Texto e imágenes por Javi Girón
Recién clausurada la feria de arte más importante del Estado, Madrid vuelve poco a poco a la normalidad. Han sido cinco días frenéticos, unos días en los que el mercado del arte ha vuelto a desplegar con ostensión sus mejores galas. Y lo ha hecho con un mensaje implícito: que, a pesar de la crisis, sigue gozando de buena salud. O al menos ésta es la imagen que se ha esforzado en dar.
Lo cierto es que, pese a la significativa merma de presencia institucional (algo patente en la actual edición), casi ninguna de las galerías consolidadas en la feria han fallado a su cita. Y han acudido con obra de primeras espadas (Robert Irwin, Ai WeiWei, Damien Hirst, Frank Stella, Muntadas, Christo, Marina Abramovic o Julian Opie, por citar sólo unos pocos), pero también con una apuesta decidida por jóvenes artistas que inician una prometedora andadura. Es digno de mención el trabajo del peruano Daniel Jacoby en su instalación Oh! And Erik Was a Violin Maker, en Toni Tàpies, con la que redunda en su particular universo creativo. O el remarcable proyecto de Rubén Grilo en el stand de NoguerasBlanchard. O el arte lleno de referencias culturales de María Loboda en MaisterraValbuena.
Esté o no la feria herida por la crisis, esta última ha salido a relucir –con mayor o menor fortuna- en un buen puñado de propuestas. No escaseaban las proclamas reivindicativas contra la tiranía de los mercados, lo cual no deja de ser irónico en un contexto como ARCO. La galería catalana Palma Dotze, por ejemplo, mostraba obras de Daniel G. Andújar (documentación de su acción de 2011 A vuelo de pájaro: democraticemos la Democracia) o de Antoni Miralda, con su literal –y un tanto ramplón- homenaje al 15-M en No Hay Pan para Tanto Chorizo. Por lo demás destacan obras de Tomas Sarraceno, el excelente Erwin Olaf, Daniel Canogar, Falke Pisano, Alberto García-Alix, Marcel Dzama, Ester Partegàs, Los Carpinteros o Wilfredo Prieto, entre muchas otras. Los catalanes Bestué-Vives también estuvieron presentes en Estrany-De La Mota con piezas menores, a mucha distancia de sus ya famosas acciones.
Ni que decir tiene que ARCO no es precisamente el mejor lugar para apreciar una obra de arte, que queda desvirtuada por contaminaciones e interferencias múltiples. La galería Espacio Mínimo reivindicaba este hecho presentando un stand virtual desde el que emplazaba a acudir a la galería para apreciar las obras en su contexto natural. Es llamativo ver cómo la organización de ARCO se esfuerza en darle a la feria una pátina de gran exposición, de evento artístico de valor cultural. Así lo demuestran la celebración del X Foro de Expertos, donde se ha debatido sobre diferentes aspectos del contexto del arte, o la presencia de varios proyectos de comisariado: Solo Projects, en el que cada galería presentaba un proyecto único de un artista latinoamericano, y cuyo trabajo destacado ha sido la llamativa pieza Minimal Secret, de la chilena Voluspa Jarpa (ganadora del premio Illy Sustain Art); el programa Opening, donde Manuel Segade ha traído a galerías jóvenes de diferentes escenas artísticas europeas; o Solo Objects, consistente en obras escultóricas diseminadas por el espacio de la feria (desde la instalación con banderas de la UE de Marlon Azambuja hasta la esfera reflectante Cartas al Cielo, de Alicia Framis, pasando por Em cima da Terra e debaixo do Céu, de Isaque Pinheiro). En suma, el trabajo comisarial como instrumento legitimador del mercado.
Cada cual recordará ARCO 2012 por motivos distintos. Para su director, Carlos Urroz, será el año en que trataron de exorcizar la crisis apostando por el coleccionismo internacional. Para Holanda (el país invitado) será la edición en que fue protagonista. Para las grandes galerías españolas, poco más que la cita obligada de siempre. Y para muchos otros simplemente será el año de Franco metido en una nevera. Sea como fuere es innegable que ARCO sigue vivo y coleando: un escaparate renaciente de bienes culturales ofrecidos al mejor postor. Un escenario donde, una vez más, ver y ser vistos.