Apuntes trágicos sobre el fin del euro

Por Peterpank @castguer
0 comments

Puesto porJCP on Jul 24, 2012 in Autores

El atractivo del europeísmo, irresistible y natural para ciertas clases sociales con intereses directos (burócratas y parlamentarios de Bruselas, ciertos profesionales itinerantes, estudiantes de “Erasmus”, etc), proviene de que es un proyecto moral, no una mera unión económica. Y los proyectos morales son atractivos a fuer de utópicos. Pensemos en el proyecto de una América sin encomenderos del agitador dominico Bartolomé de las Casas, que casi convence a los monarcas españoles del siglo XVI, a pesar de lo irrealizable que resultaba desde un principio. Aparentemente, el europeísmo se presenta desde hace unas décadas como la solución a siglos de historia trágica y cruenta dialéctica de estados (Francisco I, citado habitualmente por Gustavo Bueno: “Mi primo y yo estamos siempre de acuerdo: ambos queremos Milán”).

Parafraseando a E.O. Wilson: buena idea, continente equivocado.

Para España en concreto, hay además razones adicionales. Las élites españolas acaso avergonzadas por la pérdida del Imperio han visto habitualmente en Europa una ocasión para redimirse de la pesada carga de ser español. Como en la divisa orteguiana: “España es el problema, Europa la solución”. Y excuso mencionar a los nacionalistas periféricos, cuyas esperanzas se han puesto tradicionalmente en disolver la nación española en la “Europa de los pueblos”, otro conocido proyecto utópico.

¿Es una expectativa racional que la llamada “Unión Europea”, compuesta por realidades nacionales más heterogéneas que el Imperio austrohúngaro, o el Imperio español de los Habsburgo, pueda disolver las lealtades nacionales, a la manera de una “paz perpetua” kantiana? Cuesta tomarse en serio la pregunta.

Pese a su severo utopismo europeísta, Felipe Gonzalez ha dado en el blanco en El País:

Hoy, California es un Estado que no puede equilibrar sus presupuestos. Pero ¿cómo financia su deuda? A través de la Reserva Federal, y al tipo de interés negativo. Obviamente, tendrán que hacer una reestructuración seria, pero la Reserva Federal impide que la especulación arrase a California, como lo impide en Florida. No ocurre lo que ocurre aquí, donde el Banco Central Europeo no actúa como un banco central. “

Desde una visión trágica de la política europea no es difícil explicar por qué el BCE no actúa como un banco central. El BCE no presta dinero a España o Italia con intereses negativos porque los burócratas y tecnócratas de Bruselas sean unos “psicópatas”. Estas explicaciones psicológicas de la acción política son infantiles. Los tecnócratas actúan así porque sus intereses simplemente están atados a los intereses de los estados europeos hegemónicos: es decir, a Francia y Alemania. California forma parte de la nación americana (“Ya no hay distinción entre virginianos y gente de Nueva Inglaterra. No soy un virginiano sino un americano”), pero Murcia o el Pireo no forman parte de la misma nación europea.

La irracionalidad de esta resistencia a aceptar la “visión trágica” para Europa quizás sea un motivo de estudio en los próximos años.

El dilema europeo, en el que todos juegan modalidades cada vez más dramáticas del juego del prisionero, tiene que ver, desde luego, con el secular inconveniente de cómo extender la solidaridad más allá de los pequeños círculos familiares, étnicos y nacionales. Inconveniente para el que ninguna religión o credo laico ha encontrado una solución óptima, hasta ahora.

A no ser que unas pocas nacionalidades periféricas sean convertidas en protectorados de otros hegemones europeos, es posible que descubramos dentro de poco que no somos otra cosa que españoles. No es muy glamouroso, pero alguien tiene que serlo.

La revolución Naturalista