Arqueoastronomía: culturas orientadas hacia las estrellas

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Antiguas y sagradas Ciudades-Estado, orientadas hacia las estrellas, expresan con su arte pionero los mitos religiosos y la historia política de sus culturas. Son los misteriosos guardianes de la mentalidad cultural de los indígenas del continente americano.

Es necesario mencionar que en las distintas épocas en que se fundaron los núcleos urbanos de las Américas, las estrellas ocupaban diferentes posiciones en el firmamento. Por lo tanto, un método posible para fechar los monumentos, que -sin embargo- no es aceptado por varios arqueólogos, es el estudio del ángulo de la desviación entre la posición actual y la antigua de la estrella asociada divinamente con cada monumento en el momento de su construcción.

Los amauta -los sabios de la cultura Chiripa- habían elegido el lugar de fundación de Tiwanaku en el Altiplano boliviano, orientado hacia la "Cruz del Sur". En Qh´alasasaya -el Templo de la "Piedra en Pie"-, (200 a.n.e.-600 n.e.), dedicado al dios del sol Willka Int´i, en ambos equinoccios, es decir, el de otoño -que ahí comienza el 21 de marzo, y el primaveral del 21 de septiembre, el sol sale justo desde el centro de la puerta principal, definida por una figura monolítica. Durante el solsticio de invierno (21 de junio), el sol sale por la esquina noreste de los muros, mientras que durante el de verano (21 de diciembre) sale por la esquina sureste, siempre iluminando el monolito mencionado. Los sacerdotes-astrónomos de Tiwanaku, los antecesores ​​del Imperio Inca, habían calculado el año en 365,24 días.

En el cañón del Chaco, Nuevo México (EE.UU.), la cultura "Pueblo-Anasazi", la cuna de los posteriores „yuto-aztecas" del Anáhuac central, construyó alrededor del año 800 n.e. los llamados "kiwa con sipapu", que son templos semicirculares con habitaciones subterráneas, usadas para ritos místicos, que simbolizaban la unión del ser humano con el mundo de los espíritus. En la „espada solar", una roca de 443 pies de altura, abierta con cortes verticales, los rayos del sol meridiano -de esta deidad multicultural- se filtran a través de las rendijas e iluminan los dos lados de un esquema espiral, que está forjado en la pared trasera de esta cueva artificial, mostrando así el primer día del solsticio de invierno. Los rayos se unen paulatinamente hasta tocar el lado derecho de la espiral, mientras que al mismo tiempo aparece a la izquierda otro rayo más pequeño en un diseño geométrico secundario. Esta es la indicación del equinoccio del otoño, pero también de la primavera, respectivamente. La posición final de la "flecha solar" en el centro geométrico de la espiral, señala el solsticio de verano.

En el Imperio Inca, llamado Tawantinsuyu, es decir, los „4 puntos cardinales del horizonte" (1438-1532 n.e.), existía la creencia de que nuestra galaxia, llamada Qhoyllurñan, que significa "camino de las constelaciones", fluía desde el firmamento o Hanaqpacha, y entraba al inframundo. Al regresar arriba, dejaba en su paso huellas de barro oscuro y fértil en el cielo, en forma de serpientes amaru, ranas, pájaros suri, zorros y camélides vicuña y alpaca. El sol aparecía como el dios Inti, mientras que la luna era la diosa Qh´illa. La arquitectura ciclópea de la espectacular ciudad de Machu Picchu, presenta -entre otras cosas- un templo semicircular, conocido como el „Bastión". En su muro del Este tiene una apertura que, el 25 de junio -cuando comienza el solsticio de invierno en el hemisferio sur-, lleva los rayos del sol de la mañana, que se eleva sobre la cumbre de San Gabriel, en paralelo al borde tallado de la piedra sagrada Int´i Watana, que significa "amarras del sol".

Los asentamientos teko´a de la cultura Tupí Guaraní en el Chaco paraguayo, que históricamente se origina en la civilización amazónica de los Mb´ya, constan de 4-8 chozas circulares hechas de paja, también colocadas en un círculo, porque según la mentalidad indígena, el universo es esférico: el vientre de las mujeres embarazadas, los huevos de las aves, y -en general- todo lo que produce vida, tiene la forma del globo terrestre, que es el medio natural que da y alberga la vida. En el centro de los pueblos guaraníes, como en Mb´oreré, se encuentra el santuario llamado opy -una choza de tamaño más grande, y semicircular, con su entrada hacia el oeste, y una pequeña ventana en la dirección por la que sale el sol, donde el líder religioso Karaí, teniendo en mano el cetro sagrado "ywyrá-i" -decorado con alas de pájaros tropicales- sigue narrando, hasta hoy en día, en su melódico idioma ñe´engatú, que significa: "hermoso lenguaje brillante", los mitos religiosos de la tribu, conocidos como: bellas palabras ñe´e porã tenondé.

La observación diaria de las estrellas le dio a la sociedad zapoteca en Monte Albán de Oaxaca (100 a.n.e.-1,500 n.e.) el conocimiento necesario de las alternancias de las estaciones, los períodos de cosecha de las hierbas medicinales, así como la geometría de los círculos para las construcciones arquitectónicas orientadas hacia los 4 puntos cardinales. El estamento sacerdotal, que era un pequeño grupo de la sociedad, formada desde su niñez con gran disciplina en el ambiente religioso, también llevaba a cabo observaciones astronómicas. Su conocimiento fue el apoyo más importante del poder estatal. En la Plaza Central, dos edificios funcionaban como observatorios. Estaban asociados con otras áreas del Valle de Oaxaca; uno de ellos es el "Caballito blanco" en Yagul. Además, estaban conectados visualmente con diversas partes de la naturaleza: colinas, rocas y desfiladeros, o con señales artificiales, como por ejemplo columnas o piedras con motivos geométricos forjados.

Una de las Ciudades-Estado más importantes de la Antigüedad americana fue Teotihuacán ( = lugar divino), en el Valle de Anáhuac (= cerca del agua), en México central, que fue fundada en el siglo I n.e. Su planificación urbanística se basa en coordenadas geográficas con extensiones celestiales del período prehistórico. La Pirámide del Sol, la segunda mayor del mundo (siendo la primera consecutiva en Cholula, México), tiene como telón de fondo al oeste, el Cerro Colorado, un destacado observatorio natural de la constelación de las Pléyades. Desde este punto, los antiguos arquitectos habían trazado un camino vertical hacia el noreste, donde se ubica el Cerro Gordo, con la fuente natural de agua más importante de la ciudad y de todo el valle. La calle principal de Teotihuacán, ahora conocida como el "Camino de los Muertos", se basó en esta línea imaginaria.

Diversos monumentos de la zona arqueológica mesoamericana, la intermedia, la de tradición andina o incluso la marginal se han construido orientados hacia las constelaciones, personificadas como seres sobrenaturales o deidades monstruosas, y han contribuido al cálculo de los ciclos de la vida humana, la de los animales y de las plantas.

En Palenque (Chiapas), la torre del observatorio del palacio, construida por la civilización maya central clásica, en el siglo VII n.e., presenta elementos arquitectónicos del lejano origen asiático de los nativos.

En el "Tajín" (= rayo deificado), la civilización clásica de Veracruz, (siglos VII-IX n.e.), ha preservado los elementos de la astronomía indígena de los pueblos vecinos a través de un ritual, según el cual, 4 indios atados por sus pies en lo alto de un tronco de palmera, van cayendo rítmicamente al suelo, tocando música y haciendo 52 giros, que simbolizan el calendario.

En el siglo X n.e., los toltecas, pueblo indígena mesoamericano con un papel mediador entre los mayas y los aztecas, fueron los constructores del calendario piramidal del dios Kukulkan, es decir, la correspondiente serpiente emplumada Quetzalcóatl de los aztecas, en Chichén Itzá de Yucatán. En las fechas que marcan el inicio de los dos equinoccios respectivamente, la sombra del cuerpo del dios-serpiente se desliza hacia los lados de la escalera principal.

El círculo del calendario centroamericano consta de 2 "engranajes" imaginarios. Uno cubre 260 días y representa la conexión de una secuencia de números del 1 al 13 con los nombres de 20 días. Entrelazado con este ciclo estaba un año "hueco" de 365 días, dividido en 18 meses de 20 días. Las fechas coincidían entre los dos calendarios circulares cada 18.980 días, es decir, 52 años "cóncavos". Luego era construído un nivel más en algunas pirámides, lo que significa que la de Kukulkan tardó 52×9 = 468 años en completarse.