Hoy os presento la figura de un gran arquitecto, un gran hombre al que tuve la oportunidad de conocer trabajando durante tres años en la ejecución del Hotel Abama Golf. Este fue su últímo gran proyecto y obra culmen de su carrera, me estoy refiriendo a Melvin Villarroel.
Todas las mañanas abría las ventanas de su taller y junto a ellas la melodía y el papel blanco. De adentro fluían colores de Le Corbusier, partituras de Mozart y se hibridaban con el aire que rozaba su piel y marcaba el tiempo para iniciar la gestación de un proyecto. Salían figuras, escalas, jardines que se fusionaban con corcheas, violín, luz, agua y nacía la vida, el plano.
Así se entretejían, en diferentes espacios, los más de 120 proyectos que Melvin Villarroel Roldán, arquitecto, físico, matemático y músico boliviano, realizó en sus casi 80 años de vida y quien revolucionó no solo la arquitectura con la aplicación del vacío, sino lo más íntimo de su familia.
El inicio.
El 21 de enero de 1931, un día miércoles para ser preciso, Alberto Villarroel, director de estadística del sistema público y Aida Roldán, ama de casa, preparaban sus vidas y el hogar en las proximidades de Sopocachi en La Paz, para esperar el nacimiento de su primer hijo: Melvin.
Semanas antes, Daniel Salamanca asumía la presidencia con la carga de la Gran Depresión. La Paz reprimía el comunismo y aplaudía con cierto disimulo el liberalismo. Wara Wara relucía en el cine. Uruguay concluía un mundial exitoso y los bolivianos acudían a un referéndum para cambiar artículos en la Constitución.
En ese contexto, Melvin (La Paz, 1931- Houston 2010) bajo la tuición de sus padres, inició, post Guerra del Chaco, su formación escolar en el Instituto Americano, donde pasó clases como “estudiante promedio”, sin diplomas ni banderas, según narra Bachi, hermana menor de Melvin, después de 5 hermanos: Jaime (t), Nancy, Marta, María y Fernando.
“Nosotros éramos una familia numerosa. No teníamos grandes cosas en la casa. No éramos grandes conversadores pero nos queríamos mucho. A Melvin desde niño le gustaba el dibujo, era un soñador y por sobre todo le gustaba la creación”, cuenta Bachi, quién actualmente vive en La Paz junto a su esposo y tres hijos.
Por la múltiple actividad del padre, Melvin fue más cercano a la madre, de quién heredó principios vitales como la humildad, la perseverancia, el amor por la familia y a quién dedicó las siguientes palabras en la primera página de su libro: “a mí adorada madre Aida que en paz descanse y a quién realmente va dedicado este libro”.
Santiago de Chile, la confirmación de su propósito.
En 1953 después de graduarse con honores de la carrera de Física y Matemática de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Melvin viaja a Santiago de Chile en busca de mejores días, acompañado de sus tíos Alfonso Mier Revilla, arquitecto de profesión y su señora, Olga Roldán Monje.
Estudió Arquitectura, a la que llamaba madre de todas las ciencias, en la Pontifica Universidad Católica de Santiago (1955-1961). Ahí inició la confirmación de su propósito de vida, estudiando con sentido amplio las escuelas de Venture, Rossi y Stirling, entre otros.
“La verdad es que yo me he formado en la Escuela de Le Corbusier en Chile. Vi morir a la arquitectura moderna y por eso creo en la arquitectura escrita con mayúscula. No la de los últimos 80 años sino la de los últimos 10 mil años. Creo en el hombre, en todo su pasado y su historia” escribe en su libro, publicado el 2001.
Fue en Santiago donde empezó a rebelarse contra los convencionalismos de la arquitectura como los edificios cuadrados, a los que denominaba “comunidades de ascensor”.
Durante los 20 años de su residencia, además de graduarse de Arquitectura, dictó clases de Geometría Descriptiva, Diseño y Arte y realizó varios proyectos como el primer centro comercial en espiral, conocido como El Caracol en el barrio de Providencia.
Dos años después de este logro, Melvin se casó con la artista chilena Antje Sievert Meyer, con quién tuvo cuatro hijos: Pablo, Francisca, Antonia y Matías, todos chilenos y arquitectos.
“A mi mujer, Panchita, compañera de toda la vida, con cuyo apoyo y espíritu de lucha en todo momento nos ha permitido hacer lo que realmente nos hemos propuesto”, destaca Melvin en la primera página de su libro, “La Arquitectura del Vacío”, que publicó en 2001 con la colaboración de su hija Antonia.
La Arquitectura del Vacío.
“El cero es a la matemática lo que el vacío es a la arquitectura”, “la armonía entre hombre, naturaleza y arquitectura”, “25 por ciento de estructura y 75 de vacío”, son algunas de sus expresiones al describir su propuesta teórico – experimental, conocida y presentada en La Arquitectura del Vacío.
En 1973, ganó el proyecto para construir en Marbella, al sur de España, el Hotel Puente Romano de propiedad del príncipe Alfonso von Hohenlohe, espacio que le permite aplicar sus hallazgos y conceptos sobre la arquitectura, además de ser la ciudad donde estableció su hogar y se convirtió en los años posteriores en la ventana para la exportación de sus diseños a otras ciudades.
Entendía que la arquitectura no era solamente estructura: impacta los sentidos, incide en el equilibrio y desequilibrio social, puede intervenir directamente en la naturaleza, no solamente siguiéndola para su estudio e información, sino que a veces modificándola sustancialmente para así mejorarla.
“El vacío puede ser construido: llega a ser la continuidad del vacío natural y del sólido construido. Muchas veces hay que dejar de construir para dejar paso al vacío”
De 1972 a 1976, edificó en Marbella grandes obras arquitectónicas como La Alcazaba, la Marina del Este, el Hotel Puente Romano, donde se distinguen amplios jardines, puentes, piscinas, todos manteniendo su relieve natural y explotando al máximo la costa marítima y la luz natural. Su obra empezó a ser reconocida y merecedora de halagos y premios.
“Los ingleses denominan al vacío “negative space” porque no produce dinero. Mi propuesta trata de volver positivo ese negativo. Nosotros calificamos el suelo y elegimos los mejores emplazamientos para las viviendas, pensando que el resto de espacios pueden ser un potencial para lagos, campos de golf, jardines, en perfecto equilibrio entre vacíos y sólidos”, explicó Melvin a un diario de la “Ciudad del Sol”.
España y China inmortalizan su legado.
Matías Villarroel, su hijo menor e impulsor del homenaje, expresó durante el acto principal que la familia recurrió al talento del artista Víctor Ochoa, reconocido por hacer el busto al Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, porque su padre “hubiese querido que una escultura de él fuese una obra de arte primero y después un homenaje a su persona”.
Un lápiz, un papel, una voz de música. La arquitectura, el piano, la inteligente dialéctica y su pausadísima voz con restos andinos han de ser como cuatro bellas columnas que mantendrán inalterable en el recuerdo la figura de Melvin Pensó en grande. Su vida y obras quedaron cimentadas en el lugar donde se inmortalizan los invencibles: el corazón.
OBRAS DESTACADAS:
- Marina del Puente Romano
- Alcazaba Beach
- La Alzambra
- Mansion Club
- Marina del Este
- El Jardín Tropical
- El Gran Hotel Abama
Fuente: Los Tiempos.com