Llevo varios días pensando en cómo responder a tu pregunta sobre por qué, siendo aparejadores, y quizá de los buenos, queremos ser arquitectos, y a ser posible de los buenos, y no encuentro mejor símil de nuestra inquietud y de nuestro destino que la figura del arquitecto Juan Bautista de Toledo, quien se reconoció aparejador de Miguel Ángel durante las obras de construcción de la cúpula del crucero de la Basílica de San Pedro de Roma, según el mismo relataba en una carta enviada en 1564 al Rey Felipe II. Fue por tanto Juan Bautista de Toledo ayudante del gran Buonarrotti, arquitecto, escultor, pintor, dibujante, poeta, dueño y señor de todas las artes, Maestro Mayor del Pontífice, Gran Duque de Florencia y Señor de Venecia. Seguro que el bueno de Juan Bautista añoró su etapa romana cuando se le venían malas al frente del Escorial, y el rey no le escuchaba y buscaba la menor para justificar su cese, por mucho que aquí fuese primero y allí segundo, por lo que algunos dicen que es mejor ser cabeza de ratón que cola de león aunque, como de otras cosas, tampoco estoy muy seguro de ésta.
Y aunque a veces se nos olvide, ya demostró Brunelleschi que arquitectura y construcción, cuando caminan en simbiosis perfecta, son por igual responsables de la existencia y pervivencia de los grandes edificios. Bajo esa perspectiva la diferencia fundamental entre los que se hacían llamar "arquitectos" y los que se trataban de "aparejadores" solía antiguamente residir exclusivamente en el hecho de que los primeros trazaban los planos de multitud de edificiosy los visitaban al menos una vez al año, mientras que los otros, o sea los "aparejadores", representaban a los anteriores en el lugar donde estaba construyéndose la obra de forma más o menos permanente. Ambos erán, por tanto, maestros mayores, generalmente de "cantería", pero también de "carpintería", o de "albañilería". También los que gremialmente habían ascendido en responsabilidad desde la categoría inmediata inferior de "obreros mayores" y que alcanzaban un mayor reconocimiento no por virtud de estudios sino de esfuerzo en el tajo y años de diaria reflexión.
Trasladémosnos por un momento al siglo quince: Inglaterra, Francia y España se estaban convirtiendo en poderosos reinados mientras que la bella Italia seguía siendo un embrión de país formado por pequeñas ciudades-estado. Para conmemorar la entrada del nuevo siglo, el gremio de comerciantes de lanas y paños de Florencia convocó en 1400 un concurso para construir un par de puertas de bronce destinadas al Baptisterio de San Juan, un edificio octogonal situado en el corazón de la ciudad. Allí se modificaron para siempre los modelos sociales medievales. A partir de entonces algunos oficios de la construcción, sujetos a estrictos controles gremiales, se comienzan a transformar en artes liberales y el oficio de construir se emplieza a alejar de la arquitectura.
Luis Cercós (LC-Architects)
http://www.lc-architects.com