La obra de Lamberto Amat, "Elda, su antigüedad, historia", es un maravilloso relato, casi un diario, de una villa que crecía en pleno siglo XVIII; la descripción que en ella se hace de determinados monumentos del pueblo, entre ellos su Iglesia, da pie a que se pueda seguir ahondando en detalles que deben ser conocidos por los eldenses, ya que en algunos de ellos se habla de auténticas joyas (hoy desaparecidas) con las que contaba el municipio en aquellos años.
Mis recuerdos, desde muy pequeño, han ido ligados a muchos acontecimientos de esta noble y próspera ciudad; mi padre me describía con mucho detalle algunas cosas que no podía observar físicamente porque habían desaparecido; entre ellas el Convento de Franciscanos, el antiguo Hospital o la destruida Iglesia Parroquial de Santa Ana. Sobre esta última la recorría mentalmente, casi siguiendo cada rincón de sus altares y naves; mi padre, desde muy joven, adoraba a su tío que era el presbítero de la Iglesia de Santa Ana y que se llamaba José María Amat Gras (1863 - 1941) (de ahí viene mi nombre de pila), era hijo de Matías Amat Amorós y Maria Gras Crespo, en los últimos años de su vida, ese venerable anciano acudía a su Iglesia para decir la primera misa del alba, sobre la 6,30 de la mañana como era costumbre, y muchos días le acompañaba mi padre, él me transmitía la gran satisfacción que experimentaba acompañar a su tío muy anciano y, especialmente , con motivo de las Fiestas Mayores, colaborar en el encendido de las miles de velitas que rodeaban las balaustradas de los altares (una operación que repetiría desde que recordaba tener uso de razón) y de forma especial en las misas solemnes del día de la Virgen o del día del Cristo.
Evidentemente yo no conocí la antigua Iglesia de Santa Ana, pero siempre he recordado como un ejemplo de perseverancia, el insistente trabajo que realizó su primer párroco en la reconstrucción, José María Amat Martínez, que aunque también tenía el mismo nombre y primer apellido que aquel tío de mi padre, no tenían parentesco alguno, aquel cura, Amat Gras, falleció en el año 1941; pero a vueltas con ese trabajo de reconstrucción desde mis recuerdos de niño oía en cada misa de once (esa era la misa de los niños) la cantinela de siempre...."la campaña de la loseta de mármol" por ejemplo, con la publicación en un panel en la propia parroquia, de las personas que se suscribían y donaban las cantidades en pesetas para la reconstrucción, después sería el pintado de las paredes, los altares....y especialmente los de los Santos Patronos.
Pero volvamos atrás...., ya he dicho que aquel anciano sacerdote, José María Amat Gras, falleció dos años después de acabada la guerra civil y tras los desmanes que cometían las turbas enloquecidas con ansias de venganza e ira incontenible, especialmente hacia la Iglesia Católica, hasta el punto de cometer auténticas locuras (que en nuestra mentalidad del siglo XXI es difícil poder comprender) especialmente con curas, monjas o personas significadas por su entrega a la Iglesia, quemando Templos y Conventos ..... y Elda no fue una excepción.
En Elda fueron asesinados casi todos los sacerdotes y muchas personas que se habían significado por sus ideas religiosas, además de otras que fueron producto de venganzas o persecuciones personales. ¿Cómo fue posible que un cura de Santa Ana, que siempre vistió sotana, fuera respetado en aquellos días? , la respuesta me vino por casualidad muchos años después.
A pesar de la diferencia de edad, tuve un amigo que casi me duplicaba en años pero era un gran conversador y una persona de una especial talla humana, y sin saber de su pasado me gustaba hablar con él y pasear, en los últimos años de su vida, por el entorno de la calle José María Pemán que era el lugar en el que tenía mi trabajo; aquel amigo se llamaba Andrés Lloret Martí, era un intelectual, un poeta y para mí, un hombre muy equilibrado que con argumentos rebatía ideas y defendía criterios.
Cuando un grupo de amigos nos hicimos cargo de la directiva del Club de Campo, creamos un fondo editorial para publicar obras de escritores que relatasen, en prosa o en verso, temas relacionados con Elda o que aportasen valores literarios desde esta ciudad, así conocí a Lloret; se publicó un poemario llamado "Rama de laurel" . Un buen día Andrés me contó un pasaje de su vida de la que se sentía orgulloso (y no era para menos), recordando mi nombre y primer apellido, me confesó que él conoció a un anciano sacerdote de igual nombre (debo aclarar que Lloret desconocía mi procedencia hasta ese momento), su relato me emocionó. En aquellos días inmediatamente anteriores a la guerra civil, habían individuos exaltados que ayudados con otros que recorrían los pueblos, se dedicaba a dar lo que llamaban "paseos" y que no era otra cosa que sacar de sus casas a personas inocentes y arrastrarlas hasta dejarlas muertas junto a las cunetas de cualquier carretera y, en la mayoría de casos, solo por sus creencias religiosas o por haber servido a la Iglesia..... allí, en una de esas algarabías, alguien se acordó del único sacerdote que seguía vivo en Elda, "D. José María el vicario", como se le llamaba, y esas gentes enardecidas y alentadas por el odio, el rencor y la inconsciencia, decidieron encaminar sus pasos a la casa del sacerdote que esperaba vestido con su sotana habitual, sentado en una silla en el hall de entrada, la llegada de aquellos que le iban a martirizar...., pero Andrés que era un joven perteneciente a las juventudes socialistas, que con muy pocos años idealizada los conceptos de libertad y justicia en la adecuada dimensión, corrió por las calles del casco antiguo de la ciudad para situarse en la misma puerta de la casa del cura y cuando llegaron aquellos coléricos criminales, les advirtió que ese hombre era una persona ejemplar y nadie debía tocarlo a no ser que antes lo eliminasen a él; eso le valió al sacerdote salvar la vida. Este relato lo conté a mi madre en casa y, aunque ella había oído algo sobre las personas que intervinieron en salvar al tío de mi padre, no conocía con detalle el desarrollo de los acontecimientos, sabía que hubo algunos gestos heroicos como el que estoy narrando. Como es natural, mi respeto y admiración por Andrés Lloret se incrementó y a partir de ese momento, con un sentimiento de gratitud, pero sobre todo porque efectivamente estaba ante una persona que merecía ser escuchado.
Pero los desmanes siguieron y le tocó el turno a la Iglesia de Santa Ana, interiormente una joya barroca, que se había construido en el año 1528, sobre las bases de una antigua mezquita y en la que habían intervenido muchos fieles con aportación de recursos y que contenía tallas de gran valor y pinturas que, por su calidad, han pasado a la historia de la pintura valenciana, entre ellas tablas que decoraban las paredes de la capilla de la Virgen del Rosario (antesala de la capilla de la Virgen de la Salud) y que databan del siglo XVI .
Según Lamberto Amat, en el año 1747 se procedió a una ampliación del templo de Santa Ana, con la colocación de la primera piedra en los terrenos que ocuparía la capilla de la Virgen de la Salud, se trataba de un acto solemne en con el clero en procesión y asistencia del Ayuntamiento y el alcalde José Linares a la cabeza. Las obras se acabaron el 3 de Septiembre de 1757, con remodelación de la fachada y la colocación de estatuas "vaciadas en piedra extraída de Bateig"; este libro escrito por Lamberto Amat, me da pie para investigar en los artistas que intervinieron en dar realce y belleza a la desparecida Iglesia de Santa Ana, en un periodo anterior a 1936.
Entre los diferentes artistas , había una escultura de la Virgen hecha por el escultor y restaurador oriolano Antonio Perales , hermano del también ensamblador y maestro tallista Jacinto Perales, que intervino en la creación de varios retablos y esculturas que se encuentran todavía en muchos templos de España, entre ellas destaca la portada de la Iglesia de Santiago en Orihuela, de estilo barroco dividido en dos cuerpos con columnas salomónicas, adornos florales y cariátides, obras de indudable valor artístico; las estatuas de un ángel y las de San Joaquín y Santa Ana, realizadas por otro escultor, Ignacio Esteban Díaz, que era un artista consagrado en el siglo XVIII y que sus esculturas han destacado en el arte religioso, como "El retablo de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña", de la iglesia de Santiago de Orihuela; Francisco Mira, perdiéndose también varias tablas del pintor Cristóbal Llorens que decoraban la Capilla de la Virgen del Rosario;
la quema por el fuego de esculturas y tallas de otro gran imaginero de la época como fue Jerónimo Esteve Bonet, cuyas obras son apreciadas y conservadas en Museos e Iglesias; además de intervenir diferentes artistas en el dorado de los altares como Francisco Tormo cuya fama era conocida por la forma en que doraba los tronos o los retablos en algunos templos, también en los tronos de pasos para procesionar en la Semana Santa; el manto de la Virgen que fue adquirido a uno de los talleres especializados de la época y que regentaba Pedro Juan Begerot, como es natural en aquellos tiempos, totalmente hecho a mano con hilos de oro y plata formando los bordados típicos de este tipo de mantos; las puertas de la capilla de la Virgen que fueron esculpidas por el escultor Francisco Esteban, con una belleza en sus tallas que demuestran la valía artística de este famoso tallista; además de lámparas de plata hechas por el maestro orfebre Antonio Martínez, también de Orihuela y que trabajó en múltiples trabajos de orfebrería religiosa, en casi toda España . Los artistas que hemos nombrado, han pasado a la historia como ejemplo del arte del siglo XVIII y principios del XIX y sus obras se conservan en Museos y, especialmente, en Iglesias de muchas ciudades españolas, pinturas, tallas y decoraciones que, en nuestro caso, desaparecieron para siempre.
Bajo la cúpula, en las columnas del crucero, se colocaron cuatro grandes oleos que representaban a los Doctores de la Iglesia y cuyo autor fue Fray Antonio Villanueva (1714-1785), además de otros dos lienzos, uno de la Virgen y otro de San José situados en la capilla a los lados del altar, ambos pintados por el mismo artista, que por su gran calidad es recordado y admirado en todo el país.
Antonio de Villanueva fue merecedor de honores en su vida como pintor, arquitecto y escultor, nacido en Lorca el 30 de Agosto de 1714, pintor del último barroco español, más conocido quizás fuera que dentro de Murcia, siendo hijo de un reputado tallista oriolano, Laureano Villanueva, que le dio una educación académica basada en la filosofía y la gramática. Pero a pesar de sus estudios Villanueva tenía una especial dedicación al dibujo. Sus estudios artísticos se inclinaron primeramente por la arquitectura y la pintura, mientras seguía avanzando en su segunda vocación, la religiosa junto a la orden franciscana. Fue trasladado, tras haber profesado y haberse ordenado sacerdote, al convento valenciano de San Francisco donde perfeccionó su técnica y trabajó en numerosas obras para el cenobio, pintando cuadros para el claustro, la iglesia, el retablo, el altar mayor, la capilla de la Orden tercera y una representación histórica del capítulo general de la Orden franciscana en el mismo convento en 1768. Fueron entonces muy variados los encargos que llegó a realizar, para Aguasaltas, un San Francisco para su retablo mayor, una Porciúncula (pequeña Iglesia donde empezó el movimiento franciscano) para la iglesia de Busto, los frescos del camarín de los franciscanos de Hellín, la vida de San Francisco en varios lienzos para Requena, 36 lienzos para las monjas franciscanas de Onteniente, otro cuadro del Santo Patrón para el convento de Alicante, varias obras para el Convento-Iglesia de San Juan de la Penitencia de Orihuela, a él se deben las pinturas del presbiterio, realizadas en 1780, los esgrafiados decorativos y, probablemente, la traza misma del convento y de la iglesia actual (1).
El lienzo pintado y que representa la Sagrada Familia de la Virgen y está situado en el bocaporte de la hornacina central del retablo dedicado a la Sagrada Familia en la Iglesia de Santiago de Orihuela (Monumento Nacional).
El retablo de la Capilla Mayor, desafortunadamente perdido, también fue obra suya, hacia 1759. etc. A pesar de la pérdida de algunas de sus obras en distintos episodios históricos, el salón de sesiones del actual ayuntamiento de Elche conserva una Asunción pintada por Villanueva en 1747, con un gran efecto cromático y en el que están representados, ángeles, obispos, beatos, fieles y la Virgen en su Asunción a los cielos; y en Murcia, la cúpula mayor de San Bartolomé de Beniel, muestra también la decoración realizada por el artista a mediados del XVIII.
La cúpula del camarín de Nuestro Padre Jesús de la Iglesia de Santa Ana de Orihuela, y la capilla de la Inmaculada de Callosa del Segura que precisamente han sido objeto, recientemente, de una profunda restauración.
La academia de San Carlos lo nombró socio de mérito en octubre de 1768, y aún se conserva en ella un cuadro, "Las Tres Nobles Artes". Su celda conventual siempre estuvo abierta para los principiantes y estudiantes que buscaron en fray Antonio a un maestro ya consagrado, dirigió la Escuela de dibujo de Requena hasta que falleció el 27 de noviembre de 1785.
En el mural Fray Antonio de Villanueva realiza un tipo de pintura fresca y suelta de un gran efecto; realizaba un boceto a carbón sin grandes detalles, pintando sobre el blanco inmaculado del yeso, realiza los detalles valiéndose de tierra roja aplicada a pincel (sinopia); en las túnicas de los ángeles y santos emplea cinco colores: ocre, almagra, azul, rojo y verde, usando la gama de origen mineral, cálida y derivados de óxido de hierro; las alas y las nubes las trabajaba con añadidos de negro y tonos ocres a modo de molduras, consiguiendo las luces con el empleo del yeso (la actual tiza); suele emplear el negro a modo de veladura con el gris al fondo; con esta forma de pintar consigue una gran calidad que resalta y aumenta el efecto cromático; es probable que el aglutinante de los colores empleados fuese a base de una cola proteica. En este pintor hay que destacar el uso de oro en polvo, a modo de pincelada en sus murales.
Como dije anteriormente, la mayor parte de la antigua Iglesia se sufragó con colectas populares, a base de entregas que se realizaban, bien a la Iglesia misma o al Consistorio y como en aquellos años los medios económicos de los habitantes de Elda eran escasos en su mayoría, se solicitaba cualquier aportación en especies que después el Ayuntamiento o el cabildo lo entregaba a cambio de la limosna para la Iglesia, de esta forma se entregaban desde gallinas, pavos, conejos y demás animales de granja, hasta productos de la cosecha, que se recogían en los lagares de vino o en las almazaras de aceite, trigo, arroz, joyas, ropas y demás objetos que pudieran transformarse en dinero y que contribuyese a pagar las deudas contraídas con los artistas que realizaban los trabajos para la Iglesia de Santa Ana o para las capillas de los Santos Patronos, y "lo hicieron generosamente sin recompensa de ninguna clase. Las minuciosas y detalladas cuentas, dan a conocer estas particularidades y de todas y cada una de las partidas de entradas de fondos, parece que brota la expansión del entusiasta, acrisolado y general sentimiento de los hijos de este pueblo por proporcional a su común Madre, La Virgen de la Salud, una Capilla tan decorosa y digna, como les fuera posible realizarla, cual merece y es debida a tan Santa Señora." .
Trece años después, en 1770, se colocaría la primera piedra de la Capilla del santísimo Cristo del Buen Suceso, con la presencia del alcalde Gerónimo Sempere y el cura de la parroquia Bartolomé Payá. El retablo del camarín del Cristo y las figuras, se realizaron por el escultor Francisco Mira, que en aquellos años realizaba imaginería para algunas Iglesias del Obispado de Orihuela y entre ellas, la capilla de la Virgen del Remedio de la Iglesia Arciprestal San Juan Bautista de Monóvar.
En la capilla del Cristo había unas preciosas pinturas al oleo de "insuperable belleza",según Amat y Sempere, que podrían pertenecer a la mano de una señora cuyo nombre se desconocía, sin embargo algunos atribuían al nombrado Fray Antonio de Villanueva, si bien y siempre según Lamberto, no era el estilo de este gran pintor. Esta capilla al ser más pequeña que la destinada a la Virgen, también tenía menos ornamentación.
En cuanto a la forma de sufragar los costes de la capilla del Cristo, fueron exactamente igual a la de la Virgen, es decir, por cuestación popular.
Pero la Iglesia destruida de Santa Ana, no era solamente los altares de los Santos Patronos o los de la Virgen del Rosario, San Antonio, Santo Tomás y San Francisco de Paula, que formaban la antesala del camarín de la Virgen de la Salud y que concentraban la mayor parte de obras escultóricas, pictóricas y de orfebrería; la riqueza patrimonial estaba también en el resto del recinto, con retablos en el Altar Mayor o los altares de San Miguel y San Rafael; todo el lugar sagrado era una meritoria obra barroca del siglo XVIII, que contenía obras de arte que venían desde el siglo anterior y que pertenecían al trabajo de muchos artistas de la época, algunos de ellos, como se ha dicho, de talla universal y que realizaron obras de arte para muchos templos que, afortunadamente, conservan en la actualidad.
Para acabar este corto recordatorio de la antigua Iglesia, lo haré de la mano del sacerdote con el que inicié este escrito, José María Amat Gras que, por circunstancias que en otra ocasión comentaremos, conoció y entabló cierto lazo de amistad con un inspector de policía que se llamaba Aurelio Blasco López, destinado a Elda y que lo asesinaron frente al bar Libory de Elda, en plena calle Jardines, por un ladronzuelo al que unos vecinos habían denunciado por robo y al ir a prenderlo sacó una pistola y disparó a "bocajarro"; pero volviendo al tema, Aurelio Blasco vino destinado desde Valencia en los años previos al inicio de la guerra civil y era nada menos que el único hijo varón de Aurelio Blasco Grajales, que fue uno de los masones más representativos de la Comunidad Valenciana, en su despacho de Valencia trabajó en su juventud Vicente Blasco Ibáñez, era abogado republicano, diputado en las Cortes Generales y presidente, desde 1885, del grupo de librepensadores llamado "El Independiente" y que en su reglamento se adherían a la Unión Española de la Liga Anticlerical de Librepensadores; Aurelio Blasco López, que no se parecía a su padre, era conocido en Elda por una persona tolerante y nadie sabía de sus ancestros (salvo algunas personas), no era hombre de Iglesia pero respetaba, como hombre liberal, las creencias de cada cual. El cura José María, era consciente de que la Iglesia de Elda, que estaba cerrada desde hacía varias semanas, iba a ser destruida o al menos profanada, pero ese cura no podía salir a la calle ya que el alcalde de la época, Manuel Bellot, le recomendó expresamente que no saliese de casa por ningún motivo para no dar pie a que cometiesen otra barbarie. Por cercanías familiares conoció a Aurelio y algunas veces conversaban sobre aspectos de la vida civil y también religiosa, así que el sacerdote tenía una idea muy clara de cómo era ese hombre.....un día le pidió un favor, puesto que era ajeno a cualquier sospecha de estar vinculado a movimiento alguno relacionado con la Iglesia, le solicitó su compañía para entrar en la Iglesia de Santa Ana y retirar las Formas Consagradas que todavía estaban dentro del Sagrario, ante el temor fundado de que la profanación llegase a realizarse de forma inminente, Aurelio se brindó a acompañarle y un día a las seis de la mañana (antes del amanecer), entraron en la Iglesia, recogieron las Hostias Consagradas y las trasladaron al Hospital para que las monjas las consumieran y las custodiases.
Después de todos los desmanes y tropelías que se realizaron en Elda y que culminaron con la quema de su única joya barroca del siglo XVIII, se salvó lo más importante para los creyentes, con la certeza de que la profanación en el Templo, no llegó a consumarse en lo más Sagrado que allí se guardaba.