Algunos árboles ya nos saludan cuando pasamos a su lado, pues son árboles cortesanos, acostumbrados desde antiguo a dar sombra con una amabilidad versallesca. No es fácil encontrar en otros sitios tantos árboles antañones, bien criados, regados por el Tajo, rodeados de huertas, paseos, jardines y palacios. Se te acaba haciendo mal café entre tanto lujo y derroche para la corte, contrastando con una iglesia que hubo que pagar por suscripciñón popular para no tener que ir a oir misa a un pueblo cercano. No es raro que en las fiestas de septiembre, las del Motín, se ceben con Godoy, rememorando el de Aranjuez de 18 de marzo de 1808, últimos coletazos del reinado de Carlos IV.
Algunos árboles ya nos saludan cuando pasamos a su lado, pues son árboles cortesanos, acostumbrados desde antiguo a dar sombra con una amabilidad versallesca. No es fácil encontrar en otros sitios tantos árboles antañones, bien criados, regados por el Tajo, rodeados de huertas, paseos, jardines y palacios. Se te acaba haciendo mal café entre tanto lujo y derroche para la corte, contrastando con una iglesia que hubo que pagar por suscripciñón popular para no tener que ir a oir misa a un pueblo cercano. No es raro que en las fiestas de septiembre, las del Motín, se ceben con Godoy, rememorando el de Aranjuez de 18 de marzo de 1808, últimos coletazos del reinado de Carlos IV.