinquete. Nota que solamente gira en un sentido, salvo que se elimine el bloqueo.

Visto de esa manera, la rueda solamente puede avanzar “hacia delante”, en el sentido que nos interesa más favorecer. ¿Tiene sentido, verdad?

Aunque algunos trinquetes, como el del freno de mano de los coches y el de las poleas, se emplean como mecanismos de seguridad para impedir el avance indeseado. En general, para evitar accidentes.

Ahora bien, ¿qué me dirías si te digo que el crecimiento de tu cuerpo y tu mente funcionan bajo el mismo principio que un trinquete?

¿Te gustaría que te demuestre que no está todo perdido si fracasas en tus relaciones, o en cualquier otra cosa importante para ti?

¡Porque traigo el ejemplo perfecto!

Tuve ocasión de fijarme en esto que voy a compartirte ahora por mis circunstancias (y por mis estudios, para no omitir detalle).

Fue entonces, en la combinación de dos hitos importantes para mi vida, cuando descubrí algo muy profundo. Desde ese momento, esta lección forma parte fundamental de todo lo que transmito en mis servicios.

Te cuento.

Hace unos cuantos años me destrocé una rodilla entrenando artes marciales, aunque pudo ser mucho peor.

Entrenaba Jiujitsu japonés tradicional, para ser más exactos. El vale todo de Japón. Bastante exigente a nivel físico, claro que por eso mismo me gusta.

No tiene rama de competición por la naturaleza de sus técnicas, y porque crear unas reglas de competición supondría prohibir como el 90% de lo que aprendes… Algo que a la mayoría le parece muy aburrido y pesado.

Entrenaba con policías y militares. Todos ellos tipos recios, rudos y experimentados en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Por aquel entonces pesaba 57 kilos y dando gracias.

¿Y sabes qué?

Podía medirme frente a frente con personas que me doblaban el peso. Pero, por supuesto, no estaba exento de riesgos… Como no tardaría en descubrir.

El toquecito de atención…

Cierto día estaba en prácticas de combate con un señor de la UME (la Unidad Militar de Emergencias). Un tipo grande, robusto y más inflexible que el acero de los barcos. No te ponía las cosas fáciles, aunque fuera un entrenamiento.

Era una masa inamovible que conseguí derribar a base de pericia, ingenio y esfuerzo físico. Y precisamente eso último me supuso la lesión.

Por descuidar la técnica en favor de la potencia física, me olvidé de posicionarme adecuadamente. Perdí el equilibrio y no me quedó otra que sufrir la caída de un señor de unos 100, quizá 110 kilos encima de una de mis piernas.

Me lo llevé con un uchi mata, para los que entienden del tema. Y para los que no, una imagen vale más que mil palabras:

Uchi mata de Judo para ilustrar la técnica y mostrar la diferencia con el de Jiujitsu japonés tradicional.

El uchi mata de la imagen es el que enseñan en Judo, y es a día de hoy una de las técnicas más utilizadas y eficaces en competición.

El que aprendí de mi maestro es la variante de Jiujitsu, que cambia mínimamente en la preparación de la técnica, el desequilibrio y la posterior proyección.

En concreto, no se introduce la pierna entre las del oponente como ves en el dibujo, sino que la mantienes cruzada frente a las suyas. Así trabas sus tobillos para que no escape girando sobre ti, y también haces palanca.

Diciendo esto, te imaginarás cómo fue que me cayó encima mi amigo el rocoso, ¿verdad? Y puede que por eso te preguntes cómo es que no me partió la pierna.

Pues mira… Afortunadamente, el cuerpo tiene memoria, y tan sólo por eso mi pierna estaba colocada de un modo que minimizó el impacto y la lesión.

 ¿Y dónde aprendió mi cuerpo todo esto? 

En la práctica, y en las historias de varios de mis compañeros de entrenamiento, así como de mi maestro; quienes tenían sus propias lesiones de rodilla para dar fiel testimonio.

Gracias a que supe atenderlos y se me quedaron grabadas las debidas precauciones, lo que pudo ser una rotura compleja con dislocación de la articulación se quedó en un desgarro parcial del ligamento cruzado anterior.

Pude beneficiarme del recuerdo de sus lesiones para impedir que la mía fuese más grave.

¿Qué fue lo que aprendí de todo este percal, entonces?

Aprendí cómo funciona mi trinquete y me puse a observar si podría transmitirle el saber de ese funcionamiento a los demás, para que aprovechen los suyos.

Lo que aprendí se resume a dos cuestiones:

  • Con la actitud adecuada, tus experiencias y las de los demás hacen que la rueda gire y te permiten avanzar. Entonces, cuando algo falla, el trinquete salta para protegerte del retroceso e impide que tengas que empezar de cero.

Por ejemplo: piensa en aquella vez que te empeñaste en aprender un idioma nuevo y avanzaste hasta que te cansaste o tuviste que dedicarte a otra cosa.

¿Qué pasaría si ahora intentaras retomarlo? Puede que se te hayan olvidado algunas cosas, o bastantes incluso; pero reaprenderlas y seguir creciendo desde ese punto es más fácil que aprenderlas por primera vez.

Eso por el lado positivo. ¿Y por el negativo?

  • Con la actitud equivocada tus experiencias (y las de los demás) se convierten en un bloqueo que impide que la rueda de tu vida gire libremente. Te acabas estancando, y no avanzas ni a golpes.

A cualquiera que haya tenido lesiones como la mía le asusta volver a hacer deporte, y más un deporte de contacto, de intensidad o de alto rendimiento.

Sin embargo, yo me hacía preguntas como estas:

  • ¿Por qué los futbolistas vuelven al campo aunque se lesionen casi en cada temporada?
  • ¿Por qué los cantantes se operan para conservar la garganta y siguen cantando igualmente?
  • ¿Y por qué los artistas marciales prefieren ponerse una rodillera antes que dejar de entrenar?

Por una cuestión de actitud: perseveran y aprenden de sus errores, en vez de abandonar cuando cometen uno y las consecuencias pintan feo.

Somos nosotros los que nos permitimos o impedimos aprender de algo, en definitiva. Los que bloqueamos el trinquete.

El día que comencé a pensar así fue cuando empecé a observar que ahora, tras mi lesión y todo el proceso de recuperación; tengo mejor conciencia de las posiciones de mi cuerpo, de la distribuición de mi peso, de mi equilibrio y de mi movimiento.

Me fijo en cuestiones que antes no me preocupaban tanto. Y eso me ayuda a detectar lo que es irrenunciable y lo que es inaceptable para mí.

Así pues… Me parece sumamente interesante que necesitara llegar a un punto donde mi vida echó el freno a lo bestia para que prestase atención a cosas tan importantes.

¿Y a ti qué te parece?

Hay cosas que se transmiten mejor con una buena historia, como bien sabes. 

Por esto te pedía paciencia con mis aspiraciones de cuentacuentos.

Necesitaba hablarte de una pérdida importante y de una lesión seria, así como de la recuperación, para poder abrir tu mente a lo que te quiero compartir hoy.

Retomando el ejemplo del deporte… Si pierdes fuerza muscular o técnica, tu cuerpo “recuerda” lo que una vez ya supo. Y gracias a eso, no tienes que volver a empezar de cero. ¡Solamente tomártelo con calma!

No necesitas volver a aprender a correr, saltar, esquivar, moverte, golpear o caer. Ya tienes esas memorias, y el cuerpo volverá a entrar en contacto con ellas… Si le das ocasión.

Del mismo modo, si pierdes en el amor y en la amistad, no necesitas aprender a seducir y a relacionarte desde cero. ¡Solamente tomártelo con calma!

¿Qué pensarías si Diana o yo te decimos aquí y ahora que las historias son el entrenamiento de tu mente?

¿Querrías entrenar con nosotros?

¿O nos tomarías por locos y huirías sin mirar atrás?

Tenemos curiosidad… ¿Qué crees que pasaría si comenzamos a compartirte nuestras historias y las de otros miembros de nuestra comunidad?

Para nosotros, la respuesta es clara: despertarías de nuevo a tu gigante interior… Y toda tu vida cambiaría como resultado.

Durante el #RetoRelacionesAuténticas hemos contado historias como la separación de Diana de su anterior pareja, el comienzo de nuestra relación y los motivos que nos llevaron a querer interesarnos por el tema de la sexualidad consciente en primer lugar.

Además, en este post sobre separaciones maduras (y también sobre todo lo contrario), yo mismo he contado lo que aprendí a base de encadenar fracasos amorosos y mi particular visión de un concepto compartido por Esther Perel.

Hemos convertido nuestra vida y nuestras historias en un entrenamiento para ti. Para tu bienestar. Para tu evolución. Para tu felicidad.

Saber lo que nos ocurrió (tanto bueno como malo) y cómo lo afrontamos te dará tablas para la vida. Por eso registramos la Historia, de hecho.

Es información útil para que sepas enfrentarte a situaciones que no son tan frecuentes o que todavía no has vivido nunca, en el momento en que se te presenten.

Contar con precauciones evita males mayores, y a veces incluso es la clave para fluir con las circunstancias (por aquello de que te permite confiar en tus recursos y sentirte capaz de salir adelante con lo que sea).

Igual que en su día yo supe estar preparado para protegerme de una lesión peor, gracias a lo que me contaron mis compañeros del Jiujitsu… Y pude seguir entrenando durante todo un año antes de necesitar operarme. 😉

Estoy seguro de que ahora comprendes mejor todavía el valor del apoyo y de las historias de los demás, y las usarás de trinquete.

Yo me quedo más tranquilo sabiendo que puse de mi parte para que así sea.

¿Te gustaría conocer más acerca de nosotros y aportarnos tu historia?

En tal caso, te esperamos en Relaciones Auténticas, ¡el programa que cambiará tu vida y relaciones para siempre!

>>> comunidadfluyendo.com/Programa-Relaciones-Autenticas

(Si quieres un descuento, prueba a poner el código «VeranoAuténtico» en el checkout… ¡A ver qué pasa!)

Un fuerte abrazo.

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